
Evangelio del día 3 octubre 2025 (¿Te vas a encumbrar hasta el cielo?)
Viernes de la 26ª Semana del Tiempo Ordinario
EVANGELIO (Lucas 10, 13-16)
¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.
«Si se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido».
Y tú, Cafarnaún, ¿te vas a encumbrar hasta el cielo? ¡Te precipitarás en el infierno! Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».
REFLEXIÓN
INTRODUCCIÓN
El texto que nos ofrece el evangelio de hoy tiene un tono dramático muy marcado, incluso amenazante. Jesús se lamenta por los milagros hechos en algunas ciudades que, sin embargo, no se han convertido. Corozaín, Betsaida, Cafarnaún… es una advertencia seria: rechazar la Buena Noticia del Evangelio supone perderse. La verdadera ganancia se halla en Cristo Jesús, que nos trae la salvación.
REFLEXIÓN Y PREGUNTAS
Del evangelio de hoy me gustaría destacar tres puntos:
En primer lugar, quiero centrarme en estas palabras de Jesús: “¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido”. Pues bien, esas ciudades, Corozaín y Betsaida, somos nosotros. Sí, párate por un momento. Piensa en los milagros que Dios ha hecho en ti. ¡Cuántas veces ha salido a tu encuentro, protegiéndote, regalándote, amándote! Y, sin embargo, ¡cuánto te cuesta convertirte! ¿Qué más podría haber hecho Dios por ti para que tu corazón sea enteramente suyo? Hoy es una oportunidad preciosa para recordar las bondades que Dios ha tenido contigo y también para convertirte (es decir, para volverte a Dios) con todo el corazón.
¿Estás dispuesto a convertirte de verdad, a volverte de una vez por todas a Dios?
En segundo lugar, quiero atender ahora a esa advertencia durísima de Jesús: “Y tú, Cafarnaún, ¿te vas a encumbrar hasta el cielo? ¡Te precipitarás en el infierno!”. Nosotros hablamos a veces de estrellas estrelladas y tenemos muchos ejemplos a nuestro alrededor: grandes estrellas del fútbol, del cine, de la música, que acaban finalmente arrastrados por el suelo. Y en realidad nos pasa a todos. Pensamos a menudo que la vida es subir y subir: orgullo, éxito, triunfo, buena imagen… Y ese subir es sin embargo, un descenso al abismo. Jesús nos avisa: “¿Crees que estás escalando, crees que así tocarás el cielo? No, al contrario, así te perderás”. El verdadero ascenso pasa por la humildad, va más bien por el pasar desapercibido, por el servicio a los hermanos. Recuerda que en el momento más álgido de la vida de Jesús, él aparece arrodillado lavando los pies a sus discípulos. Subir, en cristiano, es bajar. Para subir escalones, hay que bajarlos. Como nos dice el Cántico de Filipenses: “Jesús pasó por uno de tantos, se anonadó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”. Ahí está el verdadero ascenso, en hacerse último y servidor de todos.
¿Cómo puedes bajar escalones tú? ¿Estás dispuesto a abandonar esa búsqueda de éxito o protagonismo que hace que finalmente te pierdas?
En tercer lugar, escucha de nuevo estas palabras de Jesús: “Quien a vosotros escucha, a mí me escucha”. Él ha puesto sus palabras en tu boca, sus caricias en tus manos, sus pies en los tuyos. Eres tú, como decían los santos padres, otro Cristo en la tierra. Te ha confiado un tesoro enorme: la Buena Noticia de la cual eres testigo.
¿Eres consciente de este maravilloso regalo que es también una increíble responsabilidad? ¿Tus palabras saben a Jesús? ¿Tus obras se parecen algo a las del Señor?
CONCLUSIÓN
Pues que, inspirado por este evangelio de hoy, acojas el reto de la conversión, te vuelvas a Dios con todas las fuerzas, te entregues al servicio de los hermanos, abandonando la fantasía de que subir escalones supone tocar el cielo, y dejes que el Señor ponga sus palabras en tu boca y sus obras en tus manos.