Evangelio del día 3 noviembre 2025 (Cuando des un banquete, invita a pobres)

Lunes de la 31ª Semana del Tiempo Ordinario

EVANGELIO (Lucas 14, 12-14)

En aquel tiempo, dijo Jesús a uno de los principales fariseos que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.

«Serás bienaventurado, porque no pueden pagarte».

Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

 

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

Este texto de Lucas presenta un tema que aparece en el Evangelio una y otra vez: la incondicionalidad y gratuidad del amor que debe brillar en los cristianos, porque así es el amor de Dios. Él no ama porque nosotros le amemos, tampoco para recibir nada a cambio. El amor, para ser amor pleno y total, no puede tener en sí nada de interés. Jesús es testigo de este amor de Dios, que entrega a pobres y desvalidos. Y nos dirá: “Amaos como yo os he amado”. ¿No debes tú, entonces, hijo de Dios, seguidor de Jesús, actuar con esta misma generosidad y prodigalidad?

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este texto del evangelio de Lucas, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, quiero insistir en la idea que quiere transmitirnos Jesús con estas palabras: “No invites a tus amigos, porque corresponderán invitándote; invita a quienes no pueden pagarte”. Jesús no está pidiendo un sinsentido, sino algo que es propio de Dios: amar porque sí, a fondo perdido, sin esperar nada a cambio. Lo hemos visto mil veces en el evangelio. Lo dice Jesús en otro pasaje a propósito del mandamiento de amar a los enemigos: “Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?… ¡Dios hace salir el sol y llover sobre buenos y malos!”. Y concluye: “¡Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto!”. Pues bien, este mandato que te hace ahora Jesús de invitar a quienes no pueden corresponderte sigue esta misma lógica: la de un Dios que invita, ama, mima y cuida por puro amor, por pura gratuidad, por pura generosidad.

¿Cómo es tu amor? ¿Es un amor gratuito y generoso?

En segundo lugar, estas palabras de Jesús incluyen una bienaventuranza: “¡Serás bienaventurado si actúas así!”. Y, sin embargo, reconócelo, tu tónica habitual suele ser la del interés, ese clásico “do ut des”, es decir, doy para que me des, eso que tantas veces se te cuela. Incluso cuando haces el bien te gusta ser visto y reconocido. Te dice Jesús en otro lugar: “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha, ¡o ya habrás recibido tu paga!”. Pues esta lógica tuya, que en el fondo es egoísta, te impide ver cómo es Dios y te encierra en ese esperar siempre algo a cambio. ¿No es en el fondo una lógica demasiado humana? ¿Y si actuáramos siempre con todos con la misma gratuidad que con nuestros amigos, hermanos o parientes?

Piensa un momento: ¿cómo son tus obras? ¿Se te cuela a menudo el interés, ese ser visto y reconocido, ese esperar que te devuelvan lo que tú has dado? Piensa ahora en alguna acción que hayas realizado por pura gratuidad, sin esperar nada a cambio.

En tercer lugar, fija tu mirada en los destinatarios que apunta Jesús en sus palabras: pobres, lisiados, cojos y ciegos, esos que no pueden de ningún modo pagarte. Y a estos puedes sumar todos aquellos que están enfermos, que están marginados en nuestra sociedad, los antipáticos o alejados, aquellos que a todas luces te resultan indeseables. Esos son los preferidos de Dios, a los que él tanto ama.

¿Qué lugar tienen en tu vida? ¿De qué modo transmites a estos pobres tu amor, tu generosidad, tu cercanía? ¿Tienes tiempo tú para ellos?

CONCLUSIÓN

Pues que el evangelio de hoy sea una oportunidad para que medites sobre el maravilloso amor que Dios te tiene, gratuito e incondicional, que no responde a los desaires y rechazos con que le has correspondido tantas veces. Pero, sobre todo, que sea una ocasión para que pienses si un poquito de este amor generoso de Dios se hace presente en ti y, más concretamente, con aquellos que no pueden corresponderte con sus bienes, ni siquiera con su simpatía o agradecimiento. Entonces la lógica del “doy para que me des”, esa lógica egoísta de tu vida, pasará a ser un “doy porque me ha sido dado”, doy todo porque antes Dios me lo ha dado todo. Así es Dios. Así has de ser tú. Así han de ser los hijos de Dios.

Botón volver arriba