Evangelio del día 30 septiembre 2025 (¿Quieres que digamos que baje fuego del cielo?)

Martes de la 26ª Semana del Tiempo Ordinario

EVANGELIO (Lucas 9, 51-56)

Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de caminar a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él. Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.

«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».

Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». El se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.

 

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

El texto que nos ofrece el evangelio de hoy nos dice que Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Acompañado por sus discípulos, de paso por Samaría, es mal recibido por sus habitantes, al saber que eran peregrinos en camino hacia Jerusalén. La reacción de Santiago y Juan deja a cualquiera de piedra: “¿Quieres, Señor, que hagamos llover fuego sobre ellos?”.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito del evangelio de hoy, me gustaría plantear tres sencillas reflexiones:

En primer lugar, nos dice el texto que Jesús toma la decisión de ir a Jerusalén. Jerusalén es la ciudad santa, lugar donde mueren los profetas. Jesús podía haber evitado su destino trágico de muerte en la cruz, pero no lo hace. Sabe que ha de dar testimonio del Dios Padre bueno hasta el final y, particularmente, en el corazón del judaísmo, Jerusalén. Hacerlo le costará la vida. Nosotros, por el contrario, somos bastante cobardes en lo que a la fe y al testimonio se refiere.

¿Cuántas veces te has quedado callado cuando tenías que haber dado testimonio de tu fe? ¿Cuántas veces has esquivado compromisos para vivir una vida cristiana más coherente? ¿No llevas una vida demasiado poco arriesgada, tan oculta que a veces ni siquiera tus vecinos y compañeros de trabajo conocen que eres cristiano, que Jesús está en el centro de tu vida?

En segundo lugar, conviene indicar que los samaritanos y los judíos no se entendían. De hecho, los samaritanos eran considerados por los judíos como impuros, entre otras razones porque adoraban a Dios en el Monte Garizim, y no en el monte santo del Templo de Jerusalén. Ir a Jerusalén desde Galilea exigía pasar por la tierra de los samaritanos. Estos, al saber que Jesús y sus discípulos iban al Templo, les tratan con desprecio, incluso con rechazo. Nosotros hacemos algo semejante con aquellos que son diferentes a nosotros. ¡Cuántas veces tratamos con desprecio a nuestros hermanos! Pensemos en inmigrantes, marginados, pecadores, enfermos o, simplemente, personas diferentes.

¿Cómo tratas a tus hermanos “diferentes”? ¿Acoges a todos en su diversidad? Como hijo de Dios, ¿eres de los que tienden puentes con aquellos que están “al otro lado”?

No olvides que, por el bautismo, participas del sacerdocio común de los fieles. Eres, por tanto, “pontífice”, es decir, puente entre Dios y tus hermanos. Tiende, por tanto, la mano, acoge, incluye, ama.

En tercer lugar, quiero centrarme en la reacción de Santiago y de Juan. Ante la falta de acogida de los samaritanos, exclaman: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?”. Estos hermanos, Santiago y Juan, eran, de hecho, conocidos como Boanerges, es decir, “hijos del trueno”. Algunos expertos hablan incluso de que podrían haber pertenecido o, como mínimo, “tonteado” con ese grupo de zelotes, es decir, esos radicales judíos celosos de la ley, partidarios de la violencia para la liberar a Israel del yugo romano. Sea como sea, lo que más llama la atención es la salida de tono de estos discípulos. ¿Cómo responden con esa violencia? ¿Es que no conocen a Jesús? ¿No escuchan sus palabras? ¿No han entendido que Jesús, como dice la Carta a los Efesios, es nuestra paz? Él es el pacificador. Precisamente, las palabras de Jesús, al presentarse resucitado ante sus discípulos, serán: Shalom, es decir, “paz a vosotros”. Jesús, como no podía ser de otra manera, regaña a estos hijos del trueno. Él es el que trae entendimiento y unidad. Donde está Jesús, reina la paz.

¿Cómo es tu carácter? ¿Eres pacífico o eres fácilmente irascible? ¿Eres rencoroso y vengativo o contagias paz y serenidad?

CONCLUSIÓN

Pues que el evangelio de hoy nos ayude a vivir una vida más coherente, incluso más arriesgada, por Jesús. Y que nos siga recordando que nuestra vocación es la de la acogida, el entendimiento, la serenidad y la paz. Hoy tú eres llamado a ser puente y constructor de un mundo donde reine Jesús, donde reine la paz.

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