Evangelio del día 8 diciembre 2025 (Inmaculada Concepción)

Evangelio y Reflexión

EVANGELIO (Lucas 1, 26-38)

En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».

«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo».

Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

Hoy la Iglesia celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, un dogma promulgado por el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 con estas palabras: “Definimos, afirmamos y pronunciamos que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano”.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de esta solemnidad de la Inmaculada Concepción, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, la Inmaculada Concepción se trata de un dogma definido en el siglo XIX y secundado por todos los obispos del mundo. Pero hay que añadir algo más. Este dogma fue creído y defendido por el pueblo de Dios desde siempre. El pueblo sencillo ha entendido siempre claramente que la Madre de Dios, la Virgen María, que iba a llevar en su seno al mismo Hijo de Dios, no podía estar afectada o dañada por el pecado original. El pecado es ruptura, ruptura  respecto de Dios y de los otros. ¿Cómo la Madre de Dios iba a estar distante, aunque fuera una milésima, de Dios y de los otros? María ha estado unida a Dios desde su propia concepción. Fue preservada por una gracia especialísima. Su sí a Dios fue perfecto, la concepción de Jesús virginal (como no podía ser de otro modo para aquel que es el Hijo de Dios), perfecta la unión de esa madre con su hijo, y perfecta su fidelidad hasta el final. Y su propia muerte, por el mismo motivo, como confesamos en el dogma de la Asunción, solo pudo ser eso, una dormición, una asunción al cielo, porque en ella no hay ruptura, tampoco la ruptura de la muerte.

¿Confiesas tú a María como Inmaculada Concepción, como virgen, como asunta al cielo? Algo más: ¿amas a María de corazón?

En segundo lugar, quiero destacar que estos “privilegios” de María no la convierten en un “bicho raro”, sino en un ser maravilloso y excelso. Cuando una persona es totalmente de Dios, no es menos  persona. Al contrario, es persona perfecta, libre, plena, eterna. Por eso quiero incidir en que esto que confesamos de María contiene una noticia increíble para ti. La voluntad de Dios para ti la puedes ver realizada en María, constituye tu destino. Dios no te soñó roto por el pecado, distante de él, distante de tu prójimo. Dios te soñó pleno junto a él, en una integración y felicidad eterna. Lo que ves en María realizado, un día se realizará en ti. María es tipo, modelo de lo que un día serás. Por eso podemos decir: María es nuestra esperanza.

En tercer lugar, quiero añadir algo más. María no vive absorta en su ser, vuelta hacia sí misma. Que María sea de Dios, que haya sido privilegiada así por Dios, la convierte en misionera cien por cien. Vive volcada en la misión de ser Madre de la Iglesia, en la misión de ser tu madre. Vive constantemente bendiciéndote, protegiéndote, llevándote de la mano hacia su hijo Jesús. Su vida es estar al servicio de Dios y de nosotros. Es un ser maravilloso del que nunca se dirá lo suficiente. Por eso hoy quiero compartir contigo, de una manera muy personal, que he encomendado mi vida a la Virgen María. No hay mejor ni mayor protectora. E imagino mi muerte de su mano hacia Jesús. Y alabaré por siempre, sin cansarme, las maravillas que Dios ha obrado en ella, una increíble noticia para mi propia vida.

CONCLUSIÓN

Déjate de excusas y de historias con frases como “no entiendo bien qué significa”, “no estoy muy de acuerdo con ese dogma” o frases parecidas. Confesar la Inmaculada Concepción es reconocer la mejor noticia que puede haber: que Dios tiene todo el poder, que Dios transforma, que no estás hecho para el pecado o para el mal, que tienes una Madre maravillosa y tierna que te bendice y te protege. En definitiva, confesar la Inmaculada Concepción es confesar que, aunque me veo envuelto en tinieblas, mi futuro es la luz, la alegría, la paz y la vida eterna junto a Dios, María mi madre, los santos y todos aquellos que he amado.

ORACIÓN

Virgen María, madre mía santísima, yo te amo y te alabo desde lo hondo de mi ser y encomiendo mi vida a tu protección. Bendita eres por siempre. Bendíceme, pues. No permitas que me pierda ni me envuelva en redes de muerte. Protégeme bajo tu manto. Y, en el momento de mi muerte, junto a los míos, tómame de la mano y llévame a tu hijo Jesús. Alabaré contigo, al Señor, por los siglos de los siglos.

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