Evangelio del día 27 junio 2025 (Sagrado Corazón de Jesús)

Evangelio y Reflexión

EVANGELIO (Lucas 15, 3-7)

En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos y escribas esta parábola: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra?

«¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido».

Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”. Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

Hoy la Iglesia celebra la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Una devoción extendida durante siglos en el pueblo de Dios, que ha visto en el corazón de Jesús toda la potencia y la ternura de Dios por cada uno de nosotros, como un símbolo de amor divino. Un amor dispuesto a todo, como dice el evangelio de Juan: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. En esta fiesta, por tanto, celebremos ese inmenso amor de Dios por nosotros, por ti, en Jesús.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de esta solemnidad y del texto del evangelio de Lucas que nos ofrece, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, aunque algunos pudieran pensar que esta devoción al Sagrado Corazón de Jesús está obsoleta o es cosa del pasado, nada más lejos de la realidad. Al contrario, esta imagen del corazón como lugar de los sentimientos, del amor, de la gracia de Dios, está muy arraigada en la Escritura. El profeta Ezequiel nos dice en su libro estas palabras de Dios: “Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”. Hoy la Iglesia te invita a que mires el corazón de Jesús para que te fascines con el inmenso amor de Dios; más aún, para que aprendas a amar con él y como él. Y ese amor se revela, como nos dice el texto de hoy, particularmente a los perdidos, a los pecadores. Y lo hace en forma de amor gratuito e incondicional, de cercanía y de misericordia. A los más necesitados Jesús quiere abrirles su corazón. Lo dice a lo largo del evangelio: “No he venido a juzgar, sino a salvar, a dar vida”. Por eso, no temas. Ve a él. Lo encontrarás con los brazos abiertos para acogerte con suavidad, mimarte, acariciarte, consolarte. Verás que, como el buen pastor del evangelio de hoy, te cargará sobre sus hombros, muy contento. Así es Jesús. Así es tu Dios.

Pero pregúntate: ¿temes acercarte a él? ¿Has experimentado de verdad la grandeza de su corazón, su cercanía, su acogida, sus caricias?

En segundo lugar, Jesús nos revela en este evangelio cómo es su corazón. Él no es un Señor elitista, que cuida solo de los perfectos, de los puros, de los que lo hacen todo bien. No. Él es ese pastor que siente pasión por cada una de sus ovejas, y que tiene especial cariño y cuidado con los últimos, con los más débiles, los más pecadores. Hasta el punto de que, como nos dice el evangelio de hoy, es capaz de dejar las noventa y nueve en el desierto e ir tras la descarriada, hasta que la encuentra. Y, cuando la encuentra, no la reprende con severidad, no la humilla, sino que la carga sobre sus hombros. Así es Jesús, así es nuestro Dios. Y así has de ser tú: misericordioso, compasivo, tierno. Además, si vives con un corazón semejante al de Jesús, tu vida se llenará de alegría. En esta alegría insiste el texto de hoy hasta en tres ocasiones, con expresiones como: “Se carga sobre los hombros la oveja, muy contento; dice a amigos y vecinos: ‘¡Alegraos conmigo!’”. Y concluye: “Os digo que así también habrá más alegría en el cielo”.

Pregúntate: ¿te dejas cautivar por este corazón precioso de Jesús? Tu corazón, ¿se parece algo al de Jesús?

En tercer lugar, me gustaría traer a colación una de las frases más famosas de la historia de la cristiandad, una frase preciosa de san Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Hay en tu corazón un movimiento de inquietud, de búsqueda, que solo hallará descanso en el corazón de Jesús, en Dios. Solo en él hallarás consuelo, serenidad y paz. ¡Cuántas veces has buscado felicidad y plenitud donde no estaba: diversiones, trivialidades, bajezas! Y esas aguas estancadas te pusieron malo, te trajeron vacío y nada. Jesús, por el contrario, es la fuente cristalina donde puedes saciar tu sed. Esa agua es el hogar donde hay verdadero descanso. Tírate en sus brazos, reposa tu cabeza en su pecho, escucha el latir de su corazón, deja que él traiga paz a ti. Solo él puede saciar esa inquietud, ese ansia de tu corazón. Párate un momento y haz memoria de las veces que has bebido agua estancada y piensa qué trajo eso a tu vida.

Piensa después en el agua cristalina de Jesús y dale gracias por esa paz y esa felicidad que sientes con él.

CONCLUSIÓN

Pues que esta fiesta y este evangelio no solo te lleven a buscar a Jesús con todas tus fuerzas, a reposar en su regazo y sentir su consuelo y su alivio, sino que te ayuden a ir haciendo de tu corazón, como el de Jesús, un corazón de carne, un corazón capaz de amar hasta el extremo.

ORACIÓN

Señor Jesús, eres maravilloso. Gracias por ser descanso en mis cansancios. Gracias por llenarme de tu amor. Gracias por abrir tu corazón para acoger mi pequeñez, mis pecados, mi cansancio. Hoy te pido que hagas de mi corazón uno semejante al tuyo. Y que jamás me vaya de tu lado, porque sé que ahí, en tu corazón, encuentro lo que siempre he deseado.

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