
Evangelio del día 19 octubre 2025 (Es necesario orar siempre, sin desfallecer)
Domingo de la 29ª Semana del Tiempo Ordinario (Ciclo C)
EVANGELIO (Lucas 18, 1-8)
En aquel tiempo, les dijo Jesús una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».
«¿No hará justicia Dios a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar».
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
El evangelio de este domingo, día del Señor, nos presenta un tema de capital importancia: es vital orar siempre. Y para ello nos ofrece una parábola de lo más elocuente: una pobre viuda ante un juez poderoso que, por su insistencia, consigue de este que le haga justicia. Viendo algo así, ¿cómo crees que Dios dejará de escuchar tu oración?
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
Tras escuchar este texto del evangelio de Lucas, me gustaría compartir contigo tres sencillas reflexiones:
En primer lugar, el tema central del texto es la importancia de la oración. La pregunta que se halla debajo es: ¿sirve para algo rezar? La respuesta es clara, nítida: definitivamente sí. Pero entiéndelo bien: no se trata de que consigas favores de Dios. No se trata de que te sirvas de Dios para tus intereses. Se trata de que sirvas a Dios. La oración es la fe puesta en acción. O, dicho de otro modo, la oración no es una acción sin más, sino una relación: es tu trato familiar con Dios, tu amistad con Jesús, con quien has de compartir todo, dar gracias, pedir, interceder. La oración no es, por tanto, una obligación o un mandato, sino algo que tiene que surgir de tus entrañas. Orar es hablar y no puedes dejar de hablar con tu Padre, con tu mejor amigo, con aquel que tanto te ama, con aquel que sostiene toda tu existencia.
En segundo lugar, quiero centrarme en la parábola, muy semejante a esa otra que hace días tratábamos, de ese hombre que de noche pide a su amigo algo de comida porque ha tenido un imprevisto con un visitante y no tiene nada que ofrecerle. Aunque inicialmente recibe una negativa, finalmente consigue su propósito, aunque sea porque su amigo no quiere seguir siendo molestado. Pues bien, ahora tenemos a una pobre viuda. En tiempos de Jesús, las viudas eran los seres más pobres y desprovistos: sin marido y sin bienes, eran absolutamente vulnerables. Y, por otro lado, tenemos a un juez que no teme a Dios ni le importan los hombres, que es poderoso y arbitrario. Sin embargo, frente a todo pronóstico, este juez sinvergüenza acaba haciéndole justicia a la viuda, únicamente para que le deje de insistir. Si esto es así, concluye Jesús, ¡cuánto más Dios atenderá a sus hijos y no les dará largas! No dudes que Dios, aunque seas el más pobre y pecador de sus hijos, escuchará cada petición y cada acción de gracias que le presentes. Él desea estar contigo más que tú con él.
En tercer lugar, quiero insistir en esta precisión de Jesús: no solo es necesario orar, sino que hay que hacerlo siempre, siempre. La oración no puede ser algo anecdótico en tu vida, que aparece y desaparece sin más. La oración es para el cristiano la fuente de vida. Sin ella, morimos. Pero, además, nos dice Jesús que hay que orar sin desfallecer. No podemos cansarnos. La oración nos transforma a nosotros y transforma también la realidad.
Piensa en ti: ¿oras a menudo? ¿Oras incluso en el metro, en el bus, en el coche, en tu casa, en silencio y, también, en medio de cualquier tarea?
No dudes en hablar con Dios a cada momento, en tener mil pensamientos para él. Llena tu boca de palabras como: “Señor, ten misericordia de mí”, “Dios, Padre bueno, gracias por tanto”, “Señor, yo te bendigo” o “Jesús mío, te presento esta necesidad” o “Dios mío, dame fuerzas para esto o para esto otro”. ¿Encontrará Jesús esta fe en la tierra? O, dicho de otro modo, ¿encontrará Jesús esta fe en ti?
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio sea un recordatorio de que debes orar en todo momento, que siempre puedes crecer en cercanía con el Señor, y que es la oración la que te transformará, la que te dará la vida y la verdadera felicidad.