
Evangelio del día 31 julio 2025 (El reino se parece a la red que echan en el mar)
Jueves de la 17ª Semana del Tiempo Ordinario
EVANGELIO (Mateo 13, 47-53)
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?». Ellos le responden: «Sí».
«Una red que recoge toda clase de peces: reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran».
Él les dijo: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo». Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
En el evangelio de hoy, Jesús nos ofrece una última parábola: la de la red que recoge toda clase de peces. Y todavía añadirá al final una imagen: la de un padre de familia que saca de su tesoro lo nuevo y lo antiguo. Vemos así cómo el Señor, con imágenes sugerentes, desentraña para nosotros los misterios del reino. Lo hace para que te fascines con este reino de alegría y de misericordia, para que te sumerjas en él y dejes que transforme tu vida.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Mateo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, Jesús nos brinda hoy una última parábola, la de la red. Dice el Señor: “El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran”. Es una red barredera, que arrastra toda clase de peces. Pero el centro de la parábola no es la red que arrastra toda clase de peces, sino la selección de los mismos, es decir, el juicio. En este sentido, la parábola de la red se parece mucho a esa otra parábola del trigo y la cizaña. Como el trigo y la cizaña crecen juntos, también juntos se recogen los peces buenos y malos. Y mientras no se llega a esa selección, es tiempo para la paciencia de Dios. Jesús, por tanto, como hace a lo largo del evangelio, insiste en que este reino de Dios requiere una acogida, un sí decidido, que no puede esperar. La vida va en serio, no puede malograrse a la ligera. Si dejas que tu corazón se llene de egoísmos, de cizaña, se hará muy pequeño, se hará pesca mala, se hará incapaz no solo de amar, sino de acoger el mismo amor de Dios. Pero si, por el contrario, acoges el evangelio, vives volcado amando, entregándote, tu vida se llenará de trigo y de pesca buena, tu corazón se ensanchará y se llenará de alegría. Así, tu respuesta es fundamental. Es cuestión de vida o muerte, hasta el punto de que Jesús exclama duramente: a los que se malogren por esta dejadez o cerrazón, no les espera sino “el llanto y el rechinar de dientes”.
Pregúntate: ¿te vas a dejar pescar por la red del reino? ¿Vas a ser trigo, pesca buena por haber hecho crecer en tu corazón la fe, la esperanza y el amor? ¿O vas a malograrte?
En segundo lugar, quiero explicar que, a lo largo de estos versículos, Jesús ha ofrecido un total de siete parábolas. Hoy hemos visto la de la red, pero antes Jesús nos ha brindado otras seis: el sembrador, el grano de mostaza, la levadura, el trigo y la cizaña, el tesoro en el campo y la perla de gran valor. Al concluir este discurso de parábolas, vemos que Jesús pregunta: “¿Habéis entendido todo esto?”. Le responden: “Sí”. Nosotros tendríamos que responderle también así: “Sí, Señor, con tus parábolas nos has dejado claro cómo es el reino de Dios, cómo es Dios mismo, qué ocurre en el mundo y en el propio corazón cuando tú reinas en él”. Y podemos hacer ahora un resumen muy básico de estas siete parábolas. La del sembrador nos ha hablado de la semilla buena y generosa que Dios ha sembrado en nosotros; la clave está en que acojamos la semilla en tierra buena y demos fruto. La parábola del grano de mostaza y de la levadura nos habla de un reino que no es deslumbrante y espectacular al estilo humano, sino que empieza desde lo pequeño, desde lo humilde, pero que, al mismo tiempo, tiene una fuerza interior imparable; de hecho, este reino un día será pleno en todos. Las parábolas del trigo y la cizaña y la de la red nos han hablado, no solo de lo que hay en el mundo, sino en nuestro corazón: trigo bueno, cizaña mala, peces buenos, peces malos, pero, en todo caso, brilla la paciencia de Dios, que confía en que el trigo y la pesca buena abundará sobre todo lo demás y se irá abriendo espacio; al mismo tiempo, nos advierte, con ese juicio o selección que vendrá, que urge la conversión, que la vida va en serio, que no podemos permitir que nuestro corazón se achique o se llene de cizaña. Finalmente, las parábolas del tesoro en el campo y de la perla de gran valor inciden en la maravilla de este reino, que sorpresivamente llena la vida de entusiasmo y de alegría, y que es tan bello, tan bueno, que merece la pena dejarlo todo por él.
Pregúntate: ¿vives tú esta buena noticia, la alegría del reino? ¿Comprendes que el reino discurre por la pequeñez y la humildad? ¿Sientes cómo el reino está lleno, no solo de la paciencia y la misericordia de Dios, sino también de una fuerza invisible pero imparable?
En tercer lugar, tras esta última parábola de la red, Jesús añade una imagen: “Un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo”. Un escriba era un estudioso de la ley judía, lo que hoy sería para nosotros un teólogo. Hay expertos que dicen que el evangelista Mateo se estaría autoretratando aquí, que él sería un escriba judío que se habría convertido a la fe cristiana. Sea como sea, lo cierto es que ese “sacar del tesoro lo nuevo y lo antiguo” se refiere al Antiguo y al Nuevo Testamento. Lo antiguo sería la ley judía, y lo nuevo el evangelio. El evangelio, como hemos dicho en otras ocasiones, no suprime los mandamientos dados por Dios a su pueblo escogido Israel, sino que los lleva a la plenitud de la nueva ley, es decir, ese doble mandamiento de amor a Dios y al prójimo. Brilla por tanto, aquí, sin duda, la novedad y la plenitud del evangelio.
Pregúntate: ¿vives tú esta novedad del evangelio o, por el contrario, tienes una fe aviejada, apática, incapaz de motivarte y transformarte?
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio, en el que Jesús nos ha regalado la parábola de la red, y la imagen de ese padre de familia que saca de su tesoro lo nuevo y lo antiguo, te lleve desde ya a esforzarte por ser pesca buena, a llenarte de esa alegría y novedad del reino, y a confiar siempre en la paciencia y la misericordia de Dios.
ORACIÓN
Señor Jesús, a veces en mi vida solo hay peces pequeños y tu red no suscita en mí generosidad, gratuidad, entrega, autenticidad. Incluso mi vida de fe a veces es demasiado pobre, aviejada. Por eso hoy te pido que me des tu Espíritu Santo, para que puedas sacar de mí peces buenos, para que pueda ser testigo de la belleza y de la novedad de tu Buena Noticia.