
Evangelio del día 4 septiembre 2025 (Tú serás pescador de hombres)
Jueves de la 22ª Semana del Tiempo Ordinario
EVANGELIO (Lucas 5, 1-11)
En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios, estando él de pie junto al lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Respondió Simón y dijo: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador». Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
En el evangelio de hoy, vemos a Jesús alimentando al pueblo con el pan de su Palabra. La gente escucha fascinada a Jesús, porque habla con verdadera autoridad y sabiduría. Veremos, además, al Señor obrar un prodigio, una pesca milagrosa, y algo más: llamar a Pedro y a los Zebedeo, para que, más allá de sus debilidades, se lancen a la maravillosa tarea de evangelizar, de anunciar el evangelio, de pescar hombres.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Lucas, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, vemos a Jesús predicar la buena noticia del evangelio. En torno a él imaginamos a un gentío, porque nos dice el texto que la gente se agolpaba en torno a Jesús y que, incluso, tuvo que subirse a una de las barcas, apartada un poco de tierra, para enseñar desde ahí. La gente le busca, no para oír palabras de un sabio o de un maestro más. Nos dice el evangelio que se acercaban a Jesús para oír la palabra de Dios. Es decir, reconocen en sus palabras la misma voz de Dios, cariñosa, compasiva, llena de buenas noticias. Y un detalle más: Jesús no enseña sentado en una cátedra, en una sinagoga, en un templo, en un teatro. No. Va allí donde se encuentra la gente, a su cotidianidad, donde se mueven las personas sencillas, en la orilla del mar, entre barcas, redes y peces. Jesús hoy quiere también alimentarte a ti con su Palabra, con palabras de vida y salvación. Y lo hace, no en momentos o lugares exclusivos, magníficos o solemnes, sino ahí, en tu día a día, en medio de tus trabajos, de tus preocupaciones e incluso sufrimientos. Como decía Santa Teresa, “Dios anda entre los pucheros”.
Pregúntate: ¿meditas la Palabra del Señor, es alimento para ti? ¿Sientes la presencia de Jesús en tu cotidianidad, en tu día a día?
En segundo lugar, cuando Jesús acaba de hablar al gentío, dice a Pedro: “Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca”. Ellos ya lo habían intentado: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes”. Y entonces sucede algo increíble. Nos dice el texto que hicieron una redada tan grande de peces que las redes reventaban, hasta tuvieron que pedir ayuda a otra barca. En esta narración ciertamente hay un milagro real, una pesca milagrosa, pero se trata también de toda una parábola de la evangelización. De hecho, más adelante Jesús dejará claro con sus palabras que no se trata tanto de pescar peces, sino hombres. Las imágenes están claras: esa barca es la Iglesia, con Pedro a su cabeza; ese pescar es anunciar el evangelio; ese no pescar nada durante la noche, nos habla de todo lo que intentamos hacer por nuestra cuenta sin tener a Jesús realmente a nuestro lado y, obviamente, el resultado, el fruto es nulo; y esa pesca milagrosa es el resultado de cuando escuchamos la palabra de Jesús: cuando estás con él, cuando le dejas subir a tu barca, cuando él guía tu vida, tu barca se llena de peces, tu servicio al Evangelio da fruto en abundancia. Y otra cosa más. Esa expresión de “rema mar adentro” es también una invitación a que abandones seguridades. No vale que te quedes en la orilla, en lo de siempre, en tus miedos y comodidades. No. Ve más allá, más adentro, allí donde hay peces, allí donde puedas poner en juego tu confianza en Jesús.
Pregúntate: ¿te fías del Señor? ¿Estás verdaderamente comprometido en esta tarea de pescar, de evangelizar?
En tercer lugar, quiero fijarme ahora en Pedro. Cuando ve esa gran pesca, esa pesca milagrosa, y se encuentra cara a cara con un Jesús lleno de poder, pero, sobre todo, de bondad y de amor, nos dice el texto que “el estupor se apoderó de Pedro”. Le recorre el cuerpo de arriba abajo un sentimiento de profunda indignidad, de gran debilidad y por eso solo puede decir a Jesús: “Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador”. Nos dice el texto que lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo. Pero Jesús no quiere detenerse en las debilidades: ni en las de Pedro, ni en las de Santiago, ni en las de Juan, ni tampoco en las tuyas. Sabe muy bien, mejor que nadie, qué débiles somos. Y por eso dice a esos discípulos, y te dice a ti hoy: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. No temas, no tengas miedo de esa debilidad, porque el Señor cuenta con ella. Pero él te ha escogido, él quiere que seas testigo suyo, discípulo, apóstol, pescador de hombres. Huye de miedos y de excusas. Nos dice el texto que, tras estas palabras de Jesús, los discípulos “sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”. Deja tú también a un lado tus barcas, tus bienes, tus seguridades, tu bienestar, tus comodidades, también tus miedos y debilidades, y decídete a seguir con toda el alma a Jesús. Sé con él pescador de hombres.
¿Acoges esta invitación, esta llamada?
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te lleve a renovar la llamada que Jesús te ha hecho a que seas, como esos discípulos de entonces, pescador de hombres. Escucha su Palabra, encuéntrate con él, siente su fuerza y su gracia en tu debilidad, y conviértete en pescador de hombres.
ORACIÓN
Señor Jesús, a menudo me escudo en mis debilidades, en mi pecado, en mi flaqueza, para no acoger tu llamada. Pero yo he sido testigo de tus milagros, he quedado fascinado con tu Palabra y estoy dispuesto, en lo hondo de mi ser, a seguirte. Por eso hoy te digo: cuenta conmigo, Jesús.