Evangelio del día 28 julio 2025 (El reino de los cielos se parece a la levadura)

Lunes de la 17ª Semana del Tiempo Ordinario

EVANGELIO (Mateo 13, 31-35)

En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas». Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta».

«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza».

Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

En el evangelio de hoy, Jesús nos ofrece la parábola del grano de mostaza y la de la levadura. Dos parábolas de contraste. Lo que al inicio parece pobre, escaso, es después algo abundante, grande, exitoso. Así es el Reino de Dios. Todo un mensaje de confianza en la acción de Dios y de esperanza en que, frente a todo lo que pudiera parecer, el Reino se abre camino.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este texto del evangelio de Mateo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, quiero fijarme en esa primera parábola del grano de mostaza: “El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza, la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas”. Así son las cosas de Dios. Él no se impone con la fuerza, con el poder.  Frente a nuestro mundo, en el que gente poderosa brilla por la espectacularidad, las cosas de Dios discurren por la vía de lo discreto, lo humilde, incluso lo irrelevante. Pero esto es precisamente el signo de Dios. Él, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, podría imponerse con su fuerza, pero ha querido que el Reino vaya creciendo desde lo pequeño. Lo suyo, y lo hace patente Jesús en su propia vida, es la sencillez, la humildad, la pequeñez.

Pregúntate: ¿te sientes fácilmente desanimado por la pequeñez del reino o reconoces ahí la presencia suave y, al mismo tiempo, poderosa de Dios?

En segundo lugar, quiero fijarme en esa otra parábola de la levadura: “El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta”. Ya en la anterior parábola habíamos visto cómo finalmente un grano de mostaza, la más pequeña de las semillas, se hace un árbol, hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas. Pues bien, esta parábola de la levadura afianza también esa idea del inicio pequeño y del resultado final tan llamativo. Un poco de levadura hace fermentar toda la masa. Aunque el reino parezca entre nosotros irrelevante, pequeño, incluso despreciable, tiene una fuerza interior imparable. El bien, los hijos de Dios, esta gracia de Dios invisible actuando en nosotros, aunque pase desapercibida, está ya haciendo fermentar y crecer todo. Y, de hecho, la promesa de Dios es que ese Reino será un día pleno en todos. Por eso, no te canses de hacer el bien, de anunciar a Jesús, de trabajar por el Reino, aunque sea humildemente, porque, en tu debilidad, estarás haciendo fermentar la masa del Reino, del amor de Dios.

¿Confías en este poder de Dios, en que finalmente él se impondrá y triunfará?

En tercer lugar, quiero fijarme en esas palabras finales del texto de hoy: “Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: ‘Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo’”. Jesús cita este Salmo 78 para explicar por qué habla en parábolas. No lo hace para envolver su mensaje de un carácter de misterio o brindarlo a unos pocos puros o elegidos a los que luego iluminaría para que las entendieran. Jesús habla en parábolas, cuyas imágenes están tomadas de la vida cotidiana, para hacer accesible, incluso a la gente más sencilla, aquello que hasta el momento ha permanecido en secreto. Dicho de otro modo, Jesús habla en parábolas para revelar a Dios, para dar a conocer su amor, su voluntad, y que pueda ser comprendido fácilmente por todos. Lo vemos en el evangelio. Jesús nos ha dado a conocer a su Padre Dios completamente y de modo sencillo e inmediato, y lo ha hecho por amor. Lo dice bellamente en el evangelio de Juan: “A vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”. Y esto que Jesús nos revela no es una idea, no es un conocimiento, sino una experiencia, una experiencia de amor. Jesús está dándonos a conocer cómo es el corazón de Dios y cuánto nos ama. En este sentido, esa revelación del amor de Dios tiene un poder transformador, está llamada a transformar nuestra vida. No hay nada más liberador y transformador que descubrir que somos amados incondicionalmente, gratuitamente, hasta el extremo.

Medita: ¿acoges tú la Palabra de Jesús y descubres en ella este misterio de amor de Dios?

CONCLUSIÓN

Pues que este evangelio te lleve a llenarte de alegría porque Dios te ha dado a conocer cuánto te ama. Pero que, con él, te llenes también de esperanza, porque el reino de Dios se está abriendo camino y un día será todo en todos.

ORACIÓN

Señor Jesús, gracias por llamarme amigo, por compartir conmigo todo lo que tú has oído del Padre. Gracias por acogerme y amarme. Hoy te pido que me ayudes a trabajar por el Reino desde lo pequeño, y que me des tu Espíritu para ser levadura en la masa.

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