Evangelio del día 14 octubre 2025 (Por dentro rebosáis de rapiña y maldad)

Martes de la 28ª Semana del Tiempo Ordinario

EVANGELIO (Lucas 11, 37-41)

Enn aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar, un fariseo le rogó que fuese a comer con él. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad.

«Dad limosna de lo que hay dentro, y lo tendréis limpio todo».

¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Con todo, dad limosna de lo que hay dentro, y lo tendréis limpio todo.

 

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

El evangelio de hoy sitúa a Jesús en casa de un fariseo, de esos que se consideraban justos, puros, grandes cumplidores de la ley. El fariseo se sorprende de que Jesús no cumpla esa práctica, no higiénica, sino ritual, típicamente judía, de lavarse las manos antes de comer. Eso le sirve al Señor para lanzar a los fariseos unas durísimas acusaciones. Con estas palabras te previene hoy también a ti, una vez más, ante la hipocresía y te marca el camino de la autenticidad, de la generosidad, de la solidaridad.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este texto del evangelio de Lucas, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, para entender bien este texto, conviene recordar una vez más que los judíos, de acuerdo a su ley y  tradiciones, vivían realmente preocupados por lo puro y lo impuro. Una pureza que no se refería solo a la limpieza externa o a la higiene, sino a una pureza asociada a Dios, una pureza ritual. De acuerdo con esta visión, los impuros no tendrían nada que hacer con Dios. Además, según esta concepción, no solo habría realidades impuras (como los alimentos, piénsese en el cerdo), sino personas impuras (por ejemplo, los leprosos o una mujer durante su periodo), también profesiones impuras (por ejemplo, los porquerizos por su relación con los cerdos o los publicanos por su relación con el dinero). Esta visión de la realidad llevaba a los judíos, y sobre todo a los fariseos, cumplidores de la ley hasta el extremo, a despreciar toda aquella realidad impura (cosas y personas) como no queridas por Dios. Hoy el evangelio nos dice que ese fariseo que había invitado a Jesús a su casa se sorprendió al ver que el Señor no se lavaba las manos antes de comer. Insisto, no se trata de una cuestión higiénica o de salud, sino de un asunto religioso: ser o no puro ante Dios. Con ese cuestionamiento, el fariseo estaría dando a entender que Jesús es un impuro, es decir, un pecador. Detente un momento. A veces tú también, en la vivencia de tu fe cristiana, te enredas en asuntos y tradiciones que poco tienen que ver con el núcleo de la Buena Noticia del Evangelio. También te pasa como a este fariseo, que en vez de alegrarse enormemente por la visita de Jesús, se centra en detalles nimios que acaban deslizándole hacia la crítica y que le roban la alegría, que le hacen vivir amargado.

Pregúntate: ¿tienes tú algo también de legalista? ¿Te fijas en detalles externos y secundarios? ¿Juzgas por ello a los demás? ¿Habitas más en la crítica que en la alegría?

En segundo lugar, la preocupación de este fariseo legalista, tan centrado en el cumplimiento externo, le sirve a Jesús para dirigir su mirada a lo esencial. Dice el Señor: “Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad”. Jesús hace referencia a estas purificaciones de la copa y el plato, para poner en evidencia que estos judíos se esmeran mucho en el lavado exterior de sus manos, de diferentes objetos, pero olvidan la rectitud interior. Estaría además desenmascarándolos: parecen muy puros por fuera, pero por dentro están llenos de pecado. Y añade Jesús: “¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro?”. La expresión, que resulta oscura en un primer momento, es sin embargo clara. Jesús está mostrando que el hombre ante Dios es puro por dentro y por fuera, y que la cuestión de lavarse o no las manos no es la que hace que el hombre sea puro o impuro ante Dios. Como enfatizará en otro lugar, lo que mancha al ser humano es el egoísmo, los malos pensamientos, las envidias, el orgullo, los intereses, el rechazo del prójimo. Jesús está poniendo el foco así, no en la limpieza de manos, sino en la limpieza del corazón, como sentenciará bellamente en las bienaventuranzas: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”.

Asómate un momento a tu corazón. Quizá parezcas bueno, justo, puro por fuera, ¿pero hay verdaderamente justicia y bondad en tu ser? 

En tercer lugar, quiero detenerme en esa última frase de Jesús: “Con todo, dad limosna de lo que hay dentro, y lo tendréis limpio todo”. Jesús está diciendo a los fariseos: dad limosna de lo que hay dentro de esos recipientes que tanto purificáis y estaréis limpios de verdad, es decir, seréis puros ante Dios. La limosna, el compartir con los que menos tienen, la generosidad, la solidaridad, es lo que te hará puro ante Dios, lo que sacará brillo a tu corazón, no esas prácticas externas, esas purificaciones, tantas veces vacías. Quizá estas palabras te toquen fuertemente. Y quizá seas tú muy buen cumplidor, pero reacio a compartir tus bienes con los que menos tienen, a veces ni siquiera dispuesto a dar de lo que te sobra.

Por eso, pregúntate: ¿eres puro ante Dios en este sentido, es decir, eres generoso en tus limosnas, eres solidario y compasivo?

CONCLUSIÓN

Pues que este evangelio te lleve a huir de toda clase de hipocresía, a no poner tu centro en detalles secundarios, a liberarte del juicio permanente y a purificar tu corazón con gestos de verdadera generosidad y solidaridad.

ORACIÓN

Señor Jesús, me pasa muy a menudo. A veces mi fe transita por caminos de cumplimiento externo, de prácticas que a veces ni rozan mi corazón. Fácilmente olvido la compasión, la misericordia, esa generosidad que tú me pides que tenga con mis hermanos. Por eso hoy te pido: enséñame, Jesús, a ser como tú.

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