Misterios Dolorosos
Santo Rosario (Martes y Viernes)
PRIMER MISTERIO | La oración de Jesús en el huerto
Meditación: Durante este misterio, medita esas palabras de Jesús: “mi alma está triste”. Dios te sostiene también en tus momentos de tristeza y angustia. Y también te llama a qué tú des fuerza y consuelo a los que sufren.
SEGUNDO MISTERIO | La flagelación de Jesús
Meditación: Durante este misterio, medita: también tú azotas a Jesús cada vez que juzgas, criticas, rechazas y condenas a tus hermanos, cada vez que desoyes la palabra de Dios y te entregas al egoísmo y la superficialidad.
TERCER MISTERIO | La coronación de espinas
Meditación: Durante este misterio, medita: la corona de tu rey no es de oro, sino de espinas; por cetro, tiene una caña y su manto es una burla. Camina como él por la senda de la humildad, la paciencia y el amor.
CUARTO MISTERIO | Jesús con la cruz a cuestas
Meditación: Durante este misterio, medita: Jesús lleva sobre sus hombres tus pecados, tus debilidades, tus sufrimientos. Él te quiere libre, fuerte, feliz. Arrima tú también el hombro: ayuda a tus hermanos a llevar su cruz.
QUINTO MISTERIO | La crucifixión y muerte de Jesús
Meditación: Durante este misterio, medita: Jesús muere perdonando y confiándose a Dios. Perdona de corazón tú también a los que te han ofendido, libérate de todo rencor y odio. Y confía a Dios, como Jesús, tu vida entera.
El Rosario de la Virgen María, difundido gradualmente en el segundo Milenio bajo el soplo del Espíritu de Dios, es una oración apreciada por numerosos Santos y fomentada por el Magisterio de la Iglesia. En su sencillez y profundidad, sigue siendo una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad. Se encuadra bien en el camino espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada de la novedad de los orígenes, y se siente empujado por el Espíritu de Dios a «remar mar adentro», para anunciar, más aún, ‘proclamar’ a Cristo al mundo como Señor y Salvador, «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6), el «fin de la historia humana, el punto en el que convergen los deseos de la historia y de la civilización». El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio. En él resuena la oración de María, su perenne Magnificat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor.
(Juan Pablo II, Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, 2002)