Evangelio del día 14 diciembre 2025 (¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?)

Domingo de la 3ª Semana de Adviento

EVANGELIO (Mateo 11, 2-11)

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!». Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo?

«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan».

Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti”. En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

Este tercer domingo de Adviento se denomina “Domingo de gaudete”, que significa “alegraos”, la primera palabra que se menciona en la celebración de hoy. El color rosa es el color litúrgico propio de este día. También en este domingo se enciende esa vela rosada en la corona de adviento. Con estos signos, de un morado atenuado o rosáceo,  la Iglesia te está diciendo: “Alégrate, porque ya está cerca el Señor”.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este texto del evangelio de Mateo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, quiero que te fijes en esa pregunta que Juan Bautista, desde la cárcel y por medio de esos emisarios, plantea a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. Para entenderla correctamente, es importante insistir en que los judíos de su tiempo esperaban un Mesías político, lleno de poder y de fuerza, que restaurara la gloria de Israel, mas aún en un momento en que estaba sometido al poder del Imperio Romano. Es posible que el propio Juan Bautista estuviera también desconcertado. Él había anticipado la llegada del Mesías, pero lo había hecho aludiendo a un juicio de Dios inminente, terrible, con frases como: “Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente?” o “Ya está puesta el hacha en la raíz”. Ahí se entendería bien esa frase de Jesús de “¡Bienaventurado el que no se escandalice de mí!”, queriendo decir: “¡Dichoso el que no se sienta defraudado por mí!”.

Y tú, ¿tienes una imagen adecuada de Dios o sigues a veces pensando en un dios lleno de poder, lejano, selecto, más predispuesto a castigar que a perdonar?

En segundo lugar, quiero que prestes atención al núcleo del evangelio de hoy: la respuesta de Jesús a esa pregunta planteada por Juan el Bautista. Jesús dice de una manera sorprendente: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados”. Para conocer a Jesús y captar bien su identidad, no vale quedarse en la teoría o en palabras, sino que hay que fijarse en sus obras: aliviar sufrimientos, traer vida y sanación, abrir un horizonte de esperanza increíble para todos. Las palabras son necesarias, pero la identidad de Jesús, y también la tuya como seguidor suyo, ha de manifestarse en las obras. Esto mismo es afirmado en la primera carta de Juan: “No amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras”.

¿Amas de verdad con obras o te conformas con algunas palabras? ¿Los demás pueden reconocer en ti que eres seguidor de Jesús por tu actitud, alegría y solidaridad?

En tercer lugar, Jesús continúa elogiando a Juan. Pregunta a la gente: “¿Qué salisteis a ver al desierto?”. Y dirá: “¿A ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta”. Unas palabras que concluirá con un elogio increíble hacia Juan: “No ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista”. Por eso sorprende tanto que diga justo a continuación: “Aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él”. Juan el Bautista pertenece a ese “antes de Jesús”. Jesús viene a hacerlo todo nuevo. Con su llegada todo es absolutamente y cualitativamente superior a lo anterior. Lo más pequeño en este Reino de Dios es infinitamente mayor y mejor que todo lo anterior, incluido Juan el Bautista. Jesús deja claro así que el Reino ya no trae profetas, una ley o algunas revelaciones. Jesús y su Reino nos traen a Dios mismo. Jesús nos ha traído a Dios.

¿Experimentas con fuerza que en Jesús y su Reino se encuentra toda la novedad, Dios mismo?

CONCLUSIÓN

Pues que este evangelio te lleve a hacer vida lo que confiesas: que Jesús es el Señor y tú su discípulo y apóstol. Que tú también, como él, obres milagros, lleves a cabo una obra de sanación y de consuelo, y seas tú mismo una buena noticia para los demás.

ORACIÓN

Señor Jesús, muchas veces soy cristiano solo de boquilla. Se me olvida a menudo que tú no eres ese Mesías rey, poderoso, exitoso y admirado que algunos sueñan, sino el enviado de un Dios loco de amor por sus hijos, especialmente por los más necesitados. Obra hoy en mí el milagro de abrir mis ojos a tu presencia y mis oídos a tu Palabra, de modo que pueda ser verdaderamente testigo tuyo.

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