Evangelio del día 17 septiembre 2025 (Hemos tocado la flauta y no habéis bailado)

Miércoles de la 24ª Semana del Tiempo Ordinario

EVANGELIO (Lucas 7, 31-35)

En aquel tiempo, dijo Jesús: «¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes? Se asemejan a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros aquello de: «Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones y no habéis llorado».

«Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones y no habéis llorado».

Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís: «Tiene un demonio»; vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: «Mirad qué hombre más comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores». Sin embargo, todos los hijos de la sabiduría le han dado la razón».

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

En el evangelio de hoy, Jesús recrimina a los fariseos y a los maestros de la ley haber rechazado tanto el testimonio de Juan el Bautista como el suyo propio. Conocemos bien cómo era Juan el Bautista, como uno de aquellos profetas del Antiguo Testamento, predicando en el desierto, vestido con una piel de camello, alimentado con langostas y miel silvestre y con palabras muy duras: “Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a vosotros a escapar del castigo inminente?” o “Ya está puesta el hacha en la raíz” o “Si no os convertís, pereceréis sin remedio”. Pues bien, con este testimonio tan duro y tan radical, solo unos pocos se convierten por su testimonio y reciben el bautismo de Juan. Y el Hijo del Hombre, es decir, Jesús, con un testimonio mucho más dulce (“El reino de Dios se ha acercado”, “Convertíos y creed en el evangelio”), con palabras y obras de Dios, con sanaciones, con signos, recibe igualmente el rechazo del pueblo judío y, fundamentalmente, de sus líderes. Y Jesús, para ilustrar esta crítica que les hace, utiliza una imagen  cuando menos sorprendente: “Os parecéis a esos niños que sentados en la plaza han gritado eso de: ‘Hemos tocado en la plaza y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones y no habéis llorado’”. Estos  fariseos y maestros de la ley no han encontrado motivo para creer en los signos de Dios, ni por medio de Juan el Bautista con su dureza y su radicalidad, ni por la palabra del signo definitivo de Dios que es Cristo Jesús.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito del evangelio de hoy, me gustaría recordar como cada día tres puntos que me parecen sugerentes:

En primer lugar, este texto es una invitación a que nosotros reconozcamos hoy en nuestra vida los signos de Dios. Dios sigue tocando la flauta para que tú bailes. Hoy Dios sigue haciéndosenos presente en el camino de la vida para que reconozcamos su presencia y nos convirtamos o, en definitiva, para que aceptemos su palabra y vivamos una vida más acorde a ella. Piénsalo por un momento: ¿cuáles son los signos de la presencia de Dios, de la música de Dios en tu vida? Todas las cualidades que te ha dado Dios, el bienestar del que gozas, la familia y los amigos que tienes, tu trabajo o todos esos guiños que Dios te ha hecho a lo largo de tu vida y que no siempre has sido capaz de conocer. Hoy este texto nos dice: “Abre los ojos, reconoce su música, reconoce sus signos, da gracias a Dios por todas las bondades que tiene contigo”.

En segundo lugar, este texto nos interpela fuertemente. Basta ya de excusas para no aceptar a Dios de corazón en tu vida. Eso que fariseos y maestros de la ley decían: “Es que Juan el Bautista tiene un demonio”, “Es que  Jesús, ese de Nazaret, es un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores”… eso mismo lo reproducimos también en nuestra vida: “¿Yo católico practicante? No, porque hay tantos cristianos que van a misa y luego son lo peor”, “Es que ese cura o el cura de mi pueblo o de mi ciudad hizo o dijo tal o cual”… Basta ya de excusas. Es el momento para que te pongas frente a Dios, aceptes su Palabra y te dejes tocar por él. Basta ya de excusas que nos impiden aceptar a Jesucristo y caminar con él codo con codo. Encuentra el motivo que sea para dejar que Dios entre en tu vida.

Y el tercer punto es el siguiente: tú también eres música de Dios para otros. Dios está también hoy tocando la flauta para que otros bailen a través de ti por medio de tus palabras, de tu alegría, de tu testimonio, de tu compromiso, de esa pastoral con la que colaboras, de ese voluntariado que haces con tanto cariño y con tanto corazón. Hoy Dios quiere que tú seas música buena para otros. Reconozcamos la presencia de Dios en nuestra vida con todos los signos que nos regala. Y, además, nosotros seamos colaboradores de Dios en esta obra preciosa, maravillosa de la salvación, que no es otra cosa que hacer que esta vida, regalo de Dios, sea preciosa para todos los hijos de Dios.

ORACIÓN (no incluida en el audio)

Dios, Padre bueno, que huya de esa actitud farisaica de la crítica, el murmullo, la queja y el juicio. Que tu alegría resuene en mi vida; que tus palabras salgan de mis labios; que tu misericordia la contagie con mis gestos. Hazme, Señor, en definitiva, música de tu amor.

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