Evangelio del día 26 abril 2025 (Se apareció Jesús a los Once)

Sábado de la Octava de Pascua

EVANGELIO (Marcos 16, 9-15)

Resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.

«Proclamad el Evangelio a toda la creación».

Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

En el evangelio de hoy, se nos ofrece un resumen o síntesis de estos primeros días de Pascua, de las apariciones de Jesús. No puede concluir más que con el envío misionero: «Id y compartid con todos esta Buena Noticia de alegría y salvación.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este texto del evangelio de Marcos, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, como he anticipado, el texto de hoy hace, por así decirlo, un recuento de apariciones de Jesús resucitado: María Magdalena, los discípulos de Emaús y, finalmente, los Once. San Pablo, en su primera carta a los Corintios, continúa: Se apareció a Cefas (es decir, a Pedro), después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, después a Santiago, más tarde a todos los apóstoles. Y, por último, se me apareció también a mí. Y a lo largo de la historia, Cristo resucitado se ha dado a conocer también a miles y miles de hombres y mujeres en medio de su cotidianidad y, también, de sus dificultades y pecados. Cristo también quiere hacerse el encontradizo contigo. Lo ha hecho ya en diversas circunstancias y quiere seguir haciéndolo.

Permanece unos segundos en silencio y haz memoria de aquellas ocasiones en que, de modo especial, se ha hecho y se hace presente ante ti.

En segundo lugar, no puede pasar desapercibida una referencia del texto de hoy: “Se apareció Jesús a los Once cuando estaban a la mesa. Cuando estaban a la mesa«. Había ocurrido lo mismo con los discípulos de Emaús. Nos decía San Lucas evangelista: «Tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Y ayer, según el evangelio de Juan, Jesús se aparecía a siete discípulos en la orilla del lago de Tiberíades. Y nos decía el texto: «Al llegar a tierra, vieron unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: Vamos, almorzad’. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio. Siempre, aunque sea de manera velada, se presenta Jesús resucitado en el don, en el misterio, de la eucaristía; en ese pan partido y repartido que no es solo una parábola de la vida de Jesús y de lo que ha de ser tu propia vida (es decir, una vida partida, entregada), sino que es presencia real de Jesús en medio de los suyos. Presencia que nos une a él, que nos hace uno con él, nos une a nuestros hermanos y nos fortalece. 

¿Reconoces a Jesús en la misa? ¿Adoras a Cristo en la eucaristía? Y, más aún, cuando en comunidad celebras la eucaristía, ¿te sientes transformado y lanzado a ser tú mismo eucaristía, pan partido y repartido que alimenta a otros?

En tercer lugar, todas las apariciones que hemos visto estos días siguen una dinámica semejante. Jesús, por pura iniciativa suya, se hace ver a sus discípulos de manera sorpresiva. No es un sueño, ni una ilusión, ni una alucinación colectiva. Es real, entre otras cosas porque casi nunca es reconocido a la primera. Los discípulos dudan, les cuesta creer, pero, después de un tiempo, lo reconocen y creen en él. Finalmente, reciben el mandato de, en comunidad, anunciar la Buena Noticia. Esta dinámica se repite en ti. Tú no eres diferente a ellos. Por el bautismo eres también discípulo y apóstol. El Señor ha tomado también contigo la iniciativa, has tenido experiencia del Resucitado y, como aquellos discípulos, has dudado, también has necesitado tiempo para reconocerle. Otras veces lo has reconocido a toro pasado, mirando hacia atrás. ¡Cuántas veces hemos exclamado: “El Señor estuvo presente ahí”!

Y ahora la pregunta es: ¿te sientes enviado por él? Porque él dice hoy: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. Hoy te dice a ti: «Ve a los tuyos (familia, amigos, pareja, hijos, vecinos, compañeros de estudio o de trabajo), y da testimonio de que estoy vivo y de que tú eres testigo de esta esperanza. ¿Estás dispuesto a acoger esta llamada?

CONCLUSIÓN

Pues que este evangelio te lleve a reconocer, aun en medio de dudas y debilidades, la presencia del Resucitado en tu vida. Y que, con sencillez y honestidad, sin grandilocuencias, des testimonio de él. Que con san Pablo puedas decir a todos: «Finalmente, se apareció a mí«.

ORACIÓN

Señor Jesús, hazte presente en mi vida. Dame fe para que te vea en tu Palabra, en la Eucaristía, en el pobre, en las circunstancias de la vida. Y que, a pesar de mis egoísmos, de mi vergüenza, pereza, orgullo, deje ver a los demás que tú vives en mí.

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