
Evangelio del día 17 julio 2025 (Venid a mí todos los cansados y agobiados)
Jueves de la 15ª Semana del Tiempo Ordinario
EVANGELIO (Mateo 11, 28-30)
En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
«Encontraréis descanso para vuestras almas».
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
En el evangelio de hoy, Jesús te invita a acercarte a él con tus cansancios y tus agobios. Búscale, acércate a él, no tengas miedo. Junto a él, de su mano, en su regazo, recibirás el sosiego, el alivio más verdadero, y el descanso y la paz definitivos para tu alma.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Mateo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, Jesús nos ofrece hoy unas palabras preciosas, quizá las más bellas de todo el evangelio: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”. Jesús no viene a revelar el amor de Dios a una élite, a un grupo de escogidos o iluminados, como creían esas sectas gnósticas de los primeros siglos, sino a los pequeños, a los humildes, a los que se saben dependientes y necesitados. Pero, además, eso que revela no es un conocimiento, sino una experiencia, una experiencia de amor: que en Jesús hemos hallado la ternura de Dios, el descanso, el sosiego, la paz. Por eso el cristianismo no es una religión al uso, no es una superestructura llena de dogmas y de cultos. No. Es un descubrimiento, un encuentro, una experiencia de acogida y de amor incondicional.
Experimenta en un momento de silencio que Jesús te recibe y te acoge, no en tu perfección, sino precisamente en tus cansancios y agobios.
En segundo lugar, me gustaría que pensaras un momento en lo siguiente: nosotros, seres humanos tan imperfectos y llenos de fallos, llevamos a menudo cuentas del mal, reprochamos a los que nos rodean con frecuencia y, aun sin querer, hurgamos en la herida, sumamos agobios a los demás, acabamos trayendo más cansancios. Y, por eso, en ocasiones, lo trasladamos a Dios y pensamos que él debe ser algo así. Y por eso tememos su reproche, incluso a veces lo imaginamos enfadado y distante, como si fuera la peor versión de nosotros mismos. Nada que ver. Dios no es así. No nos recibe para reprocharnos o exigirnos perfección, sino para aliviarnos. Él nos dice: “Venid a mí y yo os aliviaré’. Por eso, no tengas miedo en acercarte a Jesús con tus pesos, tus agobios, tus debilidades y cansancios. Es él, y solo él, quien puede verdaderamente cuidar ese corazón, aliviarlo y sanarlo.
Pregúntate: ¿te acercas a Jesús y compartes con él tus agobios y cansancios? ¿Sientes su ternura y su amor?
En tercer lugar, Jesús habla de yugos. Sabes bien que el yugo es esa pesada pieza de madera que se pone sobre el cuello de los bueyes para que puedan arar juntos. Los judíos sabían bien lo que era un yugo. Estaban subyugados bajo muchos pesos: la tiranía militar y de impuestos del imperio romano, las exigencias de la ley religiosa judía, a la que se sumaban los preceptos y amenazas de escribas y fariseos. En esta tesitura, dice Jesús: “Tomad mi yugo sobre vosotros. Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”. La carga de Jesús, su yugo, no es carga, no es yugo, es “descanso para nuestras almas”. Él, a diferencia de nosotros, no es elitista, no busca “supermanes”, no pretende que seamos hombres y mujeres perfectos. Conoce bien nuestras debilidades y agobios, sabe bien que estamos ya muy subyugados con preocupaciones del día a día, con sufrimientos de la vida o con complicaciones que nosotros mismos nos buscamos. Y lo único que quiere hacer Jesús es abrirnos su corazón. Por eso nos dice: “Soy manso y humilde de corazón, aquí encontraréis descanso para vuestras almas”. Él te dice hoy: “Ven a mí, ven a este corazón que quiere aliviarte y darte descanso, reposa en él y aprende en él a ser como yo: a amar, a perdonar, a servir, a ser una persona nueva”.
Medita: ¿cuáles son los yugos que llevas ahora sobre ti? ¿Te acercas al corazón de Jesús y aprendes en él a amar?
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te lleve a alegrarte enormemente porque eres del grupo de esos pequeños que has sido regalado con la fe. Una fe que te permite confesar a Jesús como Hijo de Dios, que nos trae siempre amor, ternura y que es manso y humilde, que solo quiere aliviar nuestros cansancios.
ORACIÓN
Señor Jesús, déjame que, cansado y agobiado, me acerque hoy a ti, repose mi cabeza sobre tu pecho y, ahí, cerca de tu corazón, aprenda de tu humildad, de tu mansedumbre y de tu amor. Eres maravilloso, Jesús. Te amo.