Evangelio del día 25 agosto 2025 (¡Ay de vosotros, hipócritas!)

Lunes de la 21ª Semana del Tiempo Ordinario

EVANGELIO (Mateo 23, 13-22)

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la gehenna el doble que vosotros!

«Cerráis a los hombres el reino de los cielos. Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren».

¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”! ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro? O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”. ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar, jura por él y por cuanto hay sobre él; quien jura por el templo, jura por él y por quien habita en él; y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él».

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

En el evangelio de hoy, Jesús da comienzo a un durísimo discurso contra escribas y fariseos. El discurso está compuesto por un total de siete “¡Ay de vosotros!”. El texto de hoy se detiene en los tres primeros. El denominador común de estos siete “ayes”, como diré una y otra vez, es la hipocresía. Jesús denuncia la falta de autenticidad de estos hombres que eran considerados santos y devotos por el pueblo, pero que por dentro estaban llenos de doblez y de maldad. Estas advertencias de Jesús, lejos de quedar perdidas en el pasado, se dirigen hoy a ti, para que huyas de la hipocresía con todas tus fuerzas.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este texto del evangelio de Mateo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, llama la atención que Jesús ponga en su boca palabras tan duras. Esos siete “¡Ay de vosotros!” suenan casi a amenazas o maldiciones. Hay que aclarar que, a estos escribas y fariseos, Jesús no les está deseando males ni echándoles maldiciones. No. Está constatando su actitud, desenmascarándolos, quitándoles ese velo de bondad y descubriendo su hipocresía. Es importante concluir aquí que Jesús se toma la vida muy en serio. No le da lo mismo ocho que ochenta. No le es lo mismo la hipocresía que la sinceridad, la bondad que la maldad. Jesús no solo anuncia y bendice, sino que denuncia y desenmascara, aunque le cueste la vida. Y vemos así que, frente a la santidad de Jesús, frente a su bondad y coherencia absolutas, están los escribas y fariseos que, bajo apariencia de bien, hacen el mal. Estos hombres que parecen tener un corazón puro, pero que, sin embargo, están llenos de maldad y de doblez. Es curioso cómo ante Jesús se cambian las tornas. Esos hipócritas que van de santos, reciben de Jesús un “¡Ay de vosotros!”. Y los pobres, marginados, tristes, enfermos, considerados impuros y lejos de Dios por estos mismos escribas y fariseos, reciben de Jesús un maravilloso Sermón del Monte, unas preciosas bienaventuranzas: “¡Dichosos, benditos, bienaventurados vosotros!”. Los primeros,  por tanto, son los últimos, y los últimos primeros.

Pregúntate: ¿dónde te hallas tú: en esos pobres, humildes y pecadores, llamados dichosos y benditos por Jesús, o en ese otro grupo de los que se creen buenos, pero que en realidad son hipócritas, y que acaban recibiendo del Señor una dura advertencia?

En segundo lugar, quiero centrarme en los tres “ayes” de Jesús a escribas y fariseos del texto de hoy. El primero de ellos es este: “¡Ay de vosotros, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren”. Es una acusación durísima. Jesús está desacreditando completamente, desautorizando, a los escribas y fariseos. Está diciendoles que, con sus interpretaciones estrechas de la ley, son para el pueblo, no una ayuda para que Dios reine entre sus hijos, sino un yugo, un fardo pesado, un impedimento. Ni ellos entran en ese reino de vida, de alegría y de paz, ni permiten con sus palabras y exigencias que la gente sencilla lo haga. Todavía más. Estos escribas y fariseos son los que están impidiendo ahora que el pueblo sencillo acoja a Jesús, que es el yugo llevadero, la carga ligera que da paz, alivio y alegría definitivas a quienes lo acogen.

Mírate tú un momento y pregúntate: ¿con tus palabras y testimonio contagias a un Dios bueno, fuente de alegría y libertad o, por el contrario, tu vida habla de un cristianismo enrevesado, aburrido, oscuro, pesado?

En tercer lugar, quiero fijarme ahora en el segundo “ay” de Jesús: “¡Ay de vosotros, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la gehenna el doble que vosotros!”. Jesús denuncia el proselitismo voraz que tenían los fariseos, que convertían a gentiles, a paganos al judaísmo, no para hacerles partícipes de una promesa de libertad, sino para hacerlos tan o más fanáticos que ellos. Estos judíos piadosos, por tanto, no anuncian, como Jesús, una Buena Noticia que suscita alegría y libertad, sino que enredan a otros para hacerlos, como ellos, esclavos de un infierno de cumplimientos y exigencias, donde la misericordia, la compasión y la bondad de Dios brillan por su ausencia. Todavía nuestro texto nos ofrece una tercera advertencia. Dice Jesús: “¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: ‘Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga’! ¡Necios y ciegos!”. Sorprende primeramente cómo define Jesús a estos hombres: “Sois guías ciegos”, como diciendo: “Vais de líderes, pero vivís en la oscuridad de la lejanía de Dios, en la hipocresía y en el pecado; y, como ciegos que no ven, solo podéis hacer tropezar a los demás”. Respecto al juramento, con su argumentación, Jesús dejará claro que estos judíos están equivocados en sus interpretaciones. No se ha de jurar ni por Dios, ni por su templo, ni por el oro del templo. Como dirá en otro pasaje: “No juréis en absoluto: que vuestro hablar sea sí, sí, no, no”.

Párate un momento. Quizá eres sacerdote, religioso, catequista o, de algún modo, ejerces un liderazgo en la fe como abuelo, abuela, padre, madre, padrino o madrina. Pregúntate: ¿eres un guía ciego o, con humildad, compasión y ternura, guías a otros a un encuentro de amistad con Jesús?

CONCLUSIÓN

Pues que este evangelio te lleve a una búsqueda cada vez mayor de autenticidad, huyas siempre de la hipocresía y transmitas a otros tu experiencia más profunda de encuentro con Jesús, que es siempre buena noticia de alegría, de libertad y de paz.

ORACIÓN

Señor Jesús, es fácil hacer una caricatura de escribas y fariseos, como si no tuvieran nada que ver conmigo. Pero, si me detengo, veo que hay en mí algo de ellos. A veces también soy hipócrita y exijo a otros lo que yo mismo no vivo. Me falta mucha autenticidad. Por eso hoy te pido que me ayudes a vivir en la verdad y sea así un testigo creíble y alegre de tu cercanía, de tu misericordia y de tu amor.

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