Evangelio del día 5 octubre 2025 (Si tuvierais fe como un granito de mostaza)

Domingo de la 27ª Semana del Tiempo Ordinario (Ciclo C)

EVANGELIO (Lucas 17, 5-10)

Eos apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.

«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y os obedecería».

¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: ‘Enseguida, ven y ponte a la mesa’? ¿No le diréis más bien: ‘Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú’? ¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer’».

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

El evangelio de Lucas para este domingo, día del Señor, nos muestra dos temas relacionados: uno, el poder de la fe, capaz de obrar maravillas; y dos, nuestra vocación de siervos del Señor: nuestra vida es una vida de servicio a la fe. Ser siervos de Dios no es algo artificial, añadido, ni siquiera meritorio, sino algo de nuestro propio ser. Se trata, en definitiva, de algo ineludible, de un deber que, al mismo tiempo, nos da la vida y nos plenifica. Lo explicita muy bien san Pablo en su primera carta a los Corintios: “Predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!”.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito del evangelio de este domingo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, quisiera hacer una consideración general, aunque no esté directamente relacionada con el Evangelio. Quiero hablar de la importancia de la Palabra de Dios en la vida del cristiano.

¿Lees el evangelio a menudo? ¿Lo meditas? ¿Dejas que toque tu corazón?

Seguro que te ha pasado muchas veces que vas a misa y, despistado con la cabeza en otra parte, pasa la primera lectura, el salmo, la segunda lectura y el evangelio y apenas has prestado atención. Hay quien piensa que lo vital es comulgar, y no le quitaré ninguna manera importancia, pero se olvida de que en misa hay dos mesas: la mesa de la Palabra (en que Dios nos alimenta con su Palabra de vida) y la mesa de la Eucaristía (en que Dios nos alimenta con el Cuerpo de Cristo). Si quieres que tu vida cambie y se asemeje a la de Jesús, lee con frecuencia el evangelio, prepara las lecturas antes de la eucaristía, piensa qué te dicen a ti aquí y ahora. Después, escucharlas de nuevo en misa, junto con la explicación del sacerdote, hará que resuenen en ti nuevas claves o que refuerces  las que ya traías.

En segundo lugar, quiero fijarme en estas palabras de Jesús: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y os obedecería”. Jesús está ensalzando el poder de la fe, que es capaz de conseguir incluso lo más impensable. La fe es, en primer lugar, confianza. Se trata de confiar en Dios, de fiarte de él. ¿Has visto esos niños que, con absoluta confianza, se lanzan una y otra vez en los brazos de sus padres? No tienen ni un asomo de duda.

¿Estás tú dispuesto a lanzarte en los brazos de Dios? ¿Te fías de él? ¿Crees verdaderamente que Dios, y solo Dios, puede darte la vida que necesitas, el perdón, el sentido y la vida eterna?

Y la fe es también fidelidad. Es estar dispuesto a vivir según la voluntad de Dios, a ser testigo suyo en medio de nuestro mundo; es ser de él y no de otros dioses que nos quitan la verdadera vida.

¿Eres fiel a Dios? ¿Haces vida su Palabra? ¿Hablas maravillas de Dios?

Porque ser fiel a él es amarle más que a nada y también amarle en nuestros hermanos.

En tercer lugar, están estas palabras de Jesús: “Cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer’”. Por el bautismo, somos hijos de Dios y también, con Jesús, siervos suyos. Jesús es el Siervo de Dios con mayúscula. Y nosotros, como él, también lo somos. Servimos a su Reino, a su Palabra, amamos como él amó, damos testimonio de su presencia. Eso sí, somos siervos hijos, no esclavos serviles. Los siervos de Dios tenemos el tesoro de su presencia y dignidad de hijos. Ser siervos de Dios es lo más grande que puede haber. De hecho, la misma Virgen María exclamó ante el ángel: “He aquí la esclava del Señor”. Lo cierto es que somos servidores muy pobres, como dice el evangelio de hoy: “Siervos inútiles somos”. Nos despistamos a menudo, somos olvidadizos de las cosas de Dios, incluso a veces nos perdemos. Por eso, no hay motivo para la soberbia ni para la presunción. Hacemos lo que tenemos que hacer. Incluso lo que hacemos en su nombre lo hacemos con otra fuerza, la del Espíritu Santo. 

CONCLUSIÓN

Pues que la Palabra de Dios siga acrecentando tu fe, tu confianza en Dios, te haga fiel a su Palabra y te dé la fortaleza para ser siervo suyo hasta el final.

Botón volver arriba