
Evangelio del día 1 octubre 2025 (El Hijo no tiene donde reclinar la cabeza)
Miércoles de la 26ª Semana del Tiempo Ordinario
EVANGELIO (Lucas 9, 57-62)
En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo uno: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».
«Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».
Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa». Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
El evangelio de hoy nos ofrece tres casos anónimos de vocación. El primero y el tercero, espontáneos. El segundo, sin embargo, es llamado por Jesús. Lo importante son las tres frases del Señor a propósito de cada caso, que expresan la radicalidad que requiere el seguimiento de Cristo. Lo había anticipado solo unos versículos atrás: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga”.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Lucas, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, vemos el primer caso de vocación. Se acerca uno a Jesús y le dice: “Te seguiré adondequiera que vayas”. Es generoso, espontáneo, se habría sentido fascinado por Jesús como para querer seguirle de esa manera: “donde quiera que vayas”. Y esa radicalidad de este personaje anónimo le sirve a Jesús para decir: “El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. A diferencia de zorros y pájaros, que tienen madrigueras y nidos, Jesús no tiene un hogar, una morada estable, ni propiedades, ni familia. Por un lado, esta expresión habla de austeridad. Jesús vive en sí mismo esa pobreza evangélica tan de Dios, ese no estar apegado a las cosas, ese no tener el corazón envuelto en comodidades, caprichos y lujos, una actitud que da la verdadera libertad. Pero esas palabras suyas también hablan de itinerancia. La condición de Jesús es caminar, lo suyo es ir de pueblo en pueblo, el Espíritu Santo arde en su interior y le lanza a anunciar el Reino por todas partes. Como discípulo suyo, escucha estas palabras suyas: “Tú vete a anunciar el reino de Dios”. Tú eres llamado también a compartir esta misma austeridad, a no dejarte liar por las cosas, que acabarán atrapando tu tiempo e, incluso, tu corazón. Y también eres llamado a estar en camino, a salir de tus comodidades, de lo de siempre, de tus seguridades, hacia una vida en búsqueda continua de Dios y de tu hermano, una vida en misión.
Mírate un momento. ¿Eres austero o tienes demasiados lujos, algunos incluso escandalosos? ¿Vives en camino o estás demasiado cómodo o, peor aún, parado?
En segundo lugar, vemos el otro caso de vocación. Ahora es Jesús quien toma la iniciativa, aunque en la vocación, en la llamada, la iniciativa es siempre suya. Cristo dice a uno: “Sígueme”. Él respondió: “Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre”. Pero Jesús le contestó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios”. Vemos en estas palabras un guiño a ese pasaje del primer libro de los Reyes que nos narra la vocación de Eliseo. Se nos dice ahí que el gran profeta Elías escogió como discípulo a Eliseo, y este le pidió a Elías que le dejase despedirse de sus padres, y el gran profeta aceptó sin ninguna dificultad. Jesús, por tanto, está mostrando que seguirle a él es algo mucho más radical y profundo que el seguimiento de cualquiera de los grandes profetas del pasado. Él, claro está, es el Hijo de Dios, merece una adhesión total. Pero, además, son palabras muy fuertes, porque honrar a los padres o enterrar a los muertos eran obligaciones básicas para todo judío; lo son también para nosotros hoy. Pues bien, el seguimiento de Jesús es más fuerte aún que cualquier obligación, por importante que sea, de este mundo. Seguirle es una cuestión de vida o muerte. Porque sólo siguiéndole nos hacemos verdaderamente humanos, libres, felices, plenos, eternos.
Pregúntate: ¿seguir a Jesús ocupa todas tus fuerzas, todo tu tiempo? ¿Él es el centro de tu vida o tienes al Señor por debajo de muchos otros intereses?
En tercer lugar, vemos el último caso de vocación. Uno se acerca a Jesús y le dice: “Te seguiré, Señor, pero déjame primero despedirme de los de mi casa”. Entonces Jesús le contesta con una frase exigente, pero al mismo tiempo preciosa: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios”. Es quizá un guiño a ese pasaje del Génesis en el que la mujer de Lot, cuando la destrucción de Sodoma y Gomorra, quedó convertida en estatua de sal por volverse a mirar hacia atrás. Pero Jesús aquí utiliza, además, una comparación que cualquier trabajador del campo en su tiempo entendía muy bien. Se necesita una mano fuerte sobre el arado y una mirada al frente para roturar con decisión los surcos. ¿Cómo uno va a poder arar bien si echa la mirada hacia atrás? Así, Jesús te invita así a seguirle con decisión. No vale mirar atrás ni para revolverse en los pecados pasados (“¡He cometido tantos errores, he sido tan pecador!”), tampoco para llenarse de nostalgia (“Antes las cosas eran de esta manera o de esta otra, eran mejores, peores…”), pero menos aún puedes mirar hacia atrás si es para lamentarte por lo que estás dejando por seguir a Cristo (posibilidades laborales, amigos, familia, pareja…). El verdadero discípulo ha de caminar de la mano con Jesús, con mirada al frente, lleno de esperanza, sabiendo que camina con él hacia Dios y que, con ello, lo está ganando todo.
¿Eres tú de los que con frecuencia echas la mirada hacia atrás? ¿Temes dar pasos adelante con Jesús por dejar cosas que hoy valoras?
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te lleve a decirle de corazón a Jesús: “Te seguiré adondequiera que vayas”, consciente de que lo harás en camino, con pocas comodidades y dejando atrás muchas cosas, pero seguro de tener todo, todo, todo por delante.
ORACIÓN
Señor Jesús, dame un corazón grande para ser generoso. Que no me enrede en las cosas del mundo, que te siga con libertad y agilidad, que esté dispuesto a darlo todo por ti, y que lo haga lleno de confianza en ti, que eres la ganancia verdadera.