
Evangelio del día 6 septiembre 2025 (El Hijo del hombre es señor del sábado)
Sábado de la 22ª Semana del Tiempo Ordinario
EVANGELIO (Lucas 6, 1-5)
Un sábado, iba él caminando por medio de un sembrado y sus discípulos arrancaban y comían espigas, frotándolas con las manos. Unos fariseos dijeron: «¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?». Respondiendo Jesús, les dijo: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros sintieron hambre?
«¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?».
Entró en la casa de Dios, y tomando los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, comió él y dio a los que estaban con él». Y les decía: «El Hijo del hombre es señor del sábado».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
En el evangelio de hoy, vemos a Jesús enfrentarse con los fariseos en una controversia sobre la observancia del sábado. Concluirá sus palabras con una imponente y doble afirmación: “El Hijo del hombre es señor del sábado”.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Lucas, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, me gustaría detenerme un momento en el sentido que el sábado tenía para los judíos. El Sabbath era toda una institución sagrada para los judíos. Aún lo es hoy. Es su día santo. Dice el libro del Génesis que “Dios descansó el día séptimo (es decir, el sábado) de toda la obra que había hecho”. Y, según el libro del Éxodo, Dios, en el Monte Sinaí, dijo a Moisés: “Recuerda el día del sábado para santificarlo. Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas, pero el día séptimo es día de descanso, consagrado al Señor, tu Dios”. Y no es una norma caprichosa, sino un regalo de Dios a todos, amos y esclavos. Una norma al servicio del ser humano, de su descanso y de su alegría. Sin embargo, desgraciadamente, a esta visión preciosa de un don de Dios había acabado imponiéndose una visión legalista. Y el sábado, que era un regalo de Dios para que el ser humano descansara, disfrutara y pudiera alabarle de corazón, acabó convirtiéndose en un día de temor en que toda una serie de cosas, como andar determinados pasos o realizar tareas, estaba terminantemente prohibido. Los discípulos de Jesús aparecen de camino arrancando espigas en sábado. Parémonos un momento.
A propósito de este sábado judío, puedes preguntarte tú hoy: ¿tienes tiempo de reposo, de sosiego, de descanso en tu vida o apenas tienes momentos para lo importante? Los cristianos tenemos el domingo como día del Señor. ¿Lo santificas orando, yendo a Misa, dedicando tiempo a Dios y a lo importante?
En segundo lugar, a esta acción de los discípulos, que arrancan en sábado espigas, sigue la reacción de los fariseos, que recriminan a Jesús: “¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?”. Jesús primeramente destapa su hipocresía con un doble argumento. El rey David, como dice el primer libro de Samuel, comió de los panes de la proposición, cosa que para él estaba prohibida, porque esto les estaba solo permitido a los sacerdotes. Pero llama más la atención el otro argumento, casi irónico, en el que Jesús dice que los sacerdotes sí pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa. Pero a Jesús, como siempre, no le interesa mucho entrar en argumentaciones. Le interesa mucho más profundizar en el espíritu del mandamiento de observar el sábado. Y, por eso, en la versión del evangelio de Marcos, Jesus dirá: “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”. El evangelista Mateo, por su parte, pondrá en labios de Jesús unas preciosas palabras del profeta Oseas: “Quiero misericordia y no sacrificio”. Y añade: “No condenéis a los inocentes”. Es decir, frente a este legalismo de los fariseos, Jesús pone en el centro a la persona y, más concretamente, la misericordia. Antes que la ley, está la persona. La ley se hizo para que la persona tenga vida y vida en abundancia. Ese es el espíritu, el alma de la ley. Nosotros también, muchas veces, presentamos los mandamientos de Dios y de la Iglesia como leyes que cumplir, y a veces los usamos incluso para juzgar o descartar personas. No olvides hoy que antes que ninguna ley, como te recuerda Jesús, está la dignidad y la felicidad de la persona y, por encima de todo, la misericordia, el no juicio.
Pregúntate: ¿pones tú en el centro a la persona o a veces sirves más bien al cumplimiento estricto de las leyes, que acaban ocupando tu centro y te lleva a juzgar a los demás?
En tercer lugar, llama la atención que Jesús, para defender a sus discípulos, que estaban transgrediendo el sábado, aluda al rey David, que era para los judíos un personaje de una autoridad enorme, casi sagrado. Lo hace como si Jesús quisiera compararse con él. También alude a la actividad de los sacerdotes en el templo, algo sorprendente siendo Jesús un laico. Pero lo que es aún es más impresionante es la frase con la que concluye: “El Hijo del hombre es señor del sábado”. Jesús está diciendo: “Yo estoy por encima del sábado”. Es una frase increíblemente impactante. No había nada más sagrado para los judíos que la ley, el templo y el sábado. ¿Quién es este hombre que se pone por encima del sábado? Es el Hijo de Dios. Él es la Palabra de Dios hecha carne. Él es la nueva ley. Él encarna la voluntad de Dios. E, incluso, él es el nuevo templo, es la nueva presencia de Dios. Y en él lo que vemos no es una imposición de leyes, de palabras que oprimen, sino cercanía, misericordia, compasión, nuevas oportunidades, perdón y no juicio, acogida y opción por los más pobres. En definitiva, el amor incondicional, la acogida del pecador, la misericordia siempre, el no juicio… esta es la nueva ley de Jesús, que constituye nuestro verdadero sábado, es decir, nuestro verdadero descanso (que esto significa la palabra sábado). Y él es nuestro nuevo templo, lugar del encuentro con Dios.
Pregúntate: ¿descansas, aun en medio de tus debilidades y pecados, en el Señor? ¿Hallas en él la paz y el sosiego que necesitas o vives atormentado por el peso de tus culpas y de tus heridas?
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te lleve a poner siempre a la persona, especialmente a tus hermanos más necesitados y pecadores, en el centro, y constantemente, como Jesús, hagas un despliegue de misericordia, de acogida y de comprensión.
ORACIÓN
Señor Jesús, eres maravilloso. Tú siempre me pones en el centro por delante de cualquier otra consideración. Tú quieres que viva libre y feliz. Hoy me invitas una vez más a hallar en ti la paz. Gracias, Jesús. Yo sé bien que en ti encontraré el verdadero y definitivo descanso.