En una ocasión, preguntó Jesús a sus discípulos: «¿Quién decís que soy yo?» (Lucas 9, 20).
Es una pregunta que detiene el tiempo y la historia. Los discípulos se conforman con contar lo que han oído: unos dicen que eres Juan el Bautista, que habría revivido; otros dicen que eres Elías que, tras ser arrebatado por un carro de fuego, habría vuelto…
No, a Jesús no le valen historias. La pregunta te la hace hoy a ti: «¿Y tú? ¿Quién soy yo para ti?”. Pone los pelos de punta una pregunta de ese calibre.
Puedo responder: «Eres un maestro que enseña cosas interesantes; eres un filósofo o moralista que nos enseña a vivir bien; eres un personaje histórico fascinante…». Pero todo ello es insuficiente y no te implica.
Dile hoy: «Jesús, tú eres mi Señor; tú eres la suerte de mi vida; tú eres mi amor y mi todo; tú eres la Vida con mayúsculas, en quien tengo puesta toda mi esperanza». Díselo de corazón, porque una respuesta así cambiará tu vida y abrirá una perspectiva infinita; una respuesta así lanza tu vida a una vida plena, eterna.