Evangelio del día 20 julio 2025 (Andas inquieta y preocupada con muchas cosas)

Evangelio y Reflexión

EVANGELIO (Lucas 10, 38-42)

Yendo ellos de camino, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».

«María ha escogido la parte mejor y no le será quitada».

Respondiendo, le dijo el Señor: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».

 

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

El evangelio de hoy nos presenta a Jesús en Betania, concretamente en casa de sus amigos Lázaro, María y Marta. Marta, hacendosa en todo momento, va de acá para allá sin tiempo siquiera para Jesús. María ha entendido que lo más importante es estar a los pies de Jesús, escuchando su Palabra.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este evangelio, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, que Jesús hoy viene también a tu casa. Él te visita a cada momento. No es un Señor glorioso que se ha quedado encerrado en su cielo, sino el Jesús cercano, amigo y tierno que te acompaña en el camino de la vida.

Hoy llama a tu puerta. ¿Le vas a abrir? ¿Adónde le vas a dejar pasar?

Él no quiere que le recibas únicamente en tu sala principal, esa que tienes limpia, adornada y preparada para los visitantes. Quiere entrar a tu cocina, incluso al trastero en que existe toda clase de desorden y oscuridad. Y quiere entrar, no para dejarte en evidencia, sino para poner luz y paz en cada rincón de tu vida. Él quiere quedarse a vivir contigo para siempre.

En segundo lugar, vemos a María, la hermana de Marta y Lázaro, que ha captado que lo más importante es estar con Jesús, ponerse a sus pies, escuchar su Palabra. El mismo Jesús lo dice con contundencia: “María ha escogido la parte mejor, y no le será quitada”. Algo tan obvio se nos olvida con frecuencia. Estamos tan ocupados con mil cosas, que no tenemos tiempo para lo importante: el sosiego, la paz, la quietud, la serenidad que se percibe junto a Jesús.

¿No hay demasiado ruido en tu vida como para que Jesús pueda hablarte al corazón? Si quisiera Jesus hablarte, si tuviera que decirte algo, ¿cuándo podría hacerlo en medio de tanto trasiego?

En tercer lugar, si bien lo primero es la oración y la contemplación, no cabe duda de que la vida es trabajo y tarea. Marta, tan ocupada, nos recuerda que es preciso moverse, comprometerse, incluso “embarrarse” en el anuncio del Reino. Es escandaloso cómo algunas personas de Iglesia son perezosas, desaparecen cuando hay que realizar un trabajo o son “finos” para las tareas más cotidianas. San Pablo nos avisa y dice claramente en su Segunda Carta a los Tesalonicenses: “Si alguno no quiere trabajar, que no coma, porque nos hemos enterado de que algunos viven sin trabajar. A esos les mandamos y exhortamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con sosiego para comer su propio pan”. No hay excusas en el evangelio para vivir una vida de “señoritos”. Jesús tiene las manos encallecidas tras veinte años de arduo trabajo en el taller y en el campo. Jesús tiene las piernas cansadas de recorrer los caminos y la piel curtida por el sol. Y comodidad… ninguna. Nos lo dice el evangelio: “El hijo del Hombre no tiene ni donde reposar la cabeza”. Recordémoslo: ¡qué testimonio tan pésimo el de aquellos cristianos que no mueven ni un dedo! Tú no lo dudes. Coger un cepillo o una fregona, mover sillas y mesas, “pringarse” cocinando para los hermanos son también quehaceres de la comunidad cristiana y un signo importante de credibilidad para los que están lejos.

CONCLUSIÓN

Hoy el evangelio nos invita a abrirle las puertas de nuestra casa al Señor, de par en par, para que él la habite siempre. Nos invita también a ponernos a sus pies para escucharle y dejar que su voz nos vaya transformando. Y, a la vez, nos lanza a ponernos en el camino del servicio, para servir a Dios y a los hermanos de manera concreta y comprometida y, muchas veces, necesariamente laboriosa y cansada.

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