
Evangelio del día 10 septiembre 2025 (Bienaventurados los pobres)
Evangelio y Reflexión
EVANGELIO (Lucas 6, 20-26)
En aquel tiempo, levantando los ojos Jesús hacia sus discípulos, les decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.
«¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!».
Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas.
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
En el evangelio de hoy, se nos ofrece uno de los textos más bellos de todo el Evangelio: el Sermón del Monte, las Bienaventuranzas. ¡Pueden decirse tantas cosas sobre ellas! Pronto veremos que son una síntesis de todo el mensaje de Jesús, más aún, una fotografía de su corazón y, por supuesto, una hoja de ruta para todo discípulo, para todo seguidor del Señor.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Lucas, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, Jesús nos regala hoy las bienaventuranzas. Según las traducciones, oímos: “Bienaventurados, dichosos, felices”. Sea como sea, las bienaventuranzas hablan siempre de bendición, de dicha, de felicidad. Y eso es precisamente lo que más le gusta a Dios. Y eso es lo que nos ha revelado su Hijo Jesús con estas palabras. De hecho, él ha venido para bendecirnos, para llenarnos de dicha, de felicidad, para que seamos, no unos malditos o desgraciados, sino unos bienaventurados. Dios, a pesar de que se le dibuje muchas veces airado, enfadado, dispuesto al juicio y al castigo, tiene siempre en su boca estas palabras: “Dichoso tú, bendito tú, feliz tú”. Y hoy, con las palabras de su Hijo Jesús, quiere bendecirte, más aún, indicarte el camino para que seas verdaderamente feliz.
Ahora pregúntate: ¿cómo es tu imagen de Dios? ¿La de un dios muy dispuesto a juzgar y condenar, que sería en definitiva peor que cualquier padre o madre de este mundo, o un Dios loco por bendecirte, llenarte de dicha y felicidad y hacerte bienaventurado?
En segundo lugar, presta ahora atención al contenido de esas bienaventuranzas: “Bienaventurados los pobres, los que ahora tenéis hambre, los que ahora lloráis, los que sois odiados, excluidos, insultados y proscritos por causa del Hijo del hombre”. Pues bien, nadie ha encarnado mejor este modo de ser, esta espiritualidad, este talante que Jesús. Él es el pobre en el espíritu y también pobre de verdad (lo dirá en el evangelio: “El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”). Él es también el que llora con los que lloran, el cercano y amigo de marginados y excluidos. Y él es, sin duda, como nadie, ese odiado, excluido, insultado y proscrito por hacer el bien, por hacer la voluntad del Padre. Puede decirse, por tanto, que en estas bienaventuranzas Jesús nos está regalando una fotografía de su corazón, de su espiritualidad, de lo que él es. Él ha vivido en plenitud la humanidad, hasta el fondo. Con razón se ha dicho que Jesucristo es tan plenamente hombre como solo Dios podía haberlo sido.
Por eso, en un momento de silencio, admírate, enamórate, fascínate con este Jesús que es plenamente Dios y plenamente hombre, y que vive en plenitud la vida amando y sirviendo.
En tercer lugar, estas bienaventuranzas son toda una hoja de ruta para nosotros, para ti. Eso que Jesús es, eso que él vive plenamente, quiere que lo vivas también tú, quiere que seas como él. El seguidor de Jesús ha de configurarse con él, asemejarse a él. Cierto que se trata de algo completamente contracultural, porque este mundo te dice a cada momento: “Ni caso a Jesús. La verdadera bienaventuranza es la riqueza, el dinero, el éxito, la posición social, el poder, el dominio, el placer más superficial”. Pero ahí, y ya lo has experimentado algunas veces, no se halla la felicidad ni la paz. Por el contrario, si vives estas bienaventuranzas, este Sermón del Monte, Jesús te asegura toda clase de bendiciones: “De los que son así es el reino de Dios, ellos quedarán saciados, reirán, su recompensa será grande en el cielo”. Y es la verdad. Quien es como Jesús, aun despreciado y perseguido, goza de la libertad y de la dicha, de la bienaventuranza auténtica. Por el contrario, y lo advierte hoy Jesús con palabras muy duras, ¡ay de ti si vives como rico, como saciado, en esa risa superficial y banal, alabado por todos! Porque dice Jesús que tendrás hambre, harás duelo y llorarás. En esa supuesta satisfacción tan mundana no hallarás nunca ni la alegría verdadera ni la paz duradera.
Tómate ahora el pulso: ¿Eres como Jesús pobre en el espíritu, también austero, o vives con el corazón apegado a mil cosas? ¿Lloras con los que lloran, sabes animar y consolar? ¿Eres perseguido por ser un buen discípulo de Jesús, por construir un reino de justicia y de amor, o vives demasiado cómodo y descomprometido?
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te lleve a vivir de un modo más pleno, más verdaderamente humano, es decir, como Jesús, amando, sirviendo, con esa pobreza, esa libertad, esa autenticidad y esa paz que él mostró en cada palabra y en cada gesto.
ORACIÓN
Señor Jesús, mi corazón está a años luz del tuyo. En mí habitan muchos egoísmos, orgullo, debilidades, banalidades. Pero tú hoy me has tomado de la mano y me has mostrado el camino. Tú quieres que viva el reto de las bienaventuranzas.