Evangelio del día 27 agosto 2025 (Os parecéis a los sepulcros blanqueados)

Evangelio y Reflexión

EVANGELIO (Mateo 23, 27-32)

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad.

«Os parecéis a los sepulcros blanqueados».

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas”! Con esto atestiguáis en vuestra contra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

En el evangelio de hoy, Jesús lanzará contra escribas y fariseos su sexto y séptimo “¡Ay de vosotros!”. Son parte de un discurso de Jesús, compuesto por un total de siete “ayes”, contra escribas y fariseos, que se consideraban a sí mismos justos. El discurso tiene como centro y denominador común la hipocresía, de la que has de huir como sea si quieres ser fiel seguidor de Jesús. Su llamada, no lo olvides, es a que vivas en espíritu y en verdad.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este texto del evangelio de Mateo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, quiero detenerme en este sexto “¡Ay de vosotros!” que dirige Jesús en su discurso contra escribas y fariseos. Dice hoy de una manera extremadamente dura: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados!”. Efectivamente, los judíos acostumbraban a pintar de blanco los sepulcros, los encalaban para que fueran fácilmente identificables, de modo que todo el mundo pudiera evitar el contacto con ellos, puesto que quien tocaba una tumba contraía automáticamente impureza ritual, es decir, se convertía en un impuro, en un apestado. Por otro lado, la belleza exterior de estos sepulcros, de estos mausoleos, era solo eso, exterior, puesto que es obvio que en su interior únicamente había huesos, para un judío signo de la máxima impureza. Jesús hablará de esta realidad expresamente, añadiendo: esos sepulcros blanqueados “por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre”. Lo tremendo es que Jesús aplique esta realidad tan impura de un sepulcro, de los huesos y muerte que contienen, a unos personajes que eran reconocidos por su aparente pureza, por su justicia, incluso por su fama de santidad. Y lo dice del modo más tajante que puede imaginarse: “Así sois vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad”. Esta imagen de los sepulcros blanqueados es muy semejante a la del anterior “ay” en el que Jesús decía: “Limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno”. En definitiva, Jesús está denunciando que esa aparente observancia de leyes, tan estricta, incluso fanática, de la que presumían, oculta realmente una vida de pecado y de incumplimiento de lo más importante de la ley de Dios, que el mismo Jesús recordaba unos versículos atrás: la justicia, la misericordia y la fidelidad.

Mírate ahora a ti. Quizá la gente te considera justo, piadoso, practicante, pero ¿qué hay en tu interior? ¿Hay verdadera justicia, santidad, misericordia, fidelidad?

En segundo lugar, quiero acercarme a ese último “ay” de Jesús: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: ‘Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas’”. Jesús los desenmascara. Honran a esos profetas asesinados en el pasado, se apropian de sus figuras como gesto de piedad, de verdadera santidad. Pero, al mismo tiempo, son cómplices de sus antepasados, incluso los superan. Lo dice Jesús: “Sois hijos de los que asesinaron a los profetas, y colmáis la medida de vuestros padres”. Y si son cómplices, incluso si superan a sus padres,  es porque estos escribas y fariseos de hoy siguen persiguiendo a los profetas, algo que se hace evidente en el rechazo expreso de Jesús y de su palabra. En definitiva, solo toleran a los profetas muertos, a esos que ya no pueden hablarles o, mejor dicho, desenmascararles. Estas palabras de Jesús están íntimamente unidas a esa parábola que Jesús contará en otro lugar de los viñadores homicidas, en que los labradores de la viña maltratan a los enviados, imagen de los profetas, y finalmente acaban con el hijo del dueño de la viña, con el heredero. En fin, la acusación de Jesús a estos escribas y fariseos es brutal.

Piensa: ¿no sería muy triste que existieran cristianos semejantes a estos escribas y fariseos, que aparentemente son piadosos, visitan lugares sagrados, veneran santos, incluso participan del culto cristiano, pero finalmente su corazón está lejos de Dios y del evangelio de Jesús?

En tercer lugar, me gustaría, a modo de resumen, que, como en un espejo, te miraras en estos escribas y fariseos. Ellos se consideraban, no ya solo justos, puros, practicantes, sino que estaban seguros de estar salvados, de hallarse en orden, en regla con Dios. Y su seguridad venía de tenerlo todo reglado: oraciones, fórmulas, diezmos, purificaciones, ayunos. Pero Jesús nos pone en aviso. Todo ese cumplimiento, todos esos signos externos de religiosidad, si no van acompañados de amor a Dios, de oración, de espiritualidad, de humildad y de amor al prójimo (misericordia, amabilidad, servicio, entrega, perdón), no valen de nada. Jesús, como dirá a la samaritana, quiere que vivamos en espíritu y en verdad. Piensa ahora en ti. Quizá tengas puesta tu seguridad en unas pocas cosas: oraciones hechas, algo de culto, algún donativo… Ojo, Jesús te anima hoy, con estas duras palabras, a que sigas profundizando, a que persigas una mayor autenticidad: más oración como encuentro con él; más misericordia y menos juicios con tus hermanos; más amor y servicio y solidaridad y entrega, hasta dar la vida.

Pregúntate: ¿te conformas con lo que haces como cristiano, incluso llegas a sentirte bueno y seguro? ¿O tienes permanentemente esa inquietud, esa búsqueda de una mayor autenticidad y radicalidad, de un querer vivir más en espíritu y en verdad?

CONCLUSIÓN

Pues que este evangelio te lleve a rechazar todo tipo de hipocresía, y a huir de pensar que eres bueno y que con lo que haces basta. Que vivas con humildad y que así busques continuamente cómo mejor amar y servir.

ORACIÓN

Señor Jesús, soy un pobre hombre. No estoy muy lejos de la actitud de esos escribas y fariseos, atados a sus seguridades y cómodos en sus juicios contra los demás. Hoy te pido que me ayudes a poner mi corazón en la única seguridad: tu amor incondicional. Y que, desde ahí, busque servirte en mis hermanos con humildad y entrega.

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