
Evangelio del día 20 febrero 2025 (Y vosotros, ¿quién decís que soy?)
Evangelio y Reflexión
EVANGELIO
Jueves de la 6ª Semana del Tiempo Ordinario
(Marcos 8, 27-33)
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le contestaron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?». Tomando la palabra Pedro le dijo: «Tú eres el Mesías». Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto.
«Y vosotros, ¿quién decís que soy?».
Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días». Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
El evangelio de hoy nos presenta un texto emocionante. Jesús plantea a sus discípulos la pregunta de quién dice la gente que es él. No está motivado por curiosidad insana. Es solo un apoyo mínimo para plantear la pregunta realmente trascendente, quizá la cuestión más decisiva de la historia de tu vida: “¿Quién decís vosotros que soy?”. Pedro, el líder, la piedra firme, dirá inspirado por el Espíritu: “Tú eres el Mesías”.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Marcos, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, llama tremendamente la atención esa pregunta, que detiene el tiempo y la historia: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Los discípulos se conforman con contar lo que han oído: “Unos dicen que eres Juan el Bautista, que habría revivido; otros dicen que eres el profeta Elías que, como dice la Escritura, tras ser arrebatado por un carro de fuego, habría regresado; otros comentan que eres uno de los profetas”. Pero no, a Jesús no le valen historias. La pregunta clave es: “Y vosotros, ¿quién decís que soy?”. Más aún: ¿y tú? ¿quién dices tú que soy yo, quién soy yo para ti?”. Pone los pelos de punta una pregunta de ese calibre. Claro que puedes responder: “eres un maestro que enseña cosas interesantes, un filósofo o moralista que nos enseña a vivir bien un personaje histórico fascinante…”. Pero todo ello es insuficiente, porque no te implica. Hoy puedes decirle con el corazón: “Jesús, tú eres mi Señor; tú eres la suerte de mi vida; tú eres mi amor y mi todo; tú eres la Vida con mayúsculas, en quien tengo puesta toda mi esperanza”. Díselo con todo tu ser, porque una respuesta así cambiará tu vida y abrirá ante ti un horizonte infinito. Una respuesta así te lanzará a una vida plena, eterna.
Atrévete a responder la pregunta más importante de tu vida: “¿Quién es Jesús para mí?”.
En segundo lugar, quiero fijarme en Pedro. Se llamaba Simón bar Jona (es decir, hijo de Juan), y Jesús le puso de sobrenombre Pedro, porque sobre esa piedra quiso edificar su Iglesia, la comunidad de los seguidores de Jesús, el pueblo de Dios, llamado a hacer real en el mundo el amor de Dios. En Pedro nos encontramos todos, seguro que tú también: sincero y entregado, pero también terco y duro de entendederas; niega a Jesús, pero después le confesará su amor incondicional. ¿No es eso lo mismo que hay en ti? No tengas miedo de tus debilidades. Pedro le dijo: “Apártate de mí, que soy un pecador” y Jesús le contestó: “Tú serás pescador de hombres”. A pesar de esas debilidades, vemos en el evangelio de hoy que, inspirado por el Espíritu, descubre y confiesa la verdad de Jesús: “Tú eres el Mesías”. Como Pedro, eres pecador; pero, como con él, Jesús ha querido contar contigo. No dejes de confesarle como tu Señor.
¿Te atreves, en medio de tu debilidad y tu pecado, a dejarte inspirar por Dios y a ser testigo de su verdad y de su amor?
En tercer lugar, como se dice habitualmente, aquí viene el “corte de rollo”, el “bajón” total. Tras la confesión de Pedro, dirá Jesús a sus discípulos con toda claridad: “Pues bien, el Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado, ejecutado y resucitar a los tres días”. Qué duro de entender que ese Jesús exitoso, aclamado por el pueblo, que habla maravillosamente y que obra prodigios pueda tener un final tan trágico. El propio Pedro, que ha sido inspirado, que valientemente ha confesado a Jesús como Mesías, increpa ahora a Jesús. Él, como los demás discípulos, espera un mesías–rey, poderoso, que con mano fuerte establezca la justicia y encumbre a Israel frente a sus enemigos, incluso que haga de ellos ministros o “mandamases” de ese reino del que habla. De nuevo se les cuela el poder frente al servicio, la gloria, el afán de éxito, frente a la cruz. La respuesta de Jesús es quizá la más dura de todo el Evangelio. Al Pedro que ha nombrado piedra de su Iglesia, le dirá: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”. Satanás, el príncipe de la mentira, siempre te hace creer que la salvación viene por medio del poder, de lo fácil, de lo superficial, del éxito. Pero la verdad, la gloria verdadera, la que Jesús hace realidad, es la fidelidad, el servicio, el amor hasta el extremo. Y quiero llamar la atención sobre un detalle: Jesús no dice a Pedro «apártate de mí”, sino “ponte detrás de mí”. En ese “ponte detrás de mí” hay una invitación al seguimiento.
Ponte detrás tú también de Jesús para aprender de él que el camino de la vida pasa por esta entrega y este servicio hasta el final.
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te lleve a confesar a Jesús como el Mesías y el Señor. Y que, lejos de buscar honor y gloria, sigas a Jesús por el camino de la humildad, la entrega y del amor.
ORACIÓN
Señor Jesús, tú eres mi Señor y mi todo. Sé que tú eres el Hijo de Dios vivo, el Mesías. Pero también, como a Pedro, me cuesta aceptar que tenga que salir de mí, que tenga que perderme, que tenga que amar a fondo perdido para tener vida. Jesús, enséñame a amar de verdad.