
Evangelio del día 28 junio 2025 (Inmaculado Corazón de María)
Evangelio y Reflexión
EVANGELIO (Lucas 2, 41-51)
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.
«Su madre conservaba todo esto en su corazón».
Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón.
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
Hoy la Iglesia celebra la memoria del Inmaculado Corazón de María. Puede decirse que las advocaciones marianas son casi infinitas. El amor del pueblo de Dios por María se ha expresado así de mil modos: Virgen del Perpetuo Socorro, María Auxiliadora de los cristianos, Virgen del Carmen, Nuestra Señora del Rosario… Pero, desde un punto de vista histórico, ha habido cuatro o cinco hitos especialmente significativos. Y uno de ellos es esta advocación que conmemoramos hoy. En los primeros siglos, el pueblo de Dios honraba a María con el nombre de “Theotokos” (Madre de Dios), un título que se definió dogmáticamente en el siglo V en el Concilio de Éfeso. En torno al siglo XIII se extendió la devoción al Rosario. En el siglo XIX, la Asunción y la Inmaculada, que serían definidas después dogmáticamente. A mediados del siglo XIX, la devoción al Inmaculado Corazón de María, ya antes presente, cobró una gran importancia y todavía recibirá un impulso definitivo en el s. XX con las apariciones de la Virgen de Fátima y con la consagración del mundo a su Inmaculado Corazón por el papa Pío XII y después por san Juan Pablo II. Ese corazón Inmaculado ha sido, por tanto, en la historia de la Iglesia y de la humanidad, bálsamo para un mundo envuelto en guerra y violencia, sinónimo de amor y de cercanía de Dios. Ese Corazón Inmaculado de María quiere ser hoy también para ti lugar de ternura, de paz y de esperanza.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de esta memoria del Inmaculado Corazón de María, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, es importante insistir en que la mariología sin la cristología no tiene sentido. O, dicho de otro modo, todo lo que se diga de María irá siempre en relación a Cristo, su hijo. Toda la existencia de María está íntimamente unida a su Hijo Jesús. María fue concebida sin pecado original porque en su seno iba a engendrar por el Espíritu Santo a Cristo Jesús. María concibió virginalmente porque así debía ser concebido quien es Hijo de Dios. María es Madre de Dios porque Jesús es hombre y Dios. En definitiva, todo lo que se afirma de María se afirma en relación a Jesús, se afirma de Jesús. Pues bien, esta memoria del Corazón Inmaculado de María tiene una referencia directa a la solemnidad que celebrábamos ayer del Sagrado Corazón de Jesús. María tiene un corazón puro, inmaculado, lleno de paz, de ternura, de compasión y de misericordia porque bebe del corazón de su hijo Jesús, porque está llena de esa misma gracia de Dios. Mirar y amar a María es, por tanto, mirar y amar a su hijo Jesús, porque Madre e Hijo, repitámoslo de nuevo, están siempre unidos. De ahí la importancia de la devoción a María en la vida cristiana. San Alfonso María de Ligorio recordaba a menudo que nunca se dice suficiente de María y que uno nunca debería cansarse de proclamar las maravillas que Dios ha obrado en ella. Amar a Jesús es amar a María y amar a María es amar a Jesús. Dios ha querido hacerla mediadora de infinitas gracias. La Virgen María, que ha tenido en su seno al Hijo de Dios, que ha concebido gracias al Espíritu de Amor, ¿no está llena de amor para derramarlo sobre nosotros? Desgraciadamente, se ha considerado en muchas ocasiones que la devoción a la Virgen es cosa de débiles, de devotos o de personas poco formadas. Nada que ver. No hay nada más propio para un cristiano que amar a aquella que Dios escogió para ser la Madre de su Hijo, amar a aquella que Cristo nos entregó en la cruz. Él hoy te dice como a su discípulo Juan: “Hijo, ahí tienes a tu madre”.
Pregúntate: ¿amas de corazón a María? ¿La sientes cercana? ¿Le pides su intercesión?
En segundo lugar, quiero destacar que estos “privilegios” de María, ese corazón puro, inmaculado, perfecto, no la convierten en un “bicho raro”, sino en un ser maravilloso, excelso. Cuando alguien es totalmente de Dios, no es menos persona. Al contrario, es persona perfecta, libre, plena, eterna. Por eso quiero recalcar que esta memoria del Corazón Inmaculado de María incluye una buenísima noticia para nosotros: que la voluntad de Dios para con nosotros la vemos realizada en María; que ella constituye nuestro destino. Dios no soñó nuestro corazón roto por el pecado, distante de él y de nuestros hermanos. Soñó nuestro corazón lleno de amor, como el de María, capaz de compasión y de misericordia, en relación con él, nuestro Creador y Señor, y también en relación con nuestros hermanos. Por tanto, lo que hoy ves y celebras en María, lo vivirás un día en ti. María es, en este sentido, tipo, modelo de lo que un día serás. Por eso podemos decir que María es nuestra esperanza.
Ahora pregúntate: ¿cómo es tu corazón? ¿De qué está lleno: de envidias, rencores o de perdón y misericordia?
En tercer lugar, quiero dejar claro que María no vive absorta en su ser. Que tenga un corazón inmaculado, que haya sido privilegiada así por Dios, no la deja aislada o relegada a su intimidad. No, todo lo contrario. Que ella esté llena de Dios, la convierte en misionera 100%. Ella vive volcada en la misión de ser Madre de la Iglesia, de ser tu Madre. Vive constantemente bendiciéndote, protegiéndote, llevándote de la mano hacia su hijo Jesús. Su vida es estar al servicio de Dios y de nosotros. Cuando el evangelio de hoy dice que “María conservaba todas estas cosas en su corazón”, está diciendo que te conserva también a ti, tu vida, tu historia, tus alegrías y dificultades en su corazón, para bendecirte e interceder por ti ante Dios y ante su hijo Jesús. Ahora mírate a ti. Tú también has sido bendecido por Dios de una manera muy especial: con la fe, con cualidades, con mil guiños.
¿Vives, como María, con el corazón vuelto hacia tus hermanos? ¿O estás demasiado encerrado en ti mismo?
CONCLUSIÓN
Pues que esta memoria del Inmaculado Corazón de María te haga recordar que Dios tiene todo el poder; que él puede obrar maravillas en tu corazón, en tu vida; que no estás hecho para el pecado o el mal, y que tienes una Madre maravillosa y tierna que te bendice y protege siempre.
ORACIÓN
Virgen María, Madre mía santísima, yo te amo y te alabo desde lo hondo de mi ser y hoy quiero consagrar mi vida a tu Inmaculado Corazón. Bendita eres por siempre. Bendíceme, pues. No permitas que me pierda ni me envuelva en redes de muerte. Protégeme bajo tu manto y, en el momento de mi muerte, junto a los míos, tómame de la mano y llévame a tu hijo Jesús.