Evangelio del día 25 mayo 2025 (Vendremos a él y haremos morada en él)
Evangelio y Reflexión
EVANGELIO (Juan 14, 23-29)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
«La paz os dejo, mi paz os doy».
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
En el evangelio de hoy, Jesús continúa su discurso de despedida. Aunque él se marcha, tras su pasión y muerte vivirá en sus discípulos, en aquellos que guardan su palabra. Hoy el Señor nos habla de otro don, íntimamente relacionado con el del Espíritu: el don de la paz.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Juan, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, dice Jesús: “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”. Repito de nuevo estas preciosas palabras: «Vendremos a él y haremos morada en él’. Si en otro tiempo el pueblo de Israel adoraba a Dios en una morada, en esa tienda del encuentro, como nos dice el libro del Éxodo, y después en el templo de Jerusalén, ahora, en este nuevo éxodo inaugurado por Jesús, por su pascua, él mora, él habita en ti. Créetelo: tú eres morada de Dios. Lo dice San Pablo con toda claridad en su primera carta a los Corintios: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? El templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros”. Y, como ya he anticipado, tanto más habitará en ti cuanto más cumplas su palabra, es decir, cuanto más vivas con él (en la oración, en la eucaristía, en la Iglesia) y cuanto más actúes como él, es decir, en entrega, en servicio, en amor.
Medita: ¿eres consciente de que tú eres templo, morada de Dios? ¿Los que te rodean atisban algo de Dios en ti?
En segundo lugar, dice Jesús: “El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho”. Igual que Jesús, el Hijo, fue enviado por el Padre para realizar su obra, ahora el Espíritu Santo es enviado en nombre de Cristo para completar su revelación a la Iglesia. Es decir, la misión del Espíritu es recordarte y enseñarte todo cuanto enseñó Jesús. Ese Espíritu es, por tanto, el Espíritu de Jesús, que va a permanecer continuamente junto a ti como una presencia envolvente. Por eso dirá Jesús: “No os dejaré huérfanos, os daré el Espíritu Santo«. Cristo habita en ti a través de su Santo Espíritu.
Pregúntate: ¿oras al Espíritu Santo? ¿Lo tienes presente? ¿Sientes la acción del Espíritu en ti? ¿Te dejas mover y transformar por él?
En tercer lugar, Jesús nos regala hoy un don enorme: «La paz os dejo, mi paz os doy”. Una paz que incluye todo lo mejor. Esa paz anticipada por los profetas, que encierra toda clase de bendiciones, vida en abundancia, salvación de Dios. Una paz que podría incluso identificarse con ese Espíritu de Cristo resucitado. Una paz que, además, es consuelo en la tristeza, esa tristeza que hay en el corazón de los discípulos porque Jesús se va. Él les dice: «No se turbe vuestro corazón ni se acobarde«. La despedida de Jesús no ha de causar tristeza. Lo dice expresamente: «Os alegraríais de que vaya al Padre”. Porque él no va al Padre para ausentarse, sino para inaugurar una nueva presencia. Jesús, viviendo en el Padre, estará en ti a través de su Santo Espíritu, llenándote de su presencia, llenándote de su paz. Dice Jesús: «La paz no os la doy yo como la da el mundo«. La paz que te da Jesús no es esa paz temporal que da el mundo, que vendría a ser ausencia de guerra o de violencia y, la mayoría de las veces, únicamente un equilibrio de fuerzas, tantas veces inestable y limitado. La paz que Dios te da es un don gratuito que brota de su amor, el Espíritu de la paz. Y tú, como discípulo de Jesús, estás llamado a sembrar esta paz, que va mucho más allá de las bendiciones que promete este mundo: abundancia, bienestar, ocio, espectáculo. La paz de Dios que tú llevarás es fraternidad, servicio, alegría, esperanza. Una vida y una felicidad infinitamente más duradera y más abundante que la que da el mundo.
Pregúntate: ¿eres tú, con tu vida, sembrador de esta paz de Dios?
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te lleve a unirte más y más a Jesús, a acoger su Santo Espíritu, a inundarte de su paz y a llevarla a tus hermanos en forma de entrega, de servicio y de esperanza.
ORACIÓN
Señor Jesús, dame tu Santo Espíritu. No dejes que, como los discípulos, se turbe mi corazón, sino que sienta siempre fuerte tu presencia y tu amor. Que tu paz habite en mi corazón y puedas tú sanar así ese pesimismo o negatividad que a veces se me cuela. Tú eres mi paz, Señor.