Evangelio del día 1 julio 2025 (¡Señor, sálvanos, que perecemos!)

Martes de la 13ª Semana del Tiempo Ordinario

EVANGELIO (Mateo 8, 23-27)

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!».

«Increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma».

Él les dice: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

El evangelio de hoy nos presenta a Jesús en la barca con sus discípulos, en medio de una gran tempestad. Jesús está dormido, aparentemente ajeno a lo que ocurre. Pero nada más lejos de la realidad: pronto se pone en pie, increpa al viento y al mar y trae la calma. ¿Y si fuera este acontecimiento toda una parábola de la vida de la Iglesia, de tu propia vida?

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este texto del evangelio de Mateo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, vemos a Jesús en la barca con los discípulos, en medio de una fuerte tempestad, que amenaza con hacerles naufragar. Lo dice expresamente el evangelio: “Se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas”. Se trata de una imagen de la Iglesia, tantas veces zarandeada por un mundo hostil, por la increencia o por sus propios pecados. Pero esa barca es también tu vida. ¡Cuántas veces te has sentido en medio de una tempestad, traspasado por el día a día: estrés, esfuerzo, exigencias o rodeado de vientos de tristeza, soledad o desesperanza! El mar de tu vida parece encresparse, tu vida transcurre en tempestad.

¿Será que Dios está ausente, que Jesús no te alcanza? ¿Acabará todo en un naufragio? La respuesta es rotunda: no.

En segundo lugar, quiero que centres tu mirada en Jesús. Nos dice el evangelio: “Jesús dormía”. Ante el clamor de los discípulos, se pone en pie y se hace la calma. Si pones tu fe en Cristo, él obrará el milagro. Él tiene todo el poder y así lo expresan los discípulos: “¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?”. Pídele, por tanto, su ayuda. Dile como los discípulos en medio de la tempestad: “¡Señor, sálvame, que perezco, te necesito!”. Confía en él y amainará el viento que te hace tambalear; enmudecerá los ruidos que te inquietan y traerá a tu corazón la paz y la calma que buscas. Él está por encima de toda dificultad, de toda prueba y de todo sufrimiento. Él es el consuelo, la paz, la vida.

Pregúntate: ¿tienes fe en que las tempestades que te amenazan no podrán contigo, porque el Señor no duerme sino que te sostiene, y te quiere fortalecer y regalar paz y vida?

En tercer lugar, creo que lo más importante son las palabras que Jesús dirige a sus discípulos en medio de esa tempestad: “¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?”. Aquí brillan dos ideas: el miedo y la fe. Y están íntimamente relacionadas. Las palabras de Jesús no quieren ser un reproche. Ese “¿Por qué tenéis miedo?” es en realidad esa misma expresión que tantas veces aparece en sus labios en el evangelio: “¡No tengáis miedo!”. Y, a continuación, te da la clave para que los miedos se disipen: no seas hombre de poca fe, ten fe, confía en él. Si reconoces a Jesús en tu vida, si te dejas guiar por él, animar y confortar por su presencia y sus palabras, se obrará el milagro que nos describe el evangelio. Ese mar que amenazaba con hacer desaparecer entre las olas la barca de tu vida, dará lugar a una gran calma. Ni siquiera la noche más cerrada ni el tiempo más contrario te harán naufragar. Ni sucumbirás a los miedos, porque con él navegas sereno. Y tus cansancios se harán más llevaderos. Convéncete: él es el mejor aliado en los sufrimientos y pruebas de este mar de la vida, tantas veces tempestuoso.

Medita: ¿sientes que Jesús trae a tu vida fortaleza en la dificultad y paz en las pruebas, que él te dice: “¿No tengas miedo, ten fe”?

CONCLUSIÓN

Pues que este evangelio sea fortaleza para ti en medio de la dificultad, y también un recordatorio de que él no está dormido ante tus problemas, sino activo, sosteniéndote y poniendo paz en tu corazón.

ORACIÓN

Señor Jesús, la barca de mi vida discurre en ocasiones en medio de las tormentas. A veces, por mi falta de fe, me has parecido dormido. Pero sé bien, aunque sea echando la vista atrás, que tú estabas de pie, llevándome en brazos, dándome fuerzas para remar, amainando el viento y la tormenta y trayendo a mí paz y calma. Gracias, Jesús.

Botón volver arriba