
Evangelio del día 10 diciembre 2025 (Venid a mí los cansados y agobiados)
Miércoles de la 2ª Semana de Adviento
EVANGELIO (Mateo 11, 28-30)
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón,
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados».
y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
El evangelio que nos ofrece Mateo hoy es quizá uno de los textos más bellos de toda la Escritura. Jesús no se presenta como un semidiós cuya presencia haría que nada permaneciera en pie. Nada que ver. Jesús aparece como el manso y humilde que acoge, consuela y alivia. Jesús es, definitivamente, ese descanso que tu corazón busca.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Mateo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, Jesús es siempre sorprendente, admirable, increíble, no en el poder, la imposición o el temor, sino en el amor, la cercanía y la misericordia. Podía haber dicho: “Venid a mí los puros, los justos, aquellos que tenéis éxito y poder”. Pero no. Jesús se ha hecho carne para tener una cercanía absoluta con nosotros y, especialmente, con los últimos, los pobres, los marginados, los pecadores. Por eso dice: “Venid a mí los cansados y agobiados”. Y si pide que vayas a él en medio de tus cansancios y agobios no es para juzgarte o controlarte, o para cargarte nuevos fardos y yugos, o más exigencias. No. Lo dice a lo largo del evangelio: “No he venido a juzgar, sino a salvar, a dar vida”… y vida en abundancia. Jesús te dice hoy: “Ven a mí cansado y agobiado, que yo te aliviaré”. “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”, dice Jesús. Por tanto, no temas. Ve a él. Lo encontrarás con los brazos abiertos para acogerte con suavidad, mimarte, acariciarte, consolarte, aliviarte. Así es Jesús. Así es tu Dios.
¿Temes acercarte a Dios? ¿Has sentido su cercanía, su acogida, sus caricias?
En segundo lugar, Jesús nos entrega una fotografía de sí mismo y, por tanto, de acuerdo a lo que le dijo a Felipe: (“Quien me ve a mí, ve al Padre”) tenemos también una fotografía del rostro de Dios. Jesús nos dice hoy: “Soy manso y humilde de corazón”. Los judíos soñaban con un mesías político, con mano fuerte y brazo extendido, un ejército feroz que pusiera a Israel a la cabeza de todos los pueblos. Jesús, el Hijo de Dios, por el contrario, es manso, sereno, pacífico. No hay en él soberbia, egolatría u orgullo. Lo suyo es la humildad de corazón. Así es Jesús. Así es tu Dios. Y así has de ser tú. Aléjate de toda agresividad, rencor, odio, violencia. Aléjate también de toda soberbia. Lo tuyo, discípulo, seguidor de Jesús, es la mansedumbre y la humildad.
¿Te dejas cautivar por este corazón precioso de Jesús? Y tu corazón, ¿se parece algo al de Jesús o es, por el contrario, rencoroso, soberbio, altanero?
En tercer lugar, me gustaría traer a colación una de las frases más famosas de la historia del cristianismo, una preciosa sentencia de San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Hay en tu corazón un movimiento de inquietud, de búsqueda, que solo hallará descanso en Dios. Solo en Jesús hallarás consuelo, serenidad, paz. ¡Cuántas veces has buscado felicidad y plenitud donde no estaba: diversiones, bajezas, trivialidades! Y esas aguas estancadas te pusieron malo, te trajeron vacío y nada. Jesús, sin embargo, es la fuente cristalina donde verdaderamente puedes saciar tu sed. Él es el hogar donde hay verdadero calor y descanso. Él mismo te lo dice: “En mí encontraréis descanso para vuestras almas”. Tírate en sus brazos, reposa tu cabeza en su pecho, deja que él ponga paz en tu corazón. Solo él puede saciar ese ansia que hay en él.
Párate un momento. Haz memoria de las veces que has bebido agua estancada y piensa qué trajo eso a tu vida. Ahora piensa en el agua cristalina que te ha dado Jesús y dale gracias por esa paz y felicidad plenas que sientes.
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio, no solo te lleve a buscar a Jesús con todas tus fuerzas, a reposar en su regazo y sentir su consuelo y alivio, sino que te ayude a ir haciendo de tu corazón un corazón más manso y humilde como el de Jesús.
ORACIÓN
Señor Jesús, eres maravilloso. Gracias por ser descanso en mis fatigas, consuelo en mis agobios, sanación en mi enfermedad, paz en medio de mis inquietudes. Haz de mi corazón uno semejante al tuyo. Y que jamás me vaya de tu lado, porque sé que en ti mi corazón ha encontrado definitivamente lo que siempre había deseado.