Evangelio del día 14 febrero 2025 (Dijo Jesús: Effetá, esto es, ábrete)
Evangelio y Reflexión
EVANGELIO
Viernes de la 5ª Semana del Tiempo Ordinario
(Marcos 7, 31-37)
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.
«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
En el evangelio de hoy, Jesús aparece sanando más allá de las fronteras de Israel. Y lo hace desplegando, no solo su poder, sino su compasión y su misericordia: abre los oídos y desata la lengua de un pobre sordomudo. A esa acción solo puede seguir el testimonio y la alabanza: “¡Todo lo ha hecho bien!”.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Marcos, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, nos dice el evangelio ya en el inicio que Jesús dejó el territorio de Tiro y pasó por Sidón atravesando la Decápolis. Es decir, Jesús está en tierra de paganos, de gentiles, considerados por los judíos como despreciables. Los judíos creían que los paganos eran perdidos, que Dios no actuaba en ellos, que la gracia de Dios no podía alcanzarles. Según ellos, el Dios verdadero era judío y solo para los judíos. Pero Jesús manifiesta con su vida que Él ha venido a traer salvación y sanación a todo hombre y a toda mujer, judío o pagano, lejano o cercano. A veces eres tú mismo el que piensas que Dios solo actúa en ti, en tu grupo, en tu comunidad, en tu iglesia y olvidas así eso que bellamente expresó el Concilio Vaticano II: que existen muchos elementos de santificación y de verdad fuera de los límites visibles de la Iglesia católica. El amor de Dios, su gracia, su poder son tan enormes que no encuentran límites. Pues no se los pongas tú. Al contrario, que tu vida sea siempre un puente para que el amor de Dios llegue a todos: a los de lejos y a los de cerca, a los aparentemente puros y a los aparentemente impuros.
Pregúntate: ¿eres tú un cauce para que la gracia de Dios llegue a los demás o más bien a veces eres una aduana, una barrera, un muro con tu intransigencia y tus juicios?
En segundo lugar, quiero fijarme brevemente en cuatro detalles del evangelio de hoy. Nos dice el texto que “presentaron a Jesús un sordo”. Son los otros, es la comunidad, la que acerca al sordo a Jesús. Por eso, da gracias a Dios por todas aquellas personas que con su vida, su cercanía y su palabra te han acercado a Jesús. Vemos también en el texto que, para sanarlo, Jesús realiza algunos gestos que nos resultan extraños: le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. No se trata de un ritual de magia. Jesús únicamente quiere comunicarse con este hombre sordomudo, que no oye ni habla y que vive por tanto completamente aislado. Con esos gestos, Jesús le está queriendo mostrar su cercanía, su cariño y, más aún, su voluntad. Parece decirle con esos gestos: “quiero sanarte, aquí me tienes, todo va a ir bien”. Nos dice también el texto que, durante la sanación, Jesús miró al cielo. Su poder no viene de un ritual, de cosas raras, sino de Dios. La sanación y la salvación vienen siempre de Dios y Jesús es su Hijo, que actúa con la misma fuerza de Dios. Finalmente, nos dice el evangelio que Jesús suspiró. En ese suspiro no hay queja o cansancio como nuestros suspiros, sino lástima y compasión ante la enfermedad de este pobre hombre. Jesús, no lo olvides, sana porque se compadece.
Pregúntate: ¿actúa a través de ti la fuerza y la sanación de Dios? ¿Hay en ti algo de la compasión de Jesús?
En tercer lugar, vemos en el texto que Jesús finalmente obra el milagro, un milagro espectacular. Con su palabra “Éffetá (ábrete)” y su poder se obra el milagro. A diferencia de los judíos, que son incrédulos y critican a Jesús, los paganos responden con un testimonio enorme y, además, alaban y bendicen al Señor exclamando: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. Pero detente un momento. Tú también eres sordo. A menudo tienes los oídos cerrados a la voz de Dios, que te llama a la misión, que te llama a ser testigo de amor y de su misericordia. Tú también, piénsalo, eres mudo. Tu lengua está paralizada para cantar las maravillas del Señor, para dar testimonio de su Buena Noticia.
Por eso, pídele a Dios en un momento de silencio que te libere de tu sordera y de tu mudez para escuchar al Señor, para hablar de los milagros que ha hecho en ti y en los tuyos.
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te lleve a reconocer las grandezas de Dios que actúa en todas partes y en todos sus hijos. Que te lleve también a confiar en su poder sanador, y a dejarte también sanar por él. Él pondrá sus dedos en tus oídos y tocará tu lengua para que seas testigo de su amor.
ORACIÓN
Jesús mío, me presento ante ti como ese pobre sordomudo. Tú hablas mil veces a mi corazón y, sin embargo, mis preocupaciones, mis intereses, mis prisas acallan tu voz. Tú mil veces me pides que hable de ti y, sin embargo, solo uso mis palabras para criticar, para chismorrear, para conversaciones bajas. Por eso hoy te pido: dame la gracia de abrir mis oídos a ti, dame la gracia de poner mi palabra a tu servicio, mi Señor.