
Evangelio del día 11 octubre 2025 (Bienaventurado el vientre que te llevó)
Sábado de la 27ª Semana del Tiempo Ordinario
EVANGELIO (Lucas 11, 27-28)
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, aconteció que una mujer de entre el gentío, levantando la voz, le dijo: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».
«Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
Pero él dijo: «Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
El evangelio de hoy nos presenta una escena entrañable: alguien de entre la gente expresa con espontaneidad su fascinación, su entusiasmo con Jesús. Esto le sirve al Señor para hacernos mirar más allá: los verdaderamente dichosos, los benditos, los afortunados, son los que escuchan su palabra y la ponen en práctica.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Lucas, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, quiero fijarme en esa persona de entre el gentío que lanza ese piropo a Jesús: “Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”. Es una mujer, como sabemos despreciada y relegada en el mundo judío de su tiempo. Pertenece a ese pueblo sencillo que recibe con alegría a Jesús. Todo lo contrario de esos líderes judíos y de esos que eran considerados justos, puros: sacerdotes, escribas y fariseos. Es el pueblo sencillo, necesitado de Dios, que acoge la Palabra del Señor, que exulta lleno de júbilo ante las palabras de salvación que salen de sus labios. Y ese piropo no solo se dirige a Jesús (“bienaventurado tú”) sino también a su Madre María (“bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”). Es esa madre bendita que, como exclama esta sencilla mujer, tiene que sentirse dichosa y orgullosa de tener un hijo así.
Detente un momento: ¿dónde te encuentras tú: en ese grupo de escribas y fariseos que solo critican, que ponen punto a todo, en los que no hay verdadero entusiasmo y alegría, o en ese pueblo sencillo, humilde, limpio de corazón, que acoge de verdad a Jesús y se alegra con su presencia y con sus palabras?
En segundo lugar, quiero fijarme en lo más importante: la respuesta de Jesús. Jesús parece aceptar esa bienaventuranza que ha pronunciado esa mujer de entre el gentío, pero quiere hacernos mirar más allá. Por eso hablará de algo aún mejor, de una cuestión más importante. Dice: “Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. Lo que prima, por tanto, no es la raza, la sangre, un título, una pertenencia, sino cumplir la voluntad de Dios. Eres familia de Dios si acoges su voluntad, si la haces realidad en tu vida, si vives al modo de Jesús. La familia de Jesús son, por tanto, todos aquellos que hacen su voluntad, aquellos que, en definitiva, viven el mandamiento del amor.
Por eso, pregúntate: ¿cómo es tu relación con Jesús? ¿Le sientes cercano, hermano, amigo? ¿Escuchas su palabra, la haces realidad o vives una fe demasiado heredada, demasiado formal que apenas tiene poder para transformarte?
En tercer lugar, la respuesta de Jesús (recuérdala: “Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”) podría parecer a alguien un desprecio a esa bienaventuranza o piropo que le han lanzado haciendo alusión a María, su Madre. Pero no es así. Justamente María es esa mujer bienaventurada, dichosa porque ha escuchado la Palabra de Dios y, más aún, porque la ha cumplido. Y lo ha hecho totalmente, en plenitud. Nadie jamás ha acogido y cumplido la voluntad de Dios como ella. Ese “hágase en mí según tu palabra” es la expresión más perfecta de lo que un ser humano puede hacer ante Dios. Y Jesús, desde la cruz, te ha dicho: “Ahí tienes a tu madre”. Él ha constituido a la Virgen María madre tuya, camina contigo e intercede por ti a cada momento. Por eso, invócala, pídele que te ayude a amar de verdad a Jesús y a ser como ella fiel a la voluntad de Dios. Y si te ves alguna vez perdido, no lo dudes, pídele su intercesión.
Pregúntate: ¿cómo es tu relación con María? ¿La tienes presente en tu vida y en tu oración? Dile hoy con todo tu corazón: “Santísima Virgen María, que para inspirarme una confianza sin límites has querido llamarte Madre del Perpetuo Socorro, yo te suplico que me socorras en todo tiempo y lugar”.
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te haga a ti también entusiasmarte con Jesús, te lleve a bendecir su nombre, más aún, a sentirte de los suyos, a escuchar su Palabra y a cumplir en todo la voluntad de Dios.
ORACIÓN
Madre mía Santísima, siempre Virgen María, derrama tu bendición sobre mí, sobre mi familia, sobre mis amigos. Cuida de mí y que, como tú, sepa acoger la voluntad de Dios. Que de tu mano camine siempre tras tu hijo Jesús, mi Señor, mi amigo, mi todo.