Evangelio del día 21 febrero 2025 (El que pierda su vida por mí, la salvará)

Evangelio y Reflexión

EVANGELIO

Jueves de la 2ª Semana del Tiempo Ordinario
(Marcos 8, 34 – 9, 1)

En aquel tiempo, llamando Jesús a la gente y a sus discípulos les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla?

«El que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará».

Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles». Y añadió: «En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios en toda su potencia».

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

En el evangelio de ayer, tras la confesión de Pedro, que reconocía a Jesús como Mesías, el Señor había añadido: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado y ejecutado “. Pues bien, el evangelio de hoy profundiza en esta realidad: también el discípulo de Jesús ha de negarse a sí mismo y cargar con la cruz, lo mismo que su maestro.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito de este texto del evangelio de Marcos, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, escuchamos estas palabras de Jesús tan radicales: Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo”. El seguimiento de Jesús lo requiere todo: incondicionalidad y adhesión total, una fidelidad que llega hasta perder la vida. Un seguimiento que supone morir. Sí, morir al egoísmo, luchar contra un corazón apegado a las cosas y seguir a Jesús sirviéndole en los pobres, con palabras y obras. Pero, lejos de acabar contigo, estas exigencias te dan la felicidad, la paz, la libertad auténtica. Aquí entonces tiene sentido lo que dice Jesús: “Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”. Solo con él, muriendo a ti, naces a ti; solo evitando que tu corazón se quede pegado a las cosas, ganas la Vida verdadera, que es plena y eterna, y que solo él puede dar. No hace falta que te lo cuente, porque lo has experimentado: cuando te entregas únicamente a tus cosas, te caes, te agotas, te vacías. Y cuando te niegas a ti mismo entregándote a él y a los demás, te encuentras. Cuando das lo que tienes, lo recibes todo a cambio y tu corazón se llena de alegría y de paz. Por tanto, no lo dudes: pon al Señor en el centro, déjalo todo por él y, con él, lo ganarás todo.

¿Cuánto estás dispuesto a dejar por él?

En segundo lugar, quiero centrarme en ese tomar la cruz con Jesús«: Si alguno quiere venir en pos de mí, tome su cruz y me siga. Es muy doloroso, incluso vertiginoso, vivir de la confianza en Dios, sin apenas seguridades, renunciando incluso a uno mismo. Es una cruz que solo puedes llevar con Jesús. Pero esa renuncia, que parece ridícula, se vuelve gloriosa. La cruz con Jesús se transforma en resurrección y en vida. Esto lo hacen realidad, de una manera muy radical, todos aquellos cristianos que fueron en el pasado, pero también hoy, perseguidos. Ellos saben bien la cruz que supone seguir a Jesús: incomprensión, persecuciones, exilio, condena, incluso muerte. Hombres y mujeres que, en línea de lo que dice Jesús, no se han avergonzado de él y de sus palabras. Pues tú, que quizá vives más cómodamente, tampoco te avergüences de Jesús, cueste lo que cueste. Este cargar con la cruz también se refiere a los sufrimientos de tu vida. Y vivir la vida con Jesús, también tus sufrimientos y tus pruebas, es contar con su hombro, que te hace todo más llevadero; es contar con su fortaleza y con su amor.

Pregúntate: ¿estás dispuesto a aceptar las renuncias que conlleva seguir a Jesús de verdad? ¿Qué has dejado tú por Jesús? ¿Lo sientes cerca en tus momentos de cruz?

En tercer lugar, quiero detenerme en esta expresión de Jesús: “¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?”. Muchas personas actúan como si fueran a vivir para siempre. Viven como si Dios no existiera, como si fueran los salvadores de sí mismos. Muchos actúan como si la vida consistiese en ganar el mundo entero: fama, éxito, lujos, reconocimiento. ¡Y cuántas estrellas estrelladas hemos visto! ¿Ganar el mundo entero? ¿Para qué? ¿Para acabar perdiéndolo todo? El Señor te dice hoy: ¿Quieres ganar el mundo entero? Olvídate. Gana lo que permanece, no lo que perece. Lucha por el amor a Dios y a los hermanos. Crece no en fama, sino en santidad, que no es otra cosa que vivir en verdadera libertad, en alegría, en fidelidad, en servicio. No pierdas de vista que el centro de tu vida es Jesús. No te despistes. Esta vida es ganancia solo con él. Sin él, todo pérdida.

¿Vives centrado en Jesús y su Reino o, por el contrario, vives como los que no creen, enredado en lo mundano, como si Dios no existiera? 

CONCLUSIÓN

Pues que este evangelio te lleve a vivir con más radicalidad tu seguimiento del Señor Jesús, negándote a ti mismo, pero ganándote en el amor y el servicio a los hermanos.

ORACIÓN

Señor Jesús, me queda mucho para vivir negándome a mí mismo. ¡Tantas veces me pongo por delante! Y veo, además, que a menudo mi corazón se lanza a querer ganar el mundo entero. Ayúdame, Jesús, a que mi mirada esté siempre puesta en ti y en tu reino. Que mi alma repose en tus manos. Jesús mío, escúchame, que quiero seguirte y servirte siempre.

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