
Evangelio del día 13 mayo 2025 (Nadie os arrebatará de mi mano)
Evangelio y Reflexión
EVANGELIO (Juan 10, 22-30)
Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
«Mis ovejas no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano».
Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
El evangelio de hoy comienza con un ultimátum de los judíos a Jesús: “Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente”. Jesús remitirá a sus obras. Esas son las que verdaderamente dan testimonio de él. Pero ellos no quieren creer. No quieren aceptar, no solo que Jesús es el Mesías, sino que la intimidad de Jesús con su Padre es total.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Juan, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, vemos cómo los judíos rodean a Jesús y le interrogan: “¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente”. Obviamente, Jesús no puede mentir y responde sin rodeos: “Os lo he dicho, y no creéis”. Pero, al mismo tiempo, no entra en su juego. Ellos quieren, por un lado, tener de qué acusarlo y, por otro lado, solo están interesados en cuestiones de escuela, de culto, de religión, de política. Y por eso Jesús centra la cuestión. Que él sea el Mesías no significa que tenga poder político, un título o una autoridad regia, sino poder del verdadero, poder de servir. Por eso añade: «Son las obras que yo hago las que dan testimonio de mí”. Esas obras de justicia, de liberación, de sanación, de ternura, de misericordia. Esas son las que expresan adecuadamente qué tipo de mesías es: el Hijo de Dios, el Siervo de Yahvé que ha venido, no para ser servido, sino para servir. Unas obras que son, además, las mismas obras del Padre. Tanto es así que afirma hoy de manera radical: «Yo las hago en nombre mi Padre». Es más, “yo y el Padre somos uno”. A su discípulo Felipe le dirá: «Quien me ve a mí, ve al Padre”.
Pregúntate tú ahora: ¿cómo son tus obras? ¿Dan cuenta de que eres seguidor de Jesús? ¿La ternura y la bondad de tu Padre se deja ver en tus acciones?
En segundo lugar, aunque Jesús lo ha expresado ya con anterioridad, vuelven a brillar en sus palabras la intimidad, unidad, confianza y ternura que tiene este Buen Pastor con sus ovejas, así como la protección total que les brinda: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida”. Además, como ya dijimos, ese «conocer» cuando dice “yo las conozco” no es un conocimiento mental, sino un conocimiento del corazón. Es unión, intimidad. Está diciendo Jesús en realidad: «Yo las conozco, yo las amo». Es la misma relación que tiene Jesús y el Padre. Si entre ellos hay una total intimidad, entre Jesús y nosotros, sus ovejas, hay también una total intimidad, un conocimiento y un amor profundísimos. De modo que tú eres familia de Dios, compartes su amor, gozas de su cuidado y de su protección.
¿Vives realmente esta intimidad con Dios, esta familiaridad con él?
En tercer lugar, la vida que da Jesús no se restringe a unos pocos favores, a algunos privilegios, a cierta protección ante las dificultades. No. Esa vida que él te da es tan profunda que supera incluso la muerte. Dice: “Yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre”. Es una intimidad tan profunda, y una vida tan hermosa, que nada ni nadie podrá separarte de él. Lo dice expresamente el Señor: «Nadie las arrebatará de mi mano». San Pablo confesará esta verdad de una manera más hermosa, si cabe, en su Carta a los Romanos: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Como está escrito: En todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor”.
Haz tuyas estas palabras de San Pablo y dale gracias al Señor por este amor eterno que te tiene.
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te lleve a vivir íntimamente unido a Jesús, y a dejar que él transforme tu existencia, tus palabras, tus obras.
ORACIÓN
Señor Jesús, Buen Pastor, eres maravilloso, guíame. No me sueltes nunca de tu mano. Lléname de vida, de vida eterna, y que yo pueda transmitir a los demás, aun en medio de mis debilidades, algo de esta vida que tú me das.