
Evangelio del día 29 agosto 2025 (Martirio de San Juan Bautista)
Evangelio y Reflexión
EVANGELIO (Marcos 6, 17-29)
En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto.
«Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía».
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?». La madre le contestó: «La cabeza de Juan el Bautista». Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
Hoy, día 29 de agosto, la Iglesia celebra la memoria del martirio de San Juan Bautista, profeta, precursor, pariente de Jesús y, en palabras del Señor, “el hombre más grande nacido de mujer”. En el calendario romano es el único santo de quien se celebra tanto el nacimiento, el pasado 24 de junio, como la muerte, que tuvo lugar a través del martirio, y que celebramos hoy. Mirando esta figura enorme de San Juan Bautista, ciertamente encontraremos claves para seguir a Jesús con radicalidad y autenticidad.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
A propósito de esta memoria del martirio de San Juan Bautista, así como del texto del evangelio que nos ofrece, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:
En primer lugar, quiero detenerme un momento en la figura de San Juan Bautista. Hay una palabra que lo define más que ninguna: él es el precursor. Él realiza esas palabras profetizadas por Isaías: “Voz que grita en el desierto: ‘Preparad el camino del Señor’”. Y el Bautista lo hace con humildad y espíritu de servicio. Dice: “El que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias”. Juan Bautista encarna, por tanto, no solo la autenticidad, el servicio de Dios, la radicalidad, sino ese papel de preparación para la venida de Jesús. Y, por eso, el Señor lo elogia maravillosamente. Dirá de él: “No ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista”. Su radicalidad, coherencia y valores fascinaron al mismísimo Jesús. Mírate ahora a ti. Tú también tienes un papel de precursor. Tu vida, tus palabras, tus obras han de preparar el terreno para que Jesús llegue a este mundo, para que él se haga cercano a tus hermanos.
Por eso, pregúntate: ¿contribuyes con tu vida a que Jesús se haga presente en el mundo?
En segundo lugar, sabemos que Juan el Bautista es encarcelado porque denuncia el pecado y la injusticia. Dice el texto de hoy: “Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano”. El Bautista no teme decir, ni siquiera al poderosísimo Herodes, la verdad de las cosas. Lo suyo es la autenticidad, la coherencia, la profecía, la valentía. A menudo nosotros, cristianos, optamos, sin embargo, por el silencio, por la no denuncia, por el pasotismo, incluso por la complicidad con las injusticias de nuestro mundo.
Pregúntate: ¿es tu vida una denuncia de los valores de este mundo: la superficialidad, la hipocresía, la injusticia?
En tercer lugar, quiero, a propósito de esta memoria, que hagas una doble meditación. Primero, sobre el rencor; segundo, sobre la superficialidad. Herodes tiene por mujer a Herodías, mujer de su hermano Filipo. Herodes, nos dice el texto, “respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía”. Pero Herodías, quizá despechada por que Juan fuera tan crítico con esa situación, lo aborrecía. Tanto, que hará lo posible por darle muerte, para lo cual aprovechará algo tan trivial como un baile de su hija Salomé. El rencor, el odio pueden nublar el corazón y acabar con todo atisbo de bien.
Piensa en ti: ¿guardas tú rencor en tu corazón? ¿Está nublada tu vida con celos, envidias, heridas del pasado, que te impiden vivir con más luz y paz?
Quiero, además, que te fijes en este otro detalle del evangelio de hoy: “La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los invitados. El rey le dijo a la joven: ‘Pídeme lo que quieras, que te lo daré’. Y le juró: ‘Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino’”. Herodes vive esclavo de lo superficial: la seducción causada por una bailarina, su vanidad y presunción, ese juramento, ese afán por los placeres y las riquezas, que finalmente causarán una verdadera desgracia. Toma tú también conciencia de que estás amenazado de superficialidad y, quizá también, como Herodes, de seducciones que quieren ganar tu corazón: riquezas, fama, sensualidad.
Pregúntate: ¿estás tú también demasiado enredado en las cosas del mundo o vives libremente y muy en Dios?
CONCLUSIÓN
Pues que esta memoria te lleve a renovar una vez más tu papel de precursor del Señor. Que, como Juan el Bautista, crezcas en valentía ante los poderes del mundo, en capacidad de denuncia de las injusticias, y huyas de todo aquello que pueda poner en peligro que tu corazón esté centrado en Jesús y su Reino.
ORACIÓN
Señor Jesús, me conoces bien: quiero seguirte, quiero ponerte en el centro, quiero amarte de verdad. Pero fácilmente me dejo llevar por las cosas del mundo. Hoy te pido que me des algo de la humildad, la radicalidad y la autenticidad de san Juan Bautista.