Evangelio del día 29 enero 2025 (Salió el sembrador a sembrar)

Evangelio y Reflexión

EVANGELIO

Miércoles de la 3ª Semana del Tiempo Ordinario
(Marcos 4, 1-20)

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó; y el gentío se quedó en tierra junto al mar. Les enseñaba muchas cosas con parábolas y les decía instruyéndolos: «Escuchad: salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; los abrojos crecieron, la ahogaron y no dio grano. El resto cayó en tierra buena; nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno». Y añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga». Cuando se quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”». Y añadió: «¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a conocer todas las demás?

«…escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; estos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

En el evangelio de hoy, Jesús nos regala una de sus parábolas más célebres: la del sembrador. Jesús usa imágenes sugerentes para hacernos comprensibles los secretos del Reino de Dios. El evangelio de hoy incorpora además la interpretación de esta parábola del sembrador, pero lo cierto es que existen otras interpretaciones, porque las parábolas, por definición, siempre tienen diversos puntos de comparación. Por eso, abre tu corazón para acoger ese sentido profundo que tiene esta parábola de parte de Dios para ti.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este texto del evangelio de Marcos, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, quiero que te fijes en la figura del sembrador. Siembra abundantemente, confiando en que la tierra que hay bajo sus pies acogerá esa semilla y la hará fructificar. Claro que ese sembrador es Dios, que ha sembrado en ti su Palabra, la vida, la fe, mil cualidades, alegría, ilusión, entusiasmo… y lo ha hecho abundantemente. Pero ese sembrador también eres tú, llamado a sembrar en el mundo, sin escatimar, todo eso que has recibido abundantemente de Dios.

Pregúntate: ¿Qué semillas siembras tú? ¿Son semillas de paz, de amor, de alegría o semillas esmirriadas, carentes de vida, podridas de egoísmo o de intereses?

En segundo lugar, quiero que te fijes ahora en esos lugares donde cae la semilla: el borde del camino, incapaz de acogerla, los pájaros acabarán comiéndosela; el terreno pedregoso, donde creció rápido la semilla, pero sin raíces pronto se abrasó; la tierra entre abrojos, que hace imposible el crecimiento; y la tierra buena, donde finalmente brotó.

¿Cómo es la tierra de tu corazón?

Quizá tengas algo de todos esos terrenos: a veces las palabras del Señor te pasan desapercibidas y las escuchas como quien oye llover; otras veces son tus ocupaciones, tus intereses, tus egoísmos los que ahogan la posibilidad de acoger con más generosidad a Dios. Pero también, muchas veces, has acogido con generosidad al Señor, has orado, le has dicho que le amas y has servido a tus hermanos. Enhorabuena. Pero no te duermas en los laureles: el reto hoy es que vayas labrando tu corazón, para que sea, cada vez más, una tierra buena, preparada para acoger al Señor.

En tercer lugar, quiero que te preguntes por el fruto que estás dando. Quizá estés en el treinta, y te sientas ya satisfecho, o incluso en el sesenta. Bendito seas. Pero el Señor hoy te pide más: quiere que su semilla en ti dé fruto al ciento por uno.

¿Estás dispuesto a buscar este “más” que te pide el Señor? Piénsalo: ¿En qué puedes dar cien en vez de sesenta al Señor: más servicio, más alegría, mejores palabras?

CONCLUSIÓN

Pues que este evangelio te lleve a disponerte, con más atención y generosidad, a todo lo que Dios ha sembrado en ti y de lo que quiere sacar mucho fruto. Créetelo: vales mucho y tu vida no puede ser estéril. ¡Deja que el Espíritu haga fructificar tu vida!

ORACIÓN

Señor Jesús, tu vida dio fruto abundante: frutos de salvación y de vida eterna. Mi vida, por el contrario, es a menudo muy pobre, da fruto a duras penas. Por eso hoy te pido que abones la tierra de mi corazón. Quiero servirte. No dejes que me conforme con menos. Créeme: quiero dar el fruto que tú soñaste un día en mí. Te amo, Señor.

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