
Evangelio del día 5 agosto 2025 (¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!)
Martes de la 18ª Semana del Tiempo Ordinario
EVANGELIO (Mateo 14, 22-36)
En aquel tiempo, apremió Jesús a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo. Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!». Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua». Él le dijo: «Ven».
«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame». Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?». En cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios». Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le trajeron a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. Y cuantos la tocaban quedaban curados.
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
El evangelio de hoy nos presenta una escena insólita. Tras esa multiplicación prodigiosa de los panes y los peces, Jesús se retira a orar. Los discípulos, por su parte, se hallan de noche en una barca sacudida por las olas con viento contrario. Entonces se les acerca Jesús andando sobre el mar, se asustan, creen que es un fantasma. Pero Jesús los anima y disipa sus miedos. Incluso Pedro se atreverá a acercarse a él andando sobre el agua. Pero su miedo, su falta de fe, le hará hundirse. Toda una parábola de la realidad de tu vida: sin Jesús, miedo, viento contrario, hundimiento; con él, confianza, calma, seguridad.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Mateo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, el evangelio de hoy nos presenta a los discípulos, tras el gran milagro de la multiplicación de los panes, solos, sin Jesús, lejos de tierra, en una barca sacudida por las olas y con viento contrario. Tu vida se parece mucho también a esta barca sacudida por las olas del estrés, el esfuerzo, las exigencias y, también, en la noche y el viento contrario de los sufrimientos, la tristeza, la soledad y las pruebas. Pero quiero que te fijes ahora en Jesús. En medio de esa noche, del oleaje, del viento contrario, aparece él. Nos dice el texto: “Se les acercó Jesús”. Es decir, Jesús sale en tu busca, a tu encuentro, a socorrerte. Y añade el evangelio que lo hizo “andando sobre el mar”. Los discípulos están tan agobiados y sobrepasados que se asustan y gritan de miedo, lo confunden con un fantasma. Jesús, en tu vida, se hace presente así, sin imponerse por la fuerza, ni de modo espectacular, sino de modo delicado, respetuoso, sutil, caminando sobre las aguas de tu vida, a tu lado en momentos de oleaje, de noche y viento contrario. Ojo, no es un fantasma. Es él, tu amigo Jesús que, vivo, resucitado, no te abandona jamás. No te deja, ni te dejará, ni en el día a día, ni en tus cansancios, pero menos aún en la noche de tus sufrimientos.
Pregúntate: ¿sientes su presencia sutil, pero real, en tu vida? ¿Experimentas cómo está a tu lado especialmente en los momentos de prueba?
En segundo lugar, llama mucho la atención esa escena de Pedro caminando sobre el agua. Los discípulos han confundido primeramente a Jesús con un fantasma. Sin embargo, Pedro tiene arrojo, confianza en su maestro, quiere fiarse de Jesús, por eso le dice: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua”. Y Jesús le dice: “Ven”. Pedro es valiente, pero también humano, quizá demasiado, porque se deja llevar por la confianza en sí mismo, le falta confianza en Jesús. Y es entonces cuando sufre la fuerza del viento y las olas, duda y se hunde. Pedro es la roca firme sobre la que Jesús ha asentado su Iglesia, la comunidad de sus discípulos. Es roca, pero no por sí mismo; sin Jesús no tiene nada que hacer. Pero cuando comienza a hundirse, Pedro reconoce su indigencia, su debilidad, su necesidad de Jesús y por eso grita: “Señor, sálvame”. Cristo no tarda ni un segundo en responder. Nos dice el texto que “enseguida Jesús extendió la mano y lo agarró”, aunque también le increpará: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?”. Está claro, por tanto, que cuando confías en ti mismo, cuando te olvidas de Dios, cuando descuidas o abandonas tu relación con Jesús, te hundes. Sin Jesús, cualquier viento contrario acabará contigo. ¡Eres tan débil! Pero tranquilo, porque aquí hay una buena noticia. Con Jesús puedes caminar incluso por encima del agua con viento contrario. Ni siquiera las mayores dificultades acabarán contigo si estás con él. Él siempre te mantendrá en pie, con él no tienes nada que temer.
Pregúntate: ¿estás bien unido a Jesús, confías en él, te agarras fuerte a su mano, especialmente en momentos de prueba y dificultad? ¿O pronto, en momentos de noche y viento contrario, ves cómo se resiente tu fe?
En tercer lugar, creo que lo más importante son las palabras que Jesús dirige a sus discípulos cuando los ve zarandeados por las olas, en medio de la noche y del cansancio, y llenos de miedo. Les dice: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”. Jesús siempre te animará, es decir, te llenará de vida, te liberará de la incertidumbre y del miedo. Es más, nos dice el texto que en cuanto subió a la barca, amainó el viento. Si dejas a Jesús subir a la barca de tu vida, ni siquiera los vientos más feroces te harán naufragar, ni sucumbirás a los miedos, porque con él navegarás seguro, y tus cansancios los hará él más llevaderos. Por tanto, él es el mejor aliado en los sufrimientos y pruebas de este mar de la vida, tantas veces tempestuoso. Hoy te invito, como hicieron esos discípulos, a que te postres ante él y le digas: “Realmente eres Hijo de Dios”. Un Dios que nunca te subyugará ni esclavizará, sino que te liberará, te protegerá, te sostendrá, te apaciguará. El evangelio añade: “Terminada la travesía, llegaron a tierra”. Así es. Con Jesús, tocas tierra, puedes sentirte seguro, él es el verdadero cimiento, la auténtica solidez. Y termina el evangelio diciendo: “Le trajeron a todos los enfermos y cuantos la tocaban quedaban curados”. Acércate hoy a Jesús, toca en la oración aunque sea la orla de su manto y verás pacificar tus inquietudes y sanar la fuente de tus enfermedades.
Medita: ¿dejas que Jesús suba a la barca de tu vida? ¿Has experimentado que él trae a tu existencia luz en la noche, que él disipa tus miedos, que él te sana de todas tus dolencias?
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te lleve a experimentar la presencia del Señor en tu vida, no como un fantasma, sino como ese Jesús, amigo y vivo, que quiere encontrarse contigo, le dejes entrar en tu ser y sientas su paz y su calma.
ORACIÓN
Señor Jesús, abre mis ojos para que pueda reconocerte, especialmente en medio de las pruebas, en que mi corazón tiembla y me cuesta confiar en ti. ¡Necesito tanto de tu ayuda! Extiende tu mano hacia mí, aumenta mi fe, calma los vientos que me hacen tambalear y trae a mi corazón confianza y paz.