
Evangelio del día 12 julio 2025 (No tengáis miedo)
Evangelio y Reflexión
EVANGELIO (Mateo 10, 24-33)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro y al esclavo como su amo. Si al dueño de casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna.
«No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma».
¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones. A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
En tiempos de Jesús, la gente vivía atemorizada por las exigencias y fardos de los maestros de la ley, también por la pobreza, los impuestos y amenazas del imperio romano. La comunidad cristiana vivirá después atemorizada por las persecuciones. Y hoy nosotros, debido a mil circunstancias, estamos también llenos de miedo. En el evangelio de hoy, frente a todas esas amenazas, brillan unas palabras de Jesús: “No tengáis miedo”. Deja que esas palabras traigan hoy a ti confianza y paz.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Mateo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, Jesús presenta una primera amenaza, una primera causa de miedo: los hombres, el qué dirán, su incomprensión. Dice el Señor: “Si al dueño de casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea”. En estas palabras se recoge un primer miedo básico: ese miedo a abrirnos a los demás, a ser nosotros mismos, a ser transparentes, auténticos, a expresarnos y a compartir con los otros, ese miedo a ser rechazados, a que nos hagan daño. Por eso preferimos muchas veces ser superficiales, fundirnos en el todo, ser una oveja más en este gran rebaño de la sociedad. Pero Jesús apunta a un miedo más específico: ese miedo a dar testimonio de él, ese miedo a compartir con los demás la Buena Noticia, ese miedo a que te identifiques como seguidor suyo. Y por eso acallas tu fe, y la mantienes en secreto; los que te rodean apenas saben que sigues a Jesús, que oras, que vas a misa, que eres creyente, que él es tu Señor y tu amigo. Jesús te dice hoy: “No les tengas miedo, que eso que hoy está encubierto, saldrá a la luz como la verdad, como la Buena Noticia con mayúsculas; por eso, sé mi testigo ante ellos”.
Pregúntate: ¿tienes miedo a mostrarte como cristiano, a dar testimonio de tu fe? ¿Crees que lo llevas demasiado en secreto, que apenas pregonas desde la azotea de tu vida que el Señor Jesús es la salvación para todo hombre?
En segundo lugar, Jesús apunta otro miedo: “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. Es ese miedo que tenemos a perder la vida, a que pase el tiempo y, más concretamente, al sufrimiento, a la enfermedad, a la muerte, y no solo a la nuestra, sino a la de nuestros familiares y amigos. Pues Jesús dice: “Temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna”. No hay en Jesús un tono amenazante, no está diciendo: “temed más bien acabad en el infierno”. Está diciendo: “Temed que vuestra vida acabe siendo vacía, tened miedo de no dar fruto, de no vivir con sentido; lamentaos, no de que pase el tiempo o seáis vulnerables, sino de vivir como zombies, como muertos vivientes, como esos que convierten su vida en un tirar para adelante sin más. Vivid en plenitud, luchad para que vuestra vida sea feliz, para que vuestra vida sirva, porque ahí está la verdadera vida”.
Párate un momento: ¿cómo definirías tu vida? ¿Vives en plenitud, amando y sirviendo, o llevas una vida plana, grisácea, insípida?
En tercer lugar, añade Jesús otro “no tengáis miedo” atravesado por la esperanza y con un ejemplo bellísimo: “¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones”. Si Dios cuida de lo pequeño, de cada detalle, hasta de esos pequeños gorriones, ¿cómo no va a cuidar de ti? Hoy Jesús te dice: “No tengas miedo a nada porque Dios te sostiene, te cuida, y lo hace hasta en los detalles más pequeños”. Y lo expresa así Jesús: “Hasta los cabellos de la cabeza tienes contados”. Y todavía concluye Jesús con una promesa: “A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos”. Si vives unido a Jesús, si te declaras por él desde la fe en él, desde la esperanza en él, sirviendo y amando como él, él se declarará por ti ante el Padre, es decir, te guardará en la vida, en la plenitud, en el sentido, en la felicidad para siempre. En definitiva, Jesús te está diciendo: “Si vives conmigo y como yo, ni a los hombres, ni al sinsentido, ni a los sufrimientos, ni siquiera a la muerte has de temer”.
Pregúntate: ¿sientes la fortaleza y el consuelo de esta promesa de Jesús? ¿Sientes que tu vida reposa en las manos amorosas de Dios y que te sostiene especialmente en los momentos de mayor dificultad y prueba?
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te lleve a disipar tus miedos tirándote en los brazos de Dios, viviendo con Jesús tu día a día, y dando testimonio de él con tus palabras y tus obras.
ORACIÓN
Señor Jesús, cuando me alejo de ti siento que mi corazón se llena de miedo. Miedo a que pase el tiempo, miedo a fracasar, miedo al qué pasará, al qué dirán, a la soledad, al sinsentido. Pero cuando me acerco a ti, me siento seguro y me susurras al oído: “Soy yo, estoy contigo, no tengas miedo, no tengas miedo”.