
Evangelio del día 4 noviembre 2025 (Venid al banquete, ya está preparado)
Martes de la 31ª Semana del Tiempo Ordinario
EVANGELIO (Lucas 14, 15-24)
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Bienaventurado el que coma en el reino de Dios!». Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó a su criado a avisar a los convidados: “Venid, que ya está preparado”. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: “He comprado un campo y necesito ir a verlo. Dispénsame, por favor”. Otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor”. Otro dijo: “Me acabo de casar y, por ello, no puedo ir”. El criado volvió a contárselo a su señor. Entonces el dueño de casa, indignado, dijo a su criado: “Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos”.
«¡Bienaventurado el que coma en el reino de Dios!».
El criado dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio”. Entonces el señor dijo al criado: “Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren y se llene mi casa. Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete”».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
El evangelio de este día presenta el reino de Dios como un banquete al cual somos invitados. No hay lugar para excusar la asistencia o para posponerla. Todo está listo para que te sientes al banquete y te dejes servir por Dios. Solo espera que, lleno de alegría, le digas que sí. ¿Aceptas participar en el banquete del Reino?
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Lucas, me gustaría compartir contigo tres sencillas reflexiones:
En primer lugar, las palabras de un comensal sirven a Jesús para presentar el Reino como un banquete. Los teólogos escolásticos decían que el Reino sería una “visión beatífica”, es decir, un mirar extasiados a Dios por los siglos de los siglos. Jesús, sin embargo, nos presenta el Reino con una imagen más cercana y concreta: un banquete al cual somos todos invitados. Así es el amor de Dios. Lo decíamos ayer: gratuito, incondicional y universal. Un banquete en el cual no hay primeros puestos y en el cual reinan las risas, el compartir y la fraternidad. Cuando Dios está en ti, reina la alegría. Cuando dejas a Dios actuar en tu vida, hay abundancia y plenitud.
¿La acción de Dios en tu vida te hace sentir más pleno? ¿Vives la fe con la alegría de participar en una fiesta o en un banquete, o más bien, como dice el papa Francisco, tienes cara de funeral?
En segundo lugar, la referencia al banquete tiene sabor eucarístico. El texto está aludiendo veladamente al banquete de la eucaristía, que quiere anticipar ese banquete definitivo que tendrá lugar en el reino de los cielos. En la Eucaristía, en la Misa, somos alimentados por Jesús con su propio cuerpo, que es fuente de vida abundante.
Piensa un momento. ¿Es para ti la eucaristía lugar y fuente de alegría? ¿Son nuestras misas encuentro con el hermano, lugar de fraternidad y de compartir al cual somos todos invitados? ¿O vas más bien a misa como un “convidado de piedra” y acaba siendo lugar donde reina el aburrimiento y la pasividad?
Recuerda lo que nos dice Jesús: el Reino de Dios es un banquete. Por tanto, no es un reino de muermos y aburridos, sino de alegría y plenitud.
En tercer lugar, la parábola puede leerse como la historia de la salvación de Dios con su pueblo. El banquete fue preparado primeramente para el pueblo de Israel. El rechazo de sus líderes ha permitido al pueblo llano, a publicanos y pecadores, tomar parte en él, también a los gentiles, a los paganos. Pero, más allá de esta historia, piensa en tu historia, en la historia de tu vida. ¡Cuántas veces te llenas de excusas, de negativas, de posponer el reino de Dios por mil motivos que son del todo secundarios! Muchas veces, como Pedro, que se negaba a que Jesús le lavara los pies, no quieres entrar en este banquete porque te exige entrega, fraternidad, igualdad y servicio. ¡Con qué frecuencia te resistes a lavar los pies a tus hermanos, especialmente a los más pobres! Pues bien, los destinatarios privilegiados de este banquete, como recordaba ayer, son los que no tienen nada que perder, los lisiados, los ciegos, los cojos, los pobres cuya única riqueza y alimento es Dios, los únicos que entienden que la única riqueza verdadera es Dios y el banquete de su Reino.
CONCLUSIÓN
Pues que el evangelio de hoy te haga sentirte pobre, necesitado, hambriento, para acoger el amor que Dios quiere regalarte en este banquete. Aliméntate de ese amor y deja que él te llene de fiesta, de alegría y de plenitud. Solo tienes que decir que sí. Y algo más. Después tienes que contagiar esta alegría y servir la mesa, como hace Dios, a tus hermanos más pobres.