
Evangelio del día 15 mayo 2025 (Dichosos vosotros si lo ponéis en práctica)
Evangelio y Reflexión
EVANGELIO (Juan 13, 16-20)
Cuando Jesús terminó de lavar los pies a sus discípulos les dijo: «En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica.
«El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».
No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”. Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. En verdad, en verdad os digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
En el evangelio de hoy, Jesús explica a sus discípulos ese gesto sorprendente que ha realizado con ellos durante la Última Cena: el lavatorio de los pies. Un gesto impresionante e interpelante que habla de amor y de servicio.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Juan, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, vemos que dice Jesús: “El criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía”. Por supuesto que Jesús no está llamando siervos o esclavos a sus discípulos. No tendría sentido después de haberles lavado los pies, un signo clarísimo de fraternidad y de igualdad radical. Con este dicho quiere expresar que el discípulo no puede separarse del ejemplo de su maestro. Es, por tanto, una invitación profunda a que los discípulos sigan su ejemplo, a que tú sigas el ejemplo de Jesús. De hecho, justo antes se lo había dicho explícitamente: «Vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros«.
Pregúntate: ¿sigues tú el ejemplo de ese Jesús que sirve y se entrega, o únicamente de ese Cristo lejano que únicamente requeriría un poco de culto y oraciones y que apenas transformaría tu vida?
En segundo lugar, es precioso ver a Jesús entonar esta bienaventuranza: “Dichosos vosotros si lo ponéis en práctica”. En el Sermón de la Montaña Jesús gritaba: «Bienaventurados los pobres, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de la justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos”. Ahora el Señor dice: “Dichosos vosotros si lo ponéis en práctica”, es decir, “bienaventurados los que laváis los pies de vuestros hermanos, los que servís a fondo perdido”. A Pedro le costó entenderlo, por eso se resistía fuertemente a que Jesús le lavara los pies. Y el propio Judas, que, como dice Jesús, compartía su pan, le acaba traicionando porque no quiere aceptar a un Hijo de Dios, a un Mesías que pasa por la vida sirviendo. A una persona tan baja y corta de miras le hubiera convencido mucho más que fuera un Mesías fuerte, político, rey. Pero Jesús no se deja tentar. Insiste una y otra vez: «La dicha (de ahí la palabra “dichosos”, “bienaventurados”), la felicidad auténtica, no está en ese poder, en ese dominar a otros, sino en servir, algo que traerá alegría permanente a tu corazón, que te hará encontrarte verdaderamente”. Y experiméntalo. Cuanto más te entregues y más sirvas, más lleno y más pleno te sentirás. Es la ley del amor, es la ley de Dios. Y esta doble verdad (la ley de amor y la ley de Dios), aparece velada en esta frase de Jesús: «Que cuando suceda esto (es decir, su entrega, su pasión y muerte, que es expresión extrema de su amor) creáis que yo soy”. Y este “yo soy”, ya lo hemos dicho, es Yahveh, es decir, «Yo soy, yo soy Dios”. De aquí se sigue, claro está, que Dios es amor que sirve, amor que sirve hasta la muerte, hasta el final.
Medita: ¿vas a dejarte seducir por el prestigio, la fama y el poder o, por el contrario, te vas a dejar conducir por esta ley de Dios, por esta ley de amor?
En tercer lugar, Jesús termina con unas palabras interpelantes: «El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado”. Quien recibe a estos servidores suyos, en realidad está recibiéndole a él. Es decir, que cuando lavas los pies a tus hermanos, cuando desde la fe te entregas y sirves, es el mismo Jesús el que está sirviendo por medio de ti; más aún, es el mismo Dios el que está actuando en ti. Una responsabilidad enorme pero, al mismo tiempo, un regalo inmenso. Por tanto, todas las palabras de Jesús, su mensaje, no son unas palabras bonitas, una sabiduría que leer o admirar, sino unas palabras que cumplir, que transforman, que comprometen, que te lanzan al servicio y a la misión. Sin dejar, por supuesto, de lado la eucaristía o la oración, uno podría atreverse a decir: el culto verdaderamente cristiano es el servicio, el amor, la entrega, porque esto es lo que verdaderamente agrada a Dios, que hagamos lo que él hace, que seamos como él es.
¿Cómo es tu imagen de Dios: un dios que ejerce dominio o un Dios que comunica vida y amor, cuyo verdadero poder es el servicio?
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te guíe por la senda de la verdadera fe que sirve y ama. Que en tu familia, en tu comunidad, entre los tuyos, reconozcan que eres seguidor de Jesús porque eres servidor de todos. No lo olvides: seguidor, servidor.
ORACIÓN
Señor Jesús, reconozco que en ocasiones se me cuela el afán de protagonismo, de ser reconocido, de tener influencia o poder. ¡Qué pronto me olvido de tus palabras! Hoy te pido de corazón que me enseñes a amar y a servir de verdad, de modo que un día puedas decir de mí: “Dichoso tú que lo pones en práctica«.