Evangelio del día 8 agosto 2025 (¿De qué te sirve ganar el mundo entero?)
Viernes de la 18ª Semana del Tiempo Ordinario
EVANGELIO (Mateo 16, 24-28)
En aquel tiempo, dijo a los discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?
«Quien quiera salvar su vida, la perderá».
Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre en su reino».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
En el texto inmediatamente anterior al evangelio de hoy, San Pedro ha confesado a Jesús como el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios. Es un momento álgido, porque la identidad de Jesús queda así resuelta. Pero ojo, el Señor pronto explicará a los suyos qué tipo de Mesías es él. No un mesías rey, triunfador, exitoso. No. Nos dice el evangelista que “Jesús comenzó a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho, ser ejecutado y resucitar al tercer día”. Pues bien, este Mesías servidor, que se entrega hasta el final, pedirá hoy a sus discípulos, a ti, su seguidor, adhesión incondicional, hasta el punto de que renuncies a tus seguridades, incluso a tu vida. Pero, paradójicamente, con ello, lejos de perderlo todo, lo estarás ganando todo.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de este texto del evangelio de Mateo, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, escucha de nuevo estas palabras tan radicales que te dirige Jesús hoy: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga”. El seguimiento de Jesús requiere de ti todo: incondicionalidad, adhesión total, una fidelidad que llega hasta perder la vida. Un seguimiento que exige que te niegues a ti mismo. Sí, que mueras al egoísmo, que luches para que tu corazón no se pegue a las cosas, que sigas a Jesús sirviéndole en los pobres, con palabras y obras. Lejos de acabar esto contigo, estas exigencias te darán la felicidad, la paz y la libertad verdaderas. Aquí tiene sentido eso que dice Jesús a continuación: “Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará”. Solo con él, muriendo a ti, nacerás a ti. Solo evitando que tu corazón se pegue a las cosas, ganarás la Vida verdadera, que es plena y eterna, y que solo él puede darte. En un sentido concreto, lo has experimentado en muchas ocasiones. Cuando te has entregado únicamente a tus cosas, te has sentido vacío, caído, agotado. Sin embargo, cuando te has negado a ti mismo entregándote a Dios y a los demás, te has encontrado. En definitiva, cuando das lo que tienes, cuando te das a ti mismo, lo recibes todo a cambio y, sobre todo, tu corazón se llena de alegría y de paz. Por eso, no lo dudes: pon a Jesús y a tus hermanos en el centro de tu existencia, olvida tus egos, ponte a servir y con ello lo estarás ganando todo.
Pregúntate: ¿estás dispuesto a abandonar tus egoísmos, incluso a dejar tus planes, para seguir a Jesús de cerca, con radicalidad?
En segundo lugar, quiero centrarme en ese “tomar la cruz con Jesús”. Dice el Señor: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que tome su cruz y me siga”. Esta cruz puede tener hasta un triple sentido. Primero, esa cruz tiene que ver con esa experiencia de negación de uno mismo, que es muy dolorosa, incluso vertiginosa; es ese vivir de la confianza en Dios, sin apenas seguridades; esta cruz sólo puede llevarse con Jesús, siguiéndole de cerca; y es entonces cuando esa renuncia, que puede parecer al mundo ridícula, se vuelve cruz gloriosa; esa negación y esa seguridad se vuelve resurrección y vida. Segundo, esa cruz son también las incomprensiones, burlas y desprecios que supone seguir a Jesús y que, de modo radical, llevan muchos cristianos perseguidos, también hoy, que a muchos cuesta persecución, exilio e, incluso, muerte. Y tercero, esa cruz son también los sufrimientos de tu vida: tus heridas, tus debilidades, tus complejos, las dificultades del día a día, la pérdida de seres queridos, las enfermedades. Toda esta gran cruz estás invitado a vivirla también junto a él. Comparte todos estos sufrimientos y pruebas con Jesús y sentirás que su hombro te hace todo más llevadero, que cuentas con su fortaleza y con su amor. Esa cruz tan dura la transformará en crecimiento, en fortaleza y en vida.
Pregúntate: ¿estás dispuesto a aceptar las renuncias que conlleva seguir a Jesús de verdad? ¿Vives también junto a Jesús esa cruz, esos sufrimientos, esas pruebas?
En tercer lugar, quiero detenerme en esa otra expresión de Jesús hoy: “¿De qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?”. Muchas personas actúan como si fueran a vivir para siempre. Afrontan la existencia como si Dios no estuviera ahí, como si ellos fueran los salvadores de sí mismos. Muchos viven como si todo consistiese en ganar el mundo entero: fama, éxito, lujos, dinero, reconocimiento. Y, sin embargo, ¡cuántas estrellas estrelladas hemos visto! ¿Ganar el mundo entero? ¿Para qué? ¿Para acabar perdiéndolo todo? El Señor te dice hoy: “¿Quieres ganar el mundo entero? Pues olvídate de todas esas cosas. Lucha por lo eterno, gana lo que permanece y olvídate de todo aquello que perece. No pongas tu corazón en cosas que pueden perderse”. La vida verdadera la alcanzarás siguiendo a Jesús, su persona y también su modo de vida, es decir, amando y sirviendo, entregándote hasta el final. Crece, por tanto, no en fama, sino en santidad, es decir, en libertad, en alegría, en felicidad, en servicio. Y no pierdas de vista ni por un momento que el centro de tu vida está ahí, en Jesús y en tus hermanos. No te despistes. Porque esta vida es ganancia con él. Sin él, todo pérdida. Apóyate, para terminar, en estas últimas palabras de Jesus en el evangelio de hoy: “Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta”. Dicho de otro modo, tu amor, tu servicio, tu entrega no caerán en saco roto. Son una verdadera inversión de eternidad. En ese encuentro con Dios, en que serás examinado del amor, tendrás las manos, no llenas de cosas, de títulos, de logros, sino de amor y de servicio; con ello lo habrás ganado todo.
Medita: ¿vives centrado en Jesús y su Reino o, por el contrario, vives como esos que no creen, enredado en lo mundano, en definitiva, como si Dios no existiera?
CONCLUSIÓN
Pues que este evangelio te lleve a grabarte a fuego en el corazón lo que hoy te pide Jesús: negación de ti mismo, aceptación de la cruz, seguimiento radical. Pero, junto a ello, graba el secreto de vida que todo esto contiene: que perder la vida por él es ganarla; que esta vida que Jesús te da vale más que el mundo entero, y que amando y sirviendo estás invirtiendo en eternidad, en una alegría y en una paz que no se acaban.
ORACIÓN
Señor Jesús, ¡me queda tanto para vivir negándome a mí mismo! ¡Tantas veces me pongo por delante! Mi corazón a menudo se lanza a querer ganar el mundo entero. Por eso, hoy te pido que me ayudes a que mi mirada esté puesta en mis hermanos, en ti, en tu reino. Que mi alma repose siempre en tus manos. Ayúdame, en definitiva, a seguirte y servirte siempre, Jesús.