Evangelio del día 20 mayo 2025 (La paz os dejo, mi paz os doy)

Martes de la 5ª Semana de Pascua

EVANGELIO (Juan 14, 27-31a)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él». Le dijo Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?».

«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él».

Respondió Jesús y le dijo: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

Si el evangelio de ayer terminaba con la promesa del Espíritu como aquel que nos lo enseñará todo y nos irá recordando todo lo que Jesús nos ha dicho, hoy el Señor nos habla de otro don, íntimamente relacionado con el Espíritu: el don de la paz.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este texto del evangelio de Juan, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, Jesús nos regala hoy un don enorme: «La paz os dejo, mi paz os doy”. Una paz que incluye todo lo mejor. Esa paz anticipada por los profetas, que encierra toda clase de bendiciones, vida en abundancia, salvación de Dios. Una paz que podría incluso identificarse con ese Espíritu Santo que Jesús prometía ayer, ese Espíritu de Cristo Resucitado. San Pablo dirá en su Carta a los Efesios que esa paz es el mismo Jesús: «Él es nuestra paz«. Una paz que, además, es consuelo en la tristeza. Esa tristeza que hay en el corazón de esos discípulos porque Jesús se va. Él les dice: «No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. La despedida de Jesús no ha de causar tristeza. Lo dice expresamente: «Os alegraríais de que vaya al Padre«. Porque él no va al Padre para ausentarse, sino para inaugurar una nueva presencia. Jesús, viviendo en el Padre, estará en ti a través de su Santo Espíritu, llenándote de su presencia, llenándote de su paz. 

Pregúntate: ¿sientes tú en tu corazón esa paz de Cristo Jesús, de su Santo Espíritu, o hay todavía en ti inquietud y turbación?

En segundo lugar, dice Jesús: «La paz no os la doy yo como la da el mundo«. La paz que te da Jesús no es esa paz temporal que da el mundo, que vendría a ser ausencia de guerra o de violencia y, la mayoría de las veces, únicamente un equilibrio de fuerzas, tantas veces inestable y limitado. La paz que Dios te da es un don gratuito que brota de su amor, y que, como ya he anticipado, se identifica con ese Espíritu que prometía ayer Jesús: el Espíritu de la paz. Y tú, como discípulo de Jesús, estás llamado a sembrar esta paz, que va mucho más allá de las bendiciones que promete este mundo (abundancia, bienestar, ocio, espectáculo). La paz de Dios que tú llevarás es fraternidad, servicio, alegría, esperanza. Una vida y una felicidad infinitamente más duradera y más abundante que la que da el mundo. 

Pregúntate: ¿eres tú con tu vida sembrador de esta paz de Dios?

En tercer lugar, dice Jesús: «Se acerca el príncipe de este mundo. Jesús, que nos está ofreciendo su discurso de despedida, va a pasar por el terrible trance de su pasión y de su muerte. Pero no es un fracaso. No va a ser entregado, condenado, crucificado porque haya triunfado sobre él el príncipe de este mundo, sino porque obedece, mejor aún, porque ama, porque ama hasta el extremo. Y lo dice así: «Como el Padre me ha ordenado, así actúo, porque yo amo al Padre«. Insiste Jesús: «No es que él, el príncipe de este mundo, tenga poder sobre mí«. Hay que insistir en esto: el mal, la injusticia, el egoísmo, los intereses mundanos, el príncipe de este mundo, no tienen poder sobre Jesús, no se sobreponen jamás a su amor hasta el final. Esta es la fuente de nuestra alegría y de nuestra paz. La razón de tu esperanza es que con Jesús ya ha triunfado el amor, ya ha triunfado la vida eterna. Y otras cosas pueden causar ruido y desazón, pero no podrán contigo. Es más, todas esas cosas, Dios las aprovechará también para tu bien. 

¿Eres consciente de que Jesús ya ha vencido, que nada podrá contigo, que tú ya has salido con él victorioso, que tuya es la vida para siempre?

CONCLUSIÓN

Pues que este evangelio te lleve a unirte más y más a Jesús, a acoger su Santo Espíritu, a inundarte de su paz y a llevarla a tus hermanos en forma de entrega, de servicio y de esperanza.

ORACIÓN

Señor Jesús, no dejes que, como los discípulos, se turbe mi corazón, sino que sienta siempre fuerte tu presencia y tu amor. Que tu paz habite en mi corazón y puedas tú sanar así ese pesimismo o negatividad que a veces se me cuela. Tú eres mi paz, Señor.

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