Evangelio del día 8 julio 2025 (Jesús curaba toda enfermedad)

Martes de la 14ª Semana del Tiempo Ordinario

EVANGELIO (Mateo 9, 32-38)

En aquel tiempo, llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Y después de echar al demonio, el mudo habló. La gente decía admirada: «Nunca se ha visto en Israel cosa igual». En cambio, los fariseos decían: «Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios».

«Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas».

Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dice a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

En el evangelio de hoy, vemos a Jesús en acción: recorriendo los caminos, proclamando la Buena Noticia, compadeciéndose de las muchedumbres y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Hoy tú, seguidor suyo, eres llamado por él a continuar su misión, una misión de anuncio de la Buena Noticia y de sanación de heridas.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este texto del evangelio de Mateo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, nos dice el evangelio que llevaron a Jesús un endemoniado mudo y, tras sanarlo prodigiosamente, la gente decía admirada: “Nunca se ha visto en Israel cosa igual”. A lo largo y ancho del evangelio aparece esta sorpresa y esta admiración del pueblo por Jesús. Lo oímos de muchas maneras. En unos pasajes se nos dice: “Nunca vimos cosa semejante”; en otros : “Nunca oímos a nadie hablar de semejante manera”, y en otros: “Querían coronarlo rey”. Jesús no habla ni actúa como los escribas y fariseos, sino con autoridad. Y su autoridad no es un ejército ni un poder económico, sino su autenticidad. Lo que dice lo hace, su ser es veraz. Jesús es sincero, creíble, tiene un poder de atracción sin igual y, por si fuera poco, realiza obras prodigiosas.

Pregúntate: ¿hace cuánto tiempo no te admiras y te emocionas tú con Jesús? ¿Hace cuánto no le renuevas tu amor y le manifiestas tu disposición a ser enteramente suyo? Mira hoy a los ojos a Jesús y emociónate con su ser, con su personalidad fascinante y con que se haya fijado en ti para que seas de los suyos.

En segundo lugar, no puede dejar uno de sorprenderse de la acusación que se le hace a Jesús. Mientras el pueblo sencillo, no solo se admira, sino que se sobrecoge ante la personalidad fascinante de Jesús, los fariseos exclaman: “Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios”. No pueden negar lo maravilloso de las obras de Jesús. Pero su mente y su corazón están tan torcidos que ese poder acaban atribuyéndoselo al príncipe de los demonios. Las críticas y la persecución acompañarán siempre a Jesús, pero eso no le detiene. Jesús es el hombre apasionado por el reino, movido por el Espíritu, y esa fuerza le permite seguir caminando. Nos dice el evangelio de hoy que “recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia”. No se queda parado. El amor de Dios y su reino le mueven con la fuerza de un huracán. Y no lo hace solo de palabra, “de boquilla”, como suele decirse. No se conforma con lanzar un mensaje. No. Su vida es acción. Por eso nos dice el texto que, a la vez que proclamaba el evangelio, curaba toda enfermedad y toda dolencia. A diferencia de los líderes de nuestro mundo, que solo ven a la multitud como un objeto para su uso, como un montón de votos o clientes para sus negocios, Jesús, que tiene un corazón bueno, el corazón de Dios, “al ver a las muchedumbres, se compadece de ellas” porque, como nos dice el evangelio, “estaban extenuadas y abandonadas como ovejas que no tienen pastor”.

Pregúntate: ¿te mueve a ti también la Buena Noticia de Jesús? ¿Solo hablas o haces vida tus palabras? ¿Te compadeces tú también de tus hermanos?

En tercer lugar, vemos que el evangelio de hoy concluye con estas palabras de Jesús: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos”. Hay una mies enorme que requiere de personas como tú. Tú has sido también llamado por el Señor. Es importante, también, y a ello nos invita el evangelio de hoy, que oremos para que el Señor siga suscitando personas que, aun en medio de su debilidad, le sigan de corazón. “Rogad pues al señor de la mies que mande trabajadores a su mies”.

Ahora medita: ¿te sientes tú enviado por Jesús a esta misión de anunciar buenas noticias, y de sanar y salvar?

CONCLUSIÓN

Pues que este evangelio te lleve a sentir la fortuna enorme de compartir con Jesús tu vida, de ser tan especial para él como para que te haya llamado a ser su amigo y su testigo. Acoge su llamada para sanar este mundo herido y hazlo con alegría, de corazón, con toda generosidad, entrega y gratuidad.

ORACIÓN

Jesús, mi Señor y mi todo, hoy podría decirte como Pedro: “Apártate de mí, que soy un pecador”. Pero eso ya lo sabes. Por eso hoy prefiero darte las gracias. Gracias por amarme, por confiar en mí, por llamarme a ser tu testigo. Aunque me resista, no lo dudes: hazte presente en mí, sigue realizando tu sanación a través de mí y conviérteme en Buena Noticia para los que me rodean.

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