
Evangelio del día 10 agosto 2025 (A la hora que menos penséis, viene el Hijo del hombre)
Domingo de la 19ª Semana del Tiempo Ordinario (Ciclo C)
EVANGELIO (Lucas 12, 32-48)
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
«Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas».
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre». Pedro le dijo: «Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?». Y el Señor dijo: «¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas? Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles. El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos. Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
El texto de hoy nos ofrece varias parábolas: la de los siervos fieles que aguardan en vela la llegada de su señor; la del ladrón que quiere abrir un boquete en la casa, y la del administrador fiel y prudente. Todas ellas son una llamada imperiosa a que estés en vela, a que no te duermas ni relajes, a que mantengas en tensión tu amor por Dios y tus hermanos, sirviendo generosamente y con todo compromiso.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Lucas, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, el texto de hoy nos regala unas palabras que nos llenan de paz y de consuelo: “No temas, pequeño rebaño”. Somos el rebaño de Dios, el pueblo de Dios, sus hijos muy amados. Continúa el texto: “Vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino”. Tenemos un Dios Padre bueno. Y saber que él es nuestro Padre, no un dios lleno de ira y de poder destructor, disipa nuestros miedos. Ese reino que quiere darnos el Padre es él mismo. Esa frase podríamos traducirla como: “Vuestro Padre ha tenido a bien darse a vosotros”. Y por eso, a continuación, nos pide que nos liberemos de todo lo accesorio, de todo lo que pueda retener nuestro corazón: “Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla”. Nos invita, en definitiva, a que nuestro tesoro sea él, que nuestro corazón esté centrado en él, entregado a él. Porque es precisamente en él donde alcanzamos la vida verdadera, la plenitud y el gozo que nadie puede arrebatarnos.
Mira un momento tu corazón: ¿está bien centrado en Dios o hay demasiadas cosas que lo tienen descentrado?
En segundo lugar, dice Jesús: “Tened ceñida vuestra cintura”. Los judíos, que solían vestir hábitos largos y flojos, necesitaban recogerlos a la cintura ciñéndose con un cinturón o correa. Es una alusión a que tenemos que estar preparados para el trabajo de Dios, para servirle en el anuncio del Evangelio, comprometidos en la construcción del Reino. No puedes dormirte en los laureles. Dice también el Señor: “Tened encendidas las lámparas”. La luz es signo de una fe viva, vigilante, también de la presencia de Cristo Resucitado, esa luz que recibimos del cirio pascual el día de nuestro bautismo. Y estos siervos vigilantes no solo son llamados bienaventurados, dichosos, benditos, sino que, a la llegada de su señor, son hechos señores, sentados a la mesa y servidos por él mismo. Nuestra vocación, por tanto, nosotros que somos imagen de Dios, es convertirnos en servidores. Y servir al Señor y a su Reino nos dignifica, nos ensalza.
Pregúntate ahora: si el Señor viniera hoy a ti, ¿te encontraría trabajando con todas las fuerzas por su Reino de justicia, de amor y de paz, sirviendo y amando a tus hermanos sin descanso?
En tercer lugar, nos encontramos con esa breve parábola que compara la venida del Hijo del hombre (su segunda venida o “parusía”) con la llegada del ladrón en la noche. La imagen del ladrón y la nocturnidad no quieren fomentar el temor o la angustia, sino resaltar lo inesperado de la venida de Cristo, cuya hora y día nadie conoce, solo el Padre. Vemos también esa otra parábola del administrador fiel y prudente, que recibe del Señor el nombre de “bienaventurado” y que acaba siendo puesto al frente de todos los bienes. Por el contrario, el que se relaja o abusa de la ausencia del señor, será castigado, se perderá. Por tanto, este es el momento de la fidelidad, del compromiso, de una espera activa. No vale que te descuides. El texto nos recuerda que al que mucho se le confió, más aún se le pedirá. Es una cuestión de responsabilidad. Si él te ha constituido administrador de sus bienes, ¿los vas a desperdiciar? ¿Los vas a retener? La parábola habla de un administrador negligente que pega a los criados y criadas y se entrega a comer, a beber y a emborracharse.
¿Dónde te encuentras tú? ¿Qué tienes que cambiar para ser de verdad un administrador fiel y prudente?
CONCLUSIÓN
Pues que el evangelio de hoy te recuerde que tienes que estar vigilando y trabajando ya en la construcción del Reino, alimentando la luz de tu fe, sirviendo a tus hermanos y dejándote servir y amar por nuestro Dios increíblemente bueno.
ORACIÓN
Señor Jesús, quiero servirte con fidelidad. ¡Sé muy bien, Señor, cuánto me has confiado! Hoy te pido que me ayudes a abandonar todo aquello que me aparte de ti. Que no retenga nada de lo que me has dado. Que esos dones que he recibido de ti, los ponga siempre al servicio de mis hermanos.