Evangelio del día 16 agosto 2025 (No impidáis a los niños acercarse a mí)
Sábado de la 19ª Semana del Tiempo Ordinario
EVANGELIO (Mateo 19, 13-15)
En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí;
«De los que son como ellos es el reino de los cielos».
de los que son como ellos es el reino de los cielos». Les impuso las manos y se marchó de allí.
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
En el evangelio de hoy, vemos a Jesús corrigiendo a sus discípulos. Estos se encargan de impedir a los niños que accedan a él. Jesús, sin embargo, bendice a esos niños. Más aún, los presenta como modelo de lo que ha de ser todo seguidor suyo, todo aquel que quiera entrar en su reino de humildad, de amor y de vida.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Mateo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, llama la atención la actitud de los discípulos. El evangelio, que nos ofrece un testimonio fidedigno, no les deja en muy buen lugar. Señalando solo algunas alusiones, vemos, por ejemplo, que aparecen discutiendo por el camino quién es el más importante, pretendiendo primeros puestos; se dice también que no entendían qué quería decir Jesús; incluso llegaremos a ver que sus más íntimos amigos se quedan dormidos en el momento de mayor agonía del Señor, en el Huerto de los Olivos y, finalmente, le abandonarán. Hoy el evangelio nos ofrece otra escena lamentable. Los discípulos se dedican a impedir, no a facilitar, que unos pobres niños se acerquen al Señor. Jesús tiene que corregirlos diciéndoles: “¡Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí!”. Me temo que, en ocasiones, nosotros, discípulos de Jesús, testigos suyos, impedimos, más que facilitamos, el encuentro con Jesús, como si fuera un señor solo de puros o de unos escogidos. Incluso es posible que te ocurra que seas tú mismo el que te impides acercarte a él. Tienes miedo de dirigirte a él, de recibirle. No lo olvides, por favor: recuerda la parábola del hijo pródigo. El Señor está deseando que vengas a él, aunque te hayas ido lejos o vuelvas con el vestido manchado por el pecado. Él te va a recibir con abrazos, con besos. Solo desea que te arrepientas, que te vuelvas a él, que vivas reconciliado, en una relación preciosa de amistad y de amor con él. No temas tu debilidad e inconstancia, que él la conoce bien.
Pregúntate ahora: ¿eres de los que facilitas, incluso a los alejados, encontrarse con Dios, o eres intransigente y con tus juicios y cerrazones impides que se acerquen al Señor?
En segundo lugar, es importante señalar que los discípulos impiden a los niños acercarse a Jesús porque, en esa sociedad judía, los niños eran considerados como algo marginal, poco valioso. Recordemos el pasaje de la multiplicación de los panes y los peces, donde el evangelista San Mateo nos dice: “Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños”. Los niños, simplemente, no contaban. Cabe pensar, por el contrario, que si el que se hubiera acercado hubiera sido un líder judío, un rico fariseo o un poderoso centurión, bien que esos discípulos habrían facilitado el encuentro, el acceso a Jesús. Los discípulos siguen así sin entender lo que tantas veces les ha explicado Jesús: que lo pequeño del mundo es lo preferido para Dios; que los últimos son para él los primeros; que lo suyo no es recibir a los poderosos, sino acoger y sanar a los enfermos, charlar y comer con los pecadores, bendecir a los niños. Lo dirá de modo maravilloso en otro lugar: “Venid a mí los cansados y agobiados”. Son, por tanto, los débiles, los pobres, los últimos, aquellos que él ha venido a buscar. Y cuando se acercan y se encuentran con él, no los reprende, sino que, como nos dice hoy el evangelio, les impone las manos, los acaricia, los bendice. Así es siempre Jesús, porque así es nuestro Dios.
Pregúntate: ¿qué lugar tienen los últimos, los pobres, en tu vida? ¿Sabes acogerlos o, más bien, te muestras indiferente ante ellos?
En tercer lugar, en este breve texto, Jesús no solo corrige a sus discípulos para recibir a esos niños; no solo acaba imponiéndoles las manos, bendiciéndolos, sino que añade: “De los que son como ellos es el reino de los cielos”. Jesús presenta a los niños como modelo de lo que han de ser sus seguidores, todo habitante del reino. Podemos expresarlo de otra manera. Jesús está diciendo: “Si quieres que Dios reine en ti, has de ser como un niño”. Y puede entenderse esto de muchas maneras. Porque un niño es modelo de candidez, de inocencia, pero también de humildad; un niño difícilmente tendrá aires de grandeza. También, y quizá esto sea aquí lo más importante, un niño es ejemplo de dependencia y de confianza para con sus padres, sabe que de ellos tiene que recibirlo todo. Pues bien, Jesús también te invita, si quieres que Dios reine en ti y te llene de su paz y de su amor, a que seas limpio de corazón, humilde y, sobre todo, a que te sepas completamente dependiente de tu buen Padre Dios y pongas en él toda tu confianza.
¿Eres sencillo como un niño? ¿Eres humilde? ¿Confías plenamente en tu Padre Dios?
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te lleve a convertirte, con palabras y obras, en un “facilitador” del encuentro con Jesús, también a acercarte tú mismo a él, como si lo hicieras con tu mejor amigo. Que este evangelio te lleve también a ser sencillo y humilde de corazón como un niño y a poner en Dios toda tu confianza.
ORACIÓN
Señor Jesús, a veces con mis palabras he dado la impresión de que eres más distante que cercano, más duro que tierno, más agrio que dulce. Perdóname. Hoy, escuchando tu Palabra, veo claro que no es así. Hoy me comprometo a hablar a todo el mundo de que tú nunca rechazas a nadie que te busca con sincero corazón, que lo tuyo es siempre acoger y bendecir.