Evangelio del día 30 julio 2025 (El reino se parece a un tesoro escondido)

Miérccoles de la 17ª Semana del Tiempo Ordinario

EVANGELIO (Mateo 13, 44-46)

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

«Lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene».

El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra»

 

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

En el evangelio de hoy, Jesús nos ofrece la parábola del tesoro escondido en el campo y la del comerciante de perlas finas. Dos parábolas que ofrece exclusivamente el evangelio de Mateo y en las que brilla la alegría del reino, la riqueza de haber encontrado a Dios y la alegría de dejarle actuar en la propia vida.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este texto del evangelio de Mateo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, podemos decir que ambas parábolas, la del tesoro y la de la perla, son parábolas gemelas, no solo porque en ellas  hay algo de gran valor que se encuentra, sino por un punto que para Jesús constituye el centro de la parábola: la alegría del hallazgo. Así nos lo dice el texto: “El que lo encuentra, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene”. Ya hemos dicho en varias ocasiones que el reino de Dios, el reino de los cielos, no es un lugar sin más, sino el “reinado de Dios” o, dicho de otra manera, “Dios reinando”. El reino es Dios mismo, su Hijo Jesús y su Espíritu Santo de amor y de paz. Y cuando Dios reina en ti, tu vida se llena de una alegría y de una paz indescriptibles. Una alegría que sabe a eternidad, inmensamente mayor que nuestras pequeñas alegrías. Jesús, por tanto, te está diciendo: “Si vives en mí, si vives conmigo, si vives como yo, amando y sirviendo, tendrás la fuente de la verdadera alegría”. Por eso, no puedes permitirte,  ni por un momento, vivir la fe como una esclavitud, o como una mera fuente de obligaciones o de temor.

Pregúntate: ¿reina Dios en tu vida? ¿Experimentas tú esta alegría de Dios actuando en ti?

En segundo lugar, si hay un elemento que destaca también en estas parábolas es que lo que se encuentra es algo de gran valor. Ese tesoro, esa perla, son tan valiosos que quienes los encuentran venden todo lo que tienen para comprarlos. Las parábolas nos dan a entender que, una vez hallados estos bienes, ya no se quiere renunciar a ellos por nada. Ningún otro proyecto, ningún otro campo, ninguna otra perla se quiere ya. Todo pierde peso ante un valor tan incomparable. Merece la pena dejarlo todo, renunciar a todo con tal de adquirirlo. Quien lo encuentra no desea ya comerciar con ese bien para especular con una posible reventa. No es un negocio más sino que, en adelante, ese tesoro, esa perla, serán suyos ya para siempre, porque ya no encontrará nada igual. Muchas personas a tu alrededor viven como locas buscando el tesoro del dinero, del placer, el bienestar, el éxito, el poder. Son tesoros solo en apariencia, porque cuando se abren están vacíos, solo contienen esclavitud y pobreza, y su búsqueda saca lo peor de nosotros. Ábrete, por tanto, al tesoro de Dios, de su amor, de su acción y verás que no hay nada igual, y que no quieres perderlo por nada del mundo. Incluso estarás dispuesto a posponer todo con tal de tenerlo.

Pregúntate: ¿tu fe te ha llevado a relativizar, incluso a deshacerte de todo lo demás, o vives aún muy enredado en otras búsquedas, en otros tesoros?

En tercer lugar, quiero que te fijes en este detalle. En la primera parábola, el tesoro es hallado inesperadamente en el campo. En la segunda parábola, el comerciante de perlas finas parece haberla buscado sin descanso hasta que la encuentra. Ambos puntos son muy importantes. Por un lado, Jesús y su reino son una gracia, un regalo que se da porque sí, por amor, por pura gratuidad, inesperadamente. Y seguro que te ha ocurrido, que él se hizo el encontradizo contigo, te salió al encuentro cuando menos lo esperabas. Por otro lado, como nos recuerda la parábola del comerciante de perlas finas, es vital que estés en actitud de búsqueda, que te dejes transformar por Dios, que te dejes encontrar por él. Lo dice Jesús en otro lugar: “Quien busca, encuentra, a quien llama se le abre”.

En un momento de silencio, dale gracias al Señor por el don de la fe, que se te ha dado gratuitamente, pero pídele al mismo tiempo que te dé la gracia de buscarle con todas tus fuerzas, sin desfallecer.

CONCLUSIÓN

Pues que este evangelio te lleve a sentir esa alegría de haber encontrado el tesoro definitivo, la perla de gran valor. Y que, consciente de que el reino, el Señor, es el tesoro más grande que puede haber, pongas en él tu corazón. Así lo dice el Señor en otro lugar: “Allí donde está tu tesoro, está también tu corazón”.

ORACIÓN

Señor Jesús, mi vivencia de la fe, mi relación contigo, a veces es demasiado plana, carente de entusiasmo y de alegría, por eso no cambia definitivamente mi existencia. Hoy te pido que me devuelvas la alegría de tu salvación. Tú eres el tesoro de mi vida. Que mi corazón no se pierda en otras riquezas, Jesús, en otros tesoros que, realmente, no lo son.

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