
Evangelio del día 23 septiembre 2025 (Mis hermanos son los que escuchan la Palabra)
Martes de la 25ª Semana del Tiempo Ordinario
EVANGELIO (Lucas 8, 19-21)
En aquel tiempo, vinieron a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte».
«Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
Él respondió diciéndoles: «Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
El evangelio de hoy nos presenta una escena singular: la madre de Jesús y sus “hermanos” aparecen en escena. Vienen a buscar a Jesús. En el pasaje paralelo de Marcos se dice que fueron a por él porque estaba fuera de sí, como si lo tomaran por loco. Lo más sorprendente, sin embargo, es la respuesta de Jesús: “Mi familia son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”..
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
Del breve texto del evangelio que nos ofrece Lucas hoy, me gustaría comentar tres puntos:
En primer lugar, quiero hablar de la presencia de la madre y los hermanos de Jesús. Su padre José no aparece en ningún lugar, lo que daría a entender que ya no viviría. Pero sobre todo llama también la atención la presencia de los hermanos de Jesús. ¿Eran hermanos realmente? La tradición católica ha entendido siempre que se trata en realidad de primos o parientes de Jesús. Existen muchas culturas (piénsese por ejemplo en la cultura gitana) que denominan hermanos a parientes más o menos cercanos. En el mismo evangelio se nos presenta esta realidad. Por ejemplo, el evangelista Juan nos dice: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, la de Cleofás”. Si eran hermanas en sentido estricto, ¿cómo podrían llamarse las dos María? ¿No serían más bien parientes? Pero es que, además, la fe y la liturgia ha venido venerando a María como la siempre Virgen. Su vida ha sido una vida consagrada siempre a Dios. Y afirmar que Jesús es el hijo único de María, concebido por obra del Espíritu Santo, es afirmar que Dios es todopoderoso, que obra maravillas en nuestra vida, y que la encarnación ha sido una locura de amor que nadie podría haber imaginado.
En segundo lugar, quiero incidir en la respuesta de Jesús: “Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. Lo que prima en el Reino de Dios no es ya la raza, la sangre, el pueblo, sino la escucha de la Palabra de Dios. Somos familia de Dios si acogemos su Palabra, si la hacemos realidad en nuestra vida, si vivimos al modo de Jesús. La familia de Jesús son todos aquellos que hacen su voluntad, aquellos que, en definitiva, viven el mandamiento del amor.
¿Cómo es tu relación con la Palabra? ¿Lees el evangelio? ¿Meditas la Palabra de Dios? ¿Te dejas tocar por ella? Y algo más: ¿cómo es tu relación con Jesús? ¿Le sientes cercano, hermano, amigo? ¿Tienes una relación familiar con él? ¿O es más bien alguien distante, lejano, poco digno de tu amor y de tu confianza?
No tengas miedo, acércate a él como tu mejor amigo, como aquel que te conoce mejor que nadie, que sabe muy bien de tus alegrías y de tus sufrimientos. Ábrele tu corazón y déjale que te consuele y te colme. La oración será así, como decía Santa Teresa, “tratar de amistad con quien sabemos nos ama”.
En tercer lugar, habrá quien piense que esa respuesta de Jesús (“Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”) pudiera ser un desprecio hacia su madre, una respuesta muy fea, como si quisiera decir: “Yo no tengo madre; mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra”. Nada que ver. María es precisamente la mujer fiel. Nadie mejor que ella ha escuchado la Palabra de Dios y nadie mejor que ella la ha cumplido. Su “hágase en mí según tu palabra” es la expresión más perfecta de lo que un ser humano puede hacer ante Dios.
¿Cómo es tu relación con María? ¿La tienes presente en tu vida y en tu corazón?
Jesús nos la ha regalado como Madre en la cruz, ella camina contigo e intercede por ti a cada momento. Invócala y pídele que te ayude a amar de verdad a Jesús y a ser también fiel a la Palabra, como ella lo fue siempre. Y, si alguna vez te ves perdido, si alguna vez te ves perdida, no dudes en pedirle que te ampare. Recuerda: “Si tu barquilla va a la deriva y entre las olas te ves perdida, mira a la estrella, invoca a María”.
CONCLUSIÓN
Pues que hoy, a propósito de este precioso evangelio, seas aún más consciente de ser familia de Dios, de tener una amistad íntima con Jesús, de ser oyente de la Palabra y de tener una madre, María Santísima, que cuida siempre de ti.