Evangelio del día 12 noviembre 2025 (Vinieron a su encuentro diez leprosos)

Miércoles de la 32ª Semana del Tiempo Ordinario

EVANGELIO (Lucas 17, 11-19)

Eendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes».

«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

REFLEXIÓN

INTRODUCCIÓN

El evangelio hoy nos presenta a diez leprosos acudiendo desesperados a Jesús. Saben que él tiene poder para sanarlos. Le ruegan que tenga compasión de ellos. Y Jesús no se resiste: todos quedan limpios. Pero solo uno, justamente un samaritano, vuelve a darle gracias. Solo él, como nos sugiere el evangelio, ha quedado verdaderamente sanado y salvado.

REFLEXIÓN Y PREGUNTAS

A propósito del evangelio de hoy, me gustaría compartir contigo tres reflexiones:

En primer lugar, quiero hablar de lo que significaba la lepra en tiempos de Jesús. Era una enfermedad terriblemente temida y contagiosa. Los leprosos eran obligados a vivir en las afueras de las ciudades y a llevar una campanilla, incluso a identificarse a gritos desde la distancia a cualquier viandante, gritando: “¡leproso, leproso!”. La exclusión era absoluta. Por si fuera poco, los judíos, que consideraban la enfermedad un castigo de Dios, los tenía por impuros. Algo debían haber hecho para que Dios los hubiera castigado con una enfermedad tan lamentable. Pero Jesús se compadece. Siente lástima por ellos. La enfermedad no es querida por Dios, por eso los sana. Nosotros también padecemos la enfermedad corporal, pero también el hastío, el pecado, el sinsentido o la desesperanza.

¿De qué te tiene que sanar hoy a ti Jesús? ¿Le pides que te cure? ¿Acoges tú con compasión a los leprosos de hoy, a aquellos que nuestro mundo descarta?

En segundo lugar, quiero fijarme en un detalle que pudiera parecer insignificante. Jesús pide a los leprosos que vayan a presentarse a los sacerdotes. Eran los sacerdotes judíos los que tenían que constatar por escrito que un enfermo ya no lo era, que la lepra había desaparecido y que, por tanto, podía incorporarse de nuevo esa persona a la sociedad. La salvación que ofrece Jesús es integral. No solo cura a los leprosos, sino que los reintegra. De poco sirve la sanación corporal si no existe una verdadera integración total. ¡Cuántas personas completamente sanas llevan vidas muy tristes! ¡Y cuántas personas enfermas viven su enfermedad con una fuerza y una dignidad increíbles! Jesús desea todo lo mejor para tu vida, una sanación total, que vivas pleno, feliz, en paz.

¿Qué te falta para vivir verdaderamente sanado?

En tercer lugar, quiero atender al hecho de que, quedando los diez leprosos sanados, solo uno se vuelve a darle gracias. Es irónico, porque justamente es un samaritano, un pueblo considerado impuro y despreciable por los judíos. Jesús se sorprende de que solo él haya regresado. Y le dice: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”. La salvación de este leproso es completa. El encuentro con Jesús y la acción de gracias le restablece por completo. El evangelio da a entender que el resto han visto curada su enfermedad, pero no se han visto sanados completamente por Jesús porque les ha faltado encontrarse con él en intimidad.

¿Le das gracias de corazón a Jesús por toda tu vida? ¿De qué te has sentido sanado por él? ¿Te vuelves a menudo a él para darle gracias por todo lo bueno que va poniendo en tu vida a cada momento?

CONCLUSIÓN

Pues que hoy, escuchando este evangelio, confíes toda tu vida a Jesús, te dejes sanar por él, le des gracias una y otra vez por todo lo que obra en ti y, también, que vivas acogiendo a los descartados de nuestro mundo a los que Dios quiere llegar, por medio de ti, con todo su amor y compasión.

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