Evangelio del día 28 abril 2025 (Tenéis que nacer de nuevo)

Lunes de la 2ª Semana de Pascua

EVANGELIO (Juan 3, 1-8)

Había un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él». Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios». Nicodemo le pregunta: «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?».

«El que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».

Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

En el evangelio de hoy, Juan evangelista fija su mirada en Nicodemo. Era un rico fariseo, maestro (es decir, rabí), miembro del Sanedrín, principal entre los judíos. Lo veremos también rompiendo una lanza por Jesús, cuando sumos sacerdotes y fariseos planteen prenderlo y, junto a José de Arimatea, dando sepultura a Jesús. Hoy lo vemos visitando a Jesús de noche. El Señor le sorprenderá con una afirmación radical: “El que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios”.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este texto del evangelio de Juan, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, nos dice el evangelio que Nicodemo era rabino y fariseo. Por tanto, no era solo un gran cumplidor, fiel a las leyes judías, sino que conocía la ley y la escritura al dedillo. Pero, de una manera muy simbólica, nos dice el evangelio que fue de noche. Para el evangelista la noche siempre habla de dudas, de miedo, de ambigüedad, de imperfección. Nicodemo dice a Jesús: «Sabemos que has venido de parte de Dios como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él. Acepta a Jesús mediocremente y no por fe, sino por lógica. De hecho, llama a Jesús en dos ocasiones rabí y maestro. Pero Jesús no es un maestro más, ni siquiera uno sobresaliente, sino el Mesías, el enviado, el Hijo de Dios. Jesús, por su parte, lo recibe y establece con él un diálogo profundo.

Ahora párate. ¿Cómo es tu fe? ¿Está atravesada, como la de Nicodemo, de ambigüedades, de dudas y miedo? ¿Es una fe que continúas porque, sin más, la has recibido, por tradición? ¿O es una fe auténtica de quien cree en Jesús incluso en las dificultades, confía en él y se fía de él?

En segundo lugar, Nicodemo quizá solo pretenda, de maestro a maestro, como fariseo, charlar sobre cosas de la ley. Pero entonces Jesús corta en seco y lanza unas palabras que dan un vuelco a esa pretensión. E insistiendo profundamente, con el sentido de insistencia que para los judíos tenía esa expresión de en verdad, en verdad te digo, le dice Jesús hasta en tres ocasiones: “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. No te extrañes de que te diga: Tenéis que nacer de nuevo‘”. Nicodemo queda confundido y sigue en un esquema humano, sin altura de miras: «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?”.  Jesús le explica: “Nicodemo, lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. Es cierto que Jesús le está pidiendo un doble salto mortal. No se trata de comprender cosas, de escrutar o profundizar en la ley como hacían los rabinos, sino de nacer de nuevo. Y la palabra que utiliza el evangelista para este «nacer de nuevo» puede traducirse como «nacer de nuevo« o «nacer de arriba«. Por tanto, se trata de nacer de nuevo gracias a la fuerza del Espíritu. Se trata de nacer de Dios. Hoy te lo dice Jesús a ti: «Si no naces de nuevo, si no naces de Dios, de su Santo Espíritu, no puedes ver el reino«. Da un giro completo a tu vida. Abandona esa fantasía de que tú te bastas, de que puedes vivir tú solo, de que puedes salvarte a ti mismo, y acepta nacer de Dios, vivir en Dios, no bajo su peso, sino como el niño en brazos de su madre. El bebé necesita totalmente de su madre, pero de ella no recibe esclavitud ni sumisión sino sustento, cuidado, ternura. No olvides esas palabras de Jesús: Nace del agua y del Espíritu. Por el bautismo ya has sido incorporado a Cristo, ya has sido hecho uno con él. Pues bien, vive con él, vive como él. 

¿Te sabes en los brazos de Dios, cuidado y sostenido por él? ¿O sigues en la idea de ser el único dueño de tu vida?

En tercer lugar, dice Jesús: “El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu”. Está claro que es imposible poner cadenas al viento o retener el agua de una fuente con las solas manos. Para el Espíritu de Dios no hay obstáculos. Hoy Jesús te dice: «Si quieres nacer de Dios, de su Santo Espíritu, escucha su voz, déjate guiar por él. Verás que él te llevará por caminos siempre sorprendentes, que exigirán de ti abandonar el egoísmo y la superficialidad, pero que, sí o sí, te llevará a sendas de vida, de paz, de servicio, de generosidad, de solidaridad. Sabrás que vives en Dios, que te habita el Espíritu y te guía, porque, a pesar de las incomodidades y sufrimientos, incluso de las persecuciones, habitará en ti esa paz, esa novedad del Espíritu. 

¿Te dejas guiar por el Espíritu de Dios o lo tienes todo atado y bien atado? ¿Estás dispuesto a abandonar tus cálculos y comodidades para dejarte mover por el Espíritu?

CONCLUSIÓN

Pues que este evangelio te lleve a abrir tu vida a la acción del Espíritu Santo, a nacer de nuevo en Dios, a dejarte guiar por él y a llenarte, y llenar a tus hermanos, de su paz y de su amor.

ORACIÓN

Señor Jesús, yo también, muchas veces, continúo en la fantasía y en el empeño de ser el dueño de mi vida, de organizar y planear todo sin ti. Quiero nacer de nuevo, reposar en tus brazos, vivir en ti, fiarme de ti, dejarme guiar por tu Espíritu Santo.

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