Evangelio del día 26 mayo 2025 (También vosotros daréis testimonio)
Lunes de la 6ª Semana de Pascua
EVANGELIO (Juan 15, 26 – 16, 4)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he hablado de esto, para que no os escandalicéis.
«También vosotros daréis testimonio».
Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho. No os dije estas cosas desde el principio porque estaba con vosotros».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
En el evangelio de hoy, cuando quedan menos de dos semanas para la celebración de la solemnidad de Pentecostés, la gran fiesta de la venida del Espíritu Santo, Jesús anticipa que ese Paráclito dará testimonio de él y que tú, con esa misma fuerza del Espíritu, también lo harás.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Juan, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, quiero detenerme en esa palabra que utiliza el evangelista san Juan (de hecho, es el único evangelista que lo hace) para denominar al Espíritu Santo: “Paráclito”. Una palabra de origen griego que puede traducirse como abogado, mediador, defensor o, más comúnmente, consolador, el que consuela a los fieles. El Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad, no se define por unos rasgos distintivos, sino por su función, por su misión. Él es el que te defiende, el que te consuela, el que te sostiene con su fuerza. ¡Qué olvidado está el Espíritu Santo en la vida cristiana y, sin embargo, qué importante, qué vital es! Seguro que has escuchado esa preciosa secuencia de Pentecostés, que recoge la idea de Espíritu Santo Paráclito, es decir, fortaleza y consuelo.
Saboréala: “Ven, Espíritu Santo, manda tu luz desde el cielo, padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido, luz que penetras las almas, fuente del mayor consuelo”.
En segundo lugar, quiero que te fijes en estas palabras de Jesús hoy: “Cuando venga el Paráclito, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio”. Dar testimonio de Jesús no es una cuestión únicamente de Dios, que ya ha acreditado a Jesús resucitándole. La vida entera de Jesús con su resurrección ha recibido un sí de Dios, un sí de “él es el Mesías”, un sí de “él es el Hijo de Dios”, un sí de “él es el camino, la verdad y la vida”. El testimonio a favor de Jesús no es solo cosa de Dios, de su Santo Espíritu, también es cosa tuya o, mejor dicho, tuya con la fuerza del Espíritu. De hecho, tu vida puede definirse como la vida de un testigo de Jesús, en la que palabras y obras tienen que dar cuenta de él.
Por eso, pregúntate: ¿tus palabras y obras dan testimonio de ese Jesús que pasó por el mundo haciendo el bien, sanando, sembrando misericordia y ternura a raudales?
En tercer lugar, Jesús deja muy claro que ese testimonio no va a ser un camino de rosas. Claro que cuentas con la fuerza insuperable del Espíritu, pero ello supondrá, primero, que te descentres, que pongas a Dios y al hermano en el centro, que abandones egoísmos, comodidades, esos planes que te habías hecho; y, por si fuera poco, asumas la persecución del mundo: burlas, incomprensión, incluso muerte. Jesús te advierte para que no te escandalices, es decir, para que no tropieces, que eso significa la palabra “escandalon”: piedra de tropiezo. “Llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho”. Pero no estás solo, cuentas con la presencia inexpugnable de Cristo, de su Santo Espíritu.
Lo importante es que te preguntes: ¿estás dispuesto a ser testigo de Jesús, aunque tengas que cargar con ese peso, con esa cruz?
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te lleve a experimentar la presencia del Espíritu Santo Paráclito en tu corazón, su consuelo, su fortaleza. Y, confiándote a Dios, te decidas a ser testigo de Jesús, cueste lo que cueste.
ORACIÓN
Señor Jesús, quizá te sigo demasiado cómodamente. Te pido por eso que me des radicalidad, que me hagas comprometerme de verdad contigo y con tu Buena Noticia. Quiero seguirte y servirte, tú lo sabes. Por eso, Jesús, te pido: dame tu Santo Espíritu, su fortaleza y su consuelo.