Evangelio del día 11 noviembre 2025 (Somos siervos inútiles)

Martes de la 32ª Semana del Tiempo Ordinario

EVANGELIO (Lucas 17, 7-10)

En aquel tiempo, dijo Jesús: ¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida, ven y ponte a la mesa”? ¿No le diréis más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”?

«Decid: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

 

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

En el evangelio de hoy, Jesús presenta, en forma de parábola, nuestra condición de siervos. No eres un esclavo servil de un señor tirano, sino siervo amigo de un amo que es un Padre bueno y misericordioso, al que no tienes que presentarle méritos para ganarte su favor, porque con él lo tienes ya todo, de antemano, ganado.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este texto del evangelio de Lucas, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, Jesús traza una parábola o sencilla imagen para decirte que eres siervo de Dios. Y no es él, sino tú, quien tienes que estar agradecido por serlo. Que seas siervo de Dios es un privilegio inmerecido, una grandeza que no te obliga a servir a una voluntad caprichosa, sino que te hace partícipe de sus cosas, como el amigo que comparte todo con su amigo. Lo dirá Jesús en otro lado: “Ya no os llamo siervos, sino amigos, porque a vosotros os he dado a conocer todas las cosas de mi padre”. Lo sabes bien: servir a otros señores (el dinero, el éxito, la superficialidad) te empequeñece, te hace dependiente, te ata y te esclaviza. Por el contrario, servir a Dios te engrandece, te hace digno hijo y amigo de Dios, te llena de paz y de alegría, te asemeja a Cristo Jesús. El de servidor es quizá el título más digno que puedes tener. Jesús se da este nombre a sí mismo cuando dice: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve”, “El hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir”. También lo hace María: “He aquí la sierva, la esclava del Señor”.

¿Te sientes siervo de Dios? ¿Entiendes tu vida como existencia al servicio del Reino de Dios? ¿O, más bien, crees que te sirves solo a ti mismo?

En segundo lugar, con estas palabras, parece Jesús estar respondiendo a esa actitud que tendrían algunos de presentar méritos al Señor. Esos son los fariseos, que quieren hacer valer sus derechos ante Dios. Una actitud legalista, mercantilista, como si Dios respondiera premiando méritos. El evangelio es todo lo contrario. Es presentar pobreza para recibir riqueza; es reconocer el pecado para recibir misericordia; es saberse pequeño para ser hecho grande; es saberse dependiente y necesitado de Dios para que él llene el corazón por completo. Jesús, pidiéndote que seas “siervo inútil” está pensando en ese servicio de los amigos que, desinteresadamente, con un amor incondicional, participan de las cosas de Dios como si fueran suyas propias. Lo vives cotidianamente con tus amigos, esos que te ayudan con las cosas pesadas y que no pasan factura, que sabes que puedes contar con ellos, con lo que son y tienen, que simplemente están ahí, y que no presumen ni llevan cuenta de los favores que te han hecho. Pues así, como tus mejores amigos, así ha de ser el auténtico discípulo de Cristo: siervo amigo, siervo generoso, siervo, en definitiva, inútil, porque no lleva cuentas, porque lo suyo no es el mercantilismo o la utilidad, sino el amor desinteresado, la generosidad.

¿Llevas cuenta tú de tus méritos ante Dios? ¿O tienes conciencia de ser siervo inútil, que simplemente hace lo que tiene que hacer?

En tercer lugar, hay que añadir una cosa más. No solo no debes pasar factura a Dios de tus actos, porque él ya los conoce; no solo ha de ser el tuyo un corazón generoso y desinteresado, sino que tienes que saber que todas tus obras son en realidad obra suya, obra de Dios. ¿Quién te ha dado la vida? ¿Quién te ha dado tus cualidades? ¿Quién pone la palabra en tu boca? ¿Quién te da la fuerza y el ánimo y la voluntad y las ganas y la ilusión y la esperanza? Todo es suyo. Es Dios quien obra en ti.

CONCLUSIÓN

Pues que el evangelio de hoy sea una ocasión para que renueves tu vocación de servidor de Dios, de siervo de su reino de amor y de justicia. Abandona toda presunción y soberbia, olvida tus méritos, porque no son tales. En definitiva, dile hoy de corazón: “Siervo inútil soy, Señor; hago solo lo que tengo que hacer”.

Botón volver arriba