
Evangelio del día 9 junio 2025 (María, Madre de la Iglesia)
Lunes después de Pentecostés
EVANGELIO (Juan 19, 25-34)
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre.
«Mujer, ahí tienes a tu hijo».
Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
Hoy, lunes después de Pentecostés, la Iglesia celebra la memoria de la Virgen María, Madre de la Iglesia, una memoria establecida por el papa Francisco en el año 2018. Sin embargo, este nombre, María Madre de la Iglesia, ya era usado en los primeros siglos de nuestra fe cristiana. Y fue en el año 1964 cuando san Pablo VI, durante el Concilio Vaticano II, declaró solemnemente: “Para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, proclamamos a María santísima Madre de la Iglesia”. Sería otro papa, san Juan Pablo II, quien en el año 1980 introdujo esta veneración en las letanías del Santo Rosario: “María, Madre de la Iglesia”.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de esta memoria y de este texto del evangelio de Juan, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, el evangelio que hemos escuchado es el que justifica el título de María como Madre de la Iglesia. Desde la cruz, Jesús dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo«. Luego, dice a Juan, el discípulo amado: «Ahí tienes a tu madre«. Y se añade a continuación: “Desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio (es decir, como madre suya)”. Cuando Jesús ya nos lo había dado todo, hasta su propia vida, ya agonizante, nos entrega a sus discípulos el tesoro de su Madre. Está claro, y así lo entendieron ya los primeros cristianos, que en ese discípulo al pie de la Cruz nos encontramos todos, todo el Pueblo de Dios, toda la Iglesia. Por eso, junto a la cruz, junto a María, Jesús hoy te dice: «Hijo, ahí tienes a tu Madre«.
Imagínate ahí al pie de la cruz, junto a Jesús, junto a María: “Hijo, ahí tienes a tu Madre”. ¿Sientes profundamente que María es madre de Jesús, madre de todos los cristianos, madre tuya?
En segundo lugar, al decir Jesús a su madre: “Ahí tienes a tu hijo«, Jesús no solo nos está diciendo a nosotros: “Tened a María como a vuestra madre«, sino que Jesús está pidiendo a María que cuide de ti como hijo suyo. Con esta llamada de Jesús, tras su muerte y resurrección, María continua su maternidad de un modo nuevo, como madre de todos los discípulos, como madre de toda la Iglesia. Y no nos cabe duda de que lo hace de un modo increíble. Ella siempre ha sido fiel a la voluntad de Dios: con ese «Hágase en mí según tu palabra” en la Anunciación, con ese estar sin vacilar al pie de la cruz y, también, acogiendo la llamada de Jesús a ser madre de los discípulos, madre de la Iglesia, madre tuya. Y ahora, asunta al cielo, junto a Dios, ella continúa fiel al Señor intercediendo por ti, cuidándote. Es imposible que ella abandone su misión. Ella sigue cuidando de ti como madre amorosa, sosteniéndote, protegiéndote. Ella cuida y cuidará siempre de todos sus hijos, de todos los creyentes, de toda la Iglesia.
Pero piensa en ti: ¿te encomiendas tú constantemente a María, le pides su intercesión, sientes su cuidado y ternura maternales?
En tercer lugar, en esta memoria, en esta maternidad de María, hay también una llamada a la maternidad. La maternidad tiene que ver con la ternura, con el cuidado, con la cercanía, con ese estar dispuesto a dar la vida por el hijo, por protegerlo, por sostenerlo, por hacerlo crecer. También hemos hablado de intercesión, de mediación.
Mírate a ti: ¿cómo vives tú esta maternidad y esta intercesión en tu vida? ¿Cuidas con ternura a los que te rodean, eres cuidadoso y cercano con los demás? ¿Intercedes buscando el bien de los que te rodean?
CONCLUSIÓN
Pues que esta memoria te lleve a dar gracias a Dios por el regalo de María en tu vida, de esta Madre buena, te encomiendes a su protección y, como ella, seas fiel a la voluntad de Dios.
ORACIÓN
María, Madre de Dios, madre de Jesús, Madre de la Iglesia, madre mía. Hoy me encomiendo a ti. Protégeme con amor de madre, cuídame, sostenme en la fe. Que, como tú, sea fiel al Señor. Que como tú, Madre, esté siempre dispuesto a amar y a servir.